Michael Jackson: La historia del niño que nunca fue

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Sucedió una noche de primavera de 1983. El escenario: el Auditorio Cívico de Pasadena, California. El pretexto: la celebración del 25 aniversario de Motown Records, la mítica disquera del productor Berry Gordy, famosa por difundir y popularizar en los años 60 y 70 la música negra. Decayendo ante la creciente competencia en la industria, la empresa apostó por la realización de un especial de televisión para festejar su primer cuarto de siglo y, al mismo tiempo, detonar un revival. Lo logró. Lo que sucedió aquel 25 de marzo fue televisado dos meses después, registrando una audiencia de 47 millones de personas y anotando un hito en la historia no sólo por haber reunido a leyendas de su catálogo como Diana Ross, Stevie Wonder y Marvin Gaye, sino porque aquella noche el jovensísimo Michael Jackson , otro vocalista del grupo The Jackson 5 que recién comenzaba carrera como solista, cantó su sencillo “Billie Jean”. Eso no fue todo. En los cinco minutos que duró la canción, durante dos segundos (y es que ese lapso es suficiente para cambiarlo todo) ejecutó el que se convertiría en el paso de baile más famoso del siglo XX: el moonwalk.
Esa noche, mientras sus pies que caminaban en reversa parecían flotar en el aire, Michael dejó de ser tan sólo un “talento prometedor” para convertirse en lo que fue el resto de su vida: una superestrella.
Tan lejos de lo normal

Hubo muchos rumores en los años 80 relacionados con Jackson y su fortuna, que era tan grande como su excentricidad; se decía que había comprado los restos del “hombre elefante”, que guardaba el cuerpo de Walt Disney criogenizado y que dormía en una cámara de oxígeno para no envejecer. Hasta las cosas más surrealistas adquirían credibilidad cuando se sumaba su nombre a la oración. Después de todo, fue él quien estableció su hogar en un rancho/parque de diversiones al que llamó Neverland (como la isla habitada por Peter Pan) y quien se dejaba ver con mascotas como un chimpancé llamado Bubbles. A eso hay que sumarle las múltiples cirugías plásticas que se evidenciaban en su rostro y que él siempre negó. Al respecto, aseguraba, habían sido sólo tres: dos en su nariz y una en su barbilla. Nadie le creyó. Y, claro, imposible no mencionar el cambio en su piel. El niño de color más famoso de Estados Unidos se convirtió en un adulto blanco como la nieve. Para eso el artista tenía una respuesta más lógica: padecía vitiligo, condición que muchos pusieron en duda pero que se confirmó en los resultados de su autopsia, publicados en 2013. El padecimiento lo afectó desde 1986. Karen Faye, su maquillista, lo corroboró al decir que ante el avance de la enfermedad igualar las áreas blancas con el tono original resultaba cada vez más difícil. Al final, cuando un proceso médico aceleró los efectos, la transición fue más sencilla. Su madre, Katherine, lo explicó con menos tacto: “Su cara es blanca porque sufre ese mal y en lugar de tenerla manchada como vaca hizo un cambio completo”.

Debido a todas las historias que se publicaban sobre él (ciertas o no), tuvo una mala relación con la prensa. Sobre eso declaró: “¿Por qué no le dicen a la gente que soy un marciano? Díganles que como pollos vivos y que hago bailes vudú a medianoche. Creerán todo lo que les digan porque son reporteros. Pero si yo les digo: ‘soy un marciano y como pollos vivos y hago bailes vudú a medianoche’, la gente opinará: ‘wow, Michael Jackson está loco... no puedes creer ni una maldita palabra suya’”.
El ermitaño que fue un prodigio

Fueron pocos ratos en los que el solitario de Neverland pudo ser una persona normal. De los 50 años que vivió, 45 los pasó sobre un escenario. Es así que ni el propio Michael tenía memorias antes de la fama. “Recuerdo que mi infancia era puro trabajo”, escribió en su libro autobiográfico Moonwalk, publicado en 1988. Su vida se trató siempre de ensayos, visitas al estudio, presentaciones, entrevistas y sesiones fotográficas. Habló varias veces sobre un parque cerca de la disquera, que idealizó tras escuchar el barullo de los niños jugando, algo imposible para él: “Saber que yo no podía ir me hacía llorar”.

El cantante de pop, en ese entonces integrante de la banda de R&B Jackson 5, posa con una playera de Mickey Mouse. Era el año 1971.

Nacido el 29 de agosto de 1958, fue el séptimo hijo de nueve que tuvieron Joseph y Katherine Jackson, un matrimonio de testigos de Jehová instalado en Indiana. Era una familia pobre que, en palabras de la madre, no creía en el aborto y por eso eran tantos. En una minúscula casa, que ahora suele ser visitada por hordas de fans, pocas veces había abundancia de comida. Lo que sí resultó desbordante fue la facilidad para la música que corría en la sangre de cada uno. Katherine tocaba el piano y el clarinete, y Joseph, la guitarra, con la que ganaba algunos dólares extra trabajando en un conjunto musical. Cuando la pareja descubrió el talento de sus hijos, el padre decidió formar una banda: los Jackson Brothers, en la que el vocalista era Jermaine Jackson. Un día Katherine escuchó a Michael cantar y le comunicó el hallazgo a su marido: el pequeño de cinco años tenía una voz excepcional. En poco tiempo Michael se integró al grupo (que más tarde se convirtió en The Jackson 5) como el líder definitivo. Pero el éxito no llegó fácil. Para brillar en los escenarios, los hermanos se sometían a horas de ensayos dirigidos por su padre, quien les prohibió que lo llamaran “papá”. “Para ti soy Joseph”, le dijo. En Living with Michael Jackson, documental del periodista inglés Martin Bashir basado en meses de entrevistas, el cantante confesó que su padre le daba pavor. Mientras practicaban, Joe los vigilaba con un cinturón, listo para golpearlos al primer error. En ocasiones los lanzaba con fuerza contra la pared. A él le decía que era un niño feo con nariz gorda. Cuando esto se hizo público, los complejos que se distinguían en Michael fueron comprensibles. “Me daba tanto miedo, que a veces vomitaba sólo con verlo. Era muy cruel, yo jamás sería así con mis hijos, trato de ser justo lo contrario”.
El éxito nunca llega solo

Michael no podía ni ir a la tienda sin causar una tormenta, y se volvió cada vez más aislado. Pero eso no evitó los escándalos. Tras un accidente al grabar un comercial en 1984, comenzó a tomar analgésicos, que años después serían su perdición.

Ocurrió también el cambio de pigmentación. A la par, sus discos se vendían como pan caliente y sus giras eran cada vez más exitosas. Pero en 1993 la fortuna cambió para mal: un hombre llamado Evan Chandler lo acusó de abusar sexualmente de su hijo Jordan, quien había visitado a Jackson en Neverland. El comportamiento excéntrico e infantil del cantante no ayudaba al caso, el cual se detuvo cuando consiguió un acuerdo fuera de la corte que le costó, según rumores, unos 20 millones de dólares. Otra imputación llegó en 2003, desatada por la cinta de Bashir donde aparecía Gavin Arvizo, un niño que se presenta como amigo del cantante. Poco después el menor lo acusaba en la corte. En 2005 Jackson fue declarado inocente. Y aunque a nivel legal su expediente estaba limpio, su imagen se ensució de modo irreversible.
Tenía en contra lo ambigua que resultaba su sexualidad. Hubo quien aseguraba que era homosexual. Sobre eso, J. Randy Taraborrelli escribió en Michael Jackson. The Magic & The Madness las opiniones de la estrella: “No tendré un ataque nervioso porque la gente piensa que tengo sexo con hombres. Sería corriente de mi parte dejar que este chisme me afectara. Además sonaría como si tuviera prejuicios contra la gente gay y no es así”. De un modo complejo, Michael se relacionó con varias mujeres: de joven, con las actrices Tatum O’Neal y Brooke Shields; ya de adulto, con Lisa Marie Presley (la hija de Elvis), con quien estuvo casado dos años para luego tener una relación de idas y vueltas que duró cuatro más; y con su amiga Debbie Rowe, asistente de su dermatólogo, quien fue tres años su esposa y con quien tuvo a sus primeros dos hijos (aunque nunca vivió con ella): Prince Michael Jackson Jr. y Paris-Michael Katherine Jackson. Su tercer retoño, Prince Michael II, apodado “Blanket”, nació vía gestación subrogada. Y pese a que los periodistas lo cuestionaron, siempre aseguró que los tres eran sus hijos biológicos.
Una despedida trágica

El rey del pop murió el 29 de junio de 2009 a causa de un paro respiratorio. Tenía 50 años y estaba preparando su última gira: This Is It, de la que sólo quedó un documental. Había un exceso de calmantes en su cuerpo y se habló de una sobredosis autoinfligida, pero un año después se aclaró que su fin se debió a la negligencia de su médico, Conrad Murray, quien fue encontrado culpable de homicidio involuntario. Condenado a prisión, fue liberado en 2013.

Los restos de Jackson yacen en una cripta, en el memorial Forest Lawn de Glendale, California. Ahora están acompañados por los de Joseph , fallecido en junio de este año. Que compartan tumba el hijo prodigio y el padre abusador es una ironía, aunque Michael aseguró que lo había perdonado. Como sea, se comprende que el talentoso cantante no está ahí sino en los récords que sigue batiendo y en las 11 millones de personas que cada mes escuchan su música en Spotify. El que Frank Sinatra dijera que era el único hombre que cantaba mejor que él; el que Fred Astaire calificara como “el mejor bailarín”, quizá no consiguió ser un niño eterno como Peter Pan, pero con su voz y sus pasos de baile heredó al mundo algo mucho más duradero que el polvo de hadas.
Sus looks más icónicos
En una entrevista realizada en 1982, Michael le aseguró a su entrevistador (quien era nada menos que el artista pop Andy Warhol) que la moda lo tenía sin cuidado. “No me fijo en la ropa, excepto que sea para subir al escenario”. Y vaya que, en esos casos, lo hacía. Famoso por ser perfeccionista, hizo de sus vestuarios un ritual para los fashionistas: había que ver qué usaba Michael Jackson para saber qué se pondría de moda tanto en otros escenarios como en las calles.
  • 1979
El año del suéter de lentejuelas plateadas sobre camisa blanca con pajarita negra, combinados con pantalones negros. Es el look con el que se recuerda su disco O the Wall.
  • 1983
Llegaron a su guardarropa sus famosas chamarras de piel color rojo. Usó dos modelos similares, uno con detalles dorados en el video de “Beat It” y el famosísimo conjunto rojo con líneas negras del video de “Thriller”
  • 1984
Hizo su aparición el guante con lentejuelas que portó varios años en la mano derecha.
  • 1987
El glam callejero en su máxima expresión: su estilo en el video de “Bad” (dirigido por el cineasta Martin Scorsese) era pura rebeldía. Cuero negro, cadenas, broches y estoperoles.
  • 1991
Al inicio de los 90 buscó looks más sencillos: un pantalón negro y una camisa blanca bastaron para presentar “Black or White”. El atuendo resultó una sorpresa luego del estilo gángster que lució en el video de “Smooth Criminal”.
  • 2000

Cuando se dejaba ver en la primera década del siglo XXI lo hacía, casi siempre, enfundado en atuendos negros slim fit casi de pies a cabeza. Entre sus casas de moda favoritas (o que al menos vistió con más frecuencia) estuvieron Balmain y Givenchy.

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Por: Mónica Isabel Pérez / Foto: Getty Images
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