Honramos la vida y obra de uno de los personajes más influyentes del cine: Sir Sean Connery, quien apagó su estrella a los 90 años el 31 de octubre de 2020.
Es irónico cómo un chico del bajo mundo y con la escuela trunca, que se enlistó en la marina y lustró ataúdes, mostró lo que es ser el epítome de un héroe de acción galantería británica”. Esto expresó Sir Michael Caine de su amigo y compañero de escena Sean Connery, en la premier de The Man Who Would Be King (1975).
Ambos fueron cercanos hasta el final, según Micheline Roquebrune, pintora y segunda esposa de Connery, cuya unión sólo disolvió la muerte tras 45 años de matrimonio. “Sean murió entre sueños y sin dolor, como quiso”, expresó Roquebrune a BBC News, luego de aclarar que el actor padecía demencia senil.
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Antes del smoking hubo golpes
Esta frase resume uno de los capítulos de la autobiografía de Sean Connery, Being a Scot. Donde se sinceró sobre lo que significa ser escocés y, más aún, ser humilde y sin oportunidades.
“Antes de siquiera soñar con el estrellato, traía el pan a casa. Mis padres eran pobres, mi madre (Euphemia McLean), limpiaba casas y mi padre (Joseph Connery) era obrero. Entonces había que aprender dos cosas: a no quejarse y a saber defenderse.
Por eso me alegra que a mis casi 60 años me declararan el hombre más refinado atractivo del mundo, cuando antes del smoking de Bond estuvieron los guantes y los golpes.
Habitar en Fountainbridge, Edimburgo, era sinónimo de una vida dura, donde en cualquier momento alguien intentaría asaltarte o se aprovecharía de ti. Porque de eso se trata la supervivencia, aquí no hay buenos o malos, sólo escasos recursos”, declaró el también productor de cine.

“Cuando era joven, Gran Bretaña atravesaba una época difícil. Hubo que soportar bombardeos nazis, la posguerra y la quebradiza situación económica, orillándonos a acelerar nuestro crecimiento. A mí me favoreció ser corpulento. A los 12 años parecía mayor, lo cual me permitió ingresar en el mundo laboral con rapidez. Para entonces ya conducía un camión repartidor de leche de St Cuthbert’s Co-Operative Society, entre muchas cosas más. No me avergüenzo de haber sido lustrador de ataúdes o modelo para escuelas de arte. Ser versátil significa moverte con holgura en donde sea y quizás en parte por ello fui seleccionado en el casting de James Bond, por ser adaptable y pendenciero a la vez”.
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Hollywood antes que Manchester
De no haber sido un gran intérprete como lo demostró en su robusta carrera con poco más de 100 participaciones en televisión, cine y teatro, Sean habría sido futbolista y uno excepcional, ya que el club Manchester United lo tenía en la mira al figurar como extremo derecho en el equipo Bonnyrigg Rose Athletic. De haber sido fichado por el legendario entrenador Matt Busby tal vez hoy día sería de la talla de futbolistas como Franz Beckenbauer o Alfredo Di Stéfano; tales eran sus habilidades, que Busby le ofreció 25 libras esterlinas a la semana más un contrato anual, pero Connery lo rechazó.
“Quería aceptar porque me encantaba el soccer, pero un futbolista de élite desciende a los 30 años y yo tenía 23. Me quedaba poco tiempo de éxito. Al final, ser actor resultó una de las decisiones más inteligentes de mi vida”, declaró a una publicación de la Asociación Escocesa de Futbol Juvenil; no obstante, además de ser una luminaria hollywoodense, se desempeñó como figura moral del Partido por la Paz en 2005 (año en el que se retiró públicamente), donde compartió momentos con el astro del balompié Ronaldinho, y ambos hicieron un saque de honor en el Camp Nou de Barcelona.
Los diamantes son por siempre
Al igual que dichas gemas, que antes de conocer su valor hay que pulirlas, Sean Connery abandonó la idea de ser futbolista para acariciar el deseo de ser actor y brillar.
Con escasos 23 años y nula experiencia, tras perder el certamen de Mister Universe en 1953, se aventuró y le hizo caso al ex competidor Johnny Isaacs, quien le sugirió presentarse en la producción del musical South Pacific, de Broadway.
Pese a los comentarios negativos de sus conocidos, consiguió el papel y sepultó por completo a “Big Tom”, como le apodaban en el mundo del atletismo para renacer como Sean Connery. El tipo fuerte de Edimburgo, que cautivaría a cineastas como Alfred Hitchcock y John Huston, quienes explotaron su carisma y poderes seductores en diversos filmes.
Pero de no haber sido por Robert Henderson, no existiría la figura que conocemos hoy día. Ya que su homólogo estadounidense le hizo agudas recomendaciones. Por ejemplo, que si se cultivaba tendría acceso a mejores roles, de modo que Henderson le prestó obras de Ibsen, Shakespeare y Shaw. Y lo introdujo en clases de elocución, que le aseguraron el éxito en Darby O’Gill and the Little People, de Walt Disney, entre otros filmes.
El golpe de suerte sucedió en 1962 cuando audicionó para el agente 007, basado en las novelas del inglés Ian Fleming y la producción de Albert Broccoli y Harry Saltzman. Y aunque en un principio fue desdeñado por la tercia, la esposa de Broccoli y el director Terence Young vieron en el escocés al potencial Bond: “Se mueve como pantera”, fue la frase que profirió Dana Broccoli al verlo cruzar la oficina.
“Su musculatura, su mirada intensa y esa dosis de maldad fueron las notas que hicieron que él encarnara a James Bond y no David Niven, como deseaba Fleming”, asegura Barbara Broccoli, hija de Albert, productora y continuadora de la saga.
Cuando filmaban temían que la franquicia no funcionara y que el público estadounidense no conectara con el personaje, o las leyes de censura les enlataran la cinta. Tampoco había presupuesto, por ello empezaron con Dr. No, ya que requería pocos actores, un par de escenarios exóticos y muchos trucos.
La taquilla no mintió, Bond hechizó a mujeres y hombres, y la frase al inicio de la cinta se volvió la insignia de siete filmes que Sean protagonizó entre 1962 y 1983 con el emblemático smoking. Impactando a figuras como Roger Moore o Pierce Brosnan, y al mismo Ian Fleming, quien quedó fascinado con el apuesto trigueño, dotando a su creación con orígenes escoceses para hacer un guiño a Connery. Pero Fleming no disfrutó del éxito de su invención, pues falleció en 1964, dos años después del estreno.
Desde aquel momento hasta su última aparición en Never Say Never Again, Sean se ganó el título de galán irremediable y figura de acción insuperable. La crítica y el público lo coronaron como el mejor agente encubierto de todos. Si bien demostró sus rampantes habilidades en centenas de producciones, su esencia y carrera quedaron plasmadas en tres cadentes y misteriosas palabras: “Bond, James Bond”. Convirtiéndolo en una pieza exquisita del celuloide como el diamante que siempre fue.