El placer de viajar en el Orient-Express...

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Ningún tren encarna el lujo de antes como el Orient-Express. Con su marquetería de caoba y ébano, sus cristales de Murano y su servicio de guante blanco es, sin duda, el más exquisito del mundo

Vista del lavamanos.
No hay TV, fax, Internet ni radio, lo que lo convierte en un cambio relajante.
Cada vagón fue restaurado como en su época de gloria.
El tren comenzó a funcionar en 1883, por la compañía internacional Wagons-lits. Fue creado para atraer a los VIP de esa época. Los uniformes del personal no han cambiado desde 1920.
Un pianista entretiene a los pasajeros.
Las atenciones delicadas del personal son constantes.
Servicio personalizado: un camarero para cuatro comensales.
El Etoile du Nord, uno de los tres comedores.
Toda la comida que se sirve es fresca y se prepara a bordo. ¡Un milagro de habilidad, pues la cocina del tren es muy pequeña! Vajilla de porcelana, cubiertos de plata y copas de cristal.
El desayuno se sirve en las cabinas.
Mientras los pasajeros cenan, un empleado hace las camas.
Ningún tren encarna el lujo de antes como el Orient-Express. Con su marquetería de caoba y ébano, sus cristales de Murano y su servicio de guante blanco es, sin duda, el más exquisito del mundo, por ello, un viaje en el Orient-Express es un paréntesis encantaddo en el ajetreo de la vida de todos los días.
Un espectáculo panorámico que maravilla a todos.
Los pasajeros deben estar bien vestidos. Los jeans están prohibidos.
De madrugada se pueden contemplar los paisajes suizos y los picos nevados de los Alpes.
Desayuno continental en la intimidad de la cabina.
Los camareros dispuestos a llevar los platos.

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