Los secretos del ‘blush’

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Te damos unos cuantos trucos para sumarle color al rostro

La teoría es muy simple: con un poco de blush (colorete) en las mejillas, todo el rostro cambia para mejor. Pero la cuestión no es tan simple porque el efecto depende en gran medida de cómo se lo aplique.

Si uno se lo coloca en forma de “V”, es decir, desde la línea de la sien hacia la comisura de los labios, realza los ojos. En cambio, para dar un toque de frescura, lo mejor es colorearse el color en la zona más alta del pómulo.

Lo fundamental es tener en cuenta la forma de la cara. Si uno tiene un semblante alargado, lo mejor es aplicar el colorete directamente por debajo del pómulo en forma horizontal. Si además le pone color al mentón y a la frente, el rostro parecerá más corto.

Si tiene forma de corazón o de triángulo, el mejor sitio es la zona más ancha del pómulo, donde se recomienda un colorete más bien oscuro. En cambio, si el rostro es redondo, puedes hacerlo parecer más pequeño aplicando el color en sentido perpendicular desde el pómulo hacia la comisura de la boca.

Las caras ovaladas suelen ser consideradas ideales, así que en esos casos no hay ninguna recomendación específica.

El color dependerá del tono de la tez. Cuanto más clara la piel, más suave debería ser el colorete, o sea, lo mejor es que sea rosa. La tez algo más morena con cierto toque oliva puede ir muy bien con coloretes dorados o bronces, y los rojos fuertes y oscuros también pueden quedar muy bien.

¿Qué hay de la textura? En las tiendas se encuentra de todo: colorete líquido, en crema, en mousse o en polvo. Lo decisivo será, por un lado, la habilidad que tenga para maquillarse y, por el otro, el tipo de piel.

La regla básica es: para los cutis muy secos, lo ideal es el colorete en crema. Para la tez algo más grasosa, el polvo será mejor.El colorete en crema es muy práctico y puede aplicarse con los dedos. Además, su textura sedosa lo hace perfecto para darle un aspecto brillante al rostro. El mousse es todavía más fácil de manejar y se amalgama a la perfección con la piel.

El colorete en polvo tiene la ventaja de que es muy fácil de dosificar y que dura mucho. El líquido, en cambio, requiere cierto ejercicio. Debe ser aplicado con cuidado, en la medida justa, y esparciéndolo rápidamente porque la piel lo absorbe a gran velocidad.

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