Entre mujeres... nos hacemos daño

Entre mujeres... nos hacemos daño

Los golpes bajos entre nosotras nos lastiman ma?s que un pun?etazo y, en muchas ocasiones, nos agredimos so?lo por nuestro ge?nero. ¿Por que? hacemos esto y de que? manera comenzar a cambiar?


Hace no mucho quedo? en evidencia que entre las actrices Sarah Jessica Parker y Kim Cattrall las cosas no eran tan lindas como las que vivieron sus personajes de Sex and the City. Su amargo jaloneo a rai?z de la muerte del hermano de la coestrella de la serie (Cattrall), confirmo? los rumores de que la va?lvula estaba a la ma?xima presio?n.

?Queridi?sima Kim. Mi amor y condolencias para ti y los tuyos. Buen viaje para tu amado hermano. Besos?. El amoroso tuit recibio? una respuesta atronadora: ?No necesito tu carin?o o apoyo en este momento tra?gico. Mi madre me pregunto?, ?¿cua?ndo te dejara? tranquila esa hipo?crita??. Tu contacto es un recuerdo doloroso de lo cruel que en realidad eras entonces y eres ahora?.

¿Que? paso? entre ambas para llegar a este extremo? Todo Hollywood especulo? sobre la disparidad de salarios, el ?divismo? achacado a Kim o el resentimiento de Sarah Jessica por la negativa.




Las mujeres debemos unirnos, protegernos y apoyarnos en contra de la cultura de la rivalidad femenina, que no nos permite tomar lo mejor de nosotras.De su compan?era a filmar una tercera peli?cula de la saga. Pero quiza? nada esta? apuntando en la direccio?n correcta. Una mirada profunda a los mecanismos suti- les de las relaciones entre mujeres podri?a revelar lo que ahi? ocurrio?.

Juego fatal

Dice la poli?tica y activista espan?ola Carmen Albroch, autora del ensayo Malas: rivalidad y complicidad entre mujeres, que vivimos inmersas en la idea de que la competencia y la tensio?n son las marcas distintivas de las relaciones entre nosotras. Nos vemos como enemigas naturales y tirarnos los trastos a la cabeza es lo?gico, porque, segu?n mitos antiguos, somos inestables, peleamos por los hombres y queremos destacar sobre las otras.

Estas ideas se encuentran tan normalizadas que ni siquiera las cuestionamos y lo peor: muchas veces seguimos la pauta de un juego en el que no hay ganadoras.


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