Manolo Blahnik: Mago del calzado

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El famoso diseñador platica acerca de su carrera de más de 40 años

Si Manolo Blahnik es desde hace casi cuatro décadas uno de los diseñadores de zapatos más exitosos del mundo, fue la irrefrenable pasión de Carrie Bradshaw por sus modelos en la serie de televisión “Sex and the City ” (1998-2004) la que lo lanzó a celebridad internacional. Los “manolos” se convirtieron en los accesorios preferidos de las estrellas. Aquí, un encuentro con un creador con los pies en la tierra y los zapatos en la imaginación

El gran mago del calzado nació en 1942, en las Islas Canarias, hijo de una española y un checo, propietarios de una plantación de bananos. Durante la Segunda Guerra Mundial, la familia permaneció aislada del continente y sufrió penuria de ropa y calzado. Pero su madre, que era una mujer muy hábil, aprendió a hacer zapatos para todos ellos. Sin duda, ésta fue la semilla que germinó años después en su hijo. Tras estudiar Literatura, en Ginebra, y Bellas Artes, en París, Manolo Blahnik decidió dedicarse a la escenografía. Pero un día su amiga Paloma Picasso lo convenció de ir a New York a ver a Diana Vreeland, la famosa editora de moda, quien tras ver sus diseños lo felicitó y le dijo: “Haz zapatos”. Y Manolo hizo zapatos. No solo los diseñó, sino que aprendió todos los secretos de su construcción y, en pleno auge de las plataformas, propuso el regreso del elegante tacón de aguja (stiletto), hoy día un clásico y símbolo de su estilo.

En 1973, abrió su primera tienda en Chelsea, Londres, y las celebridades no tardaron en llegar: las desaparecidas Jackie Kennedy Onassis y la princesa Diana de Gales , y las estrellas “devotas” de sus creaciones, desde Sophia Loren , Lauren Bacall, Claudia Cardinale o Marisa Berenson hasta Sarah Jessica Parker , Sofia Coppola, Jennifer Aniston, Kate Moss, Beyoncé o Madonna , quien dijo: “Los zapatos de Manolo Blahnik son tan buenos como el sexo y duran más”.

Su éxito fue inmediato, ¿cómo lo explica?
No lo sé. Al principio no tenía la menor idea. Me hicieron falta unos 10 años para aprender el oficio, que, por cierto, no fue en la escuela sino en las fábricas. Tuve mucha suerte de tener a mi alrededor a algunas mujeres increíbles que adoraban mi trabajo, como Bianca Jagger, Paloma Picasso y Marisa Berenson, entre otras. Lo que yo hacía entonces era completamente diferente a lo que era habitual entonces, incluyendo esas horribles plataformas. Creo que esa fue la clave.

¿También, quizás, haya sido su perfeccionismo?
Quizás. Me gusta terminar el producto de la mejor manera, con los mejores materiales, diseño impecable y lograr el perfecto equilibrio del tacón y el arco. Soy muy autocrítico, si algo me parece que no está del todo bien, ¡fuera! El zapato debe ser liviano, bello, equilibrado y perfecto. Es cierto que hace tanto que hago esto que puedo construir un prototipo “casi” con los ojos cerrados.

En los últimos años ningún accesorio de moda sufrió tantos cambios como los zapatos. Para muchos diseñadores, la elegancia ya no es una prioridad y está detrás de la originalidad o del hecho de batir un récord (el tacón más alto, la plataforma más gruesa). ¿Cómo explica este fenómeno? ¿Es el síntoma de una sociedad de consumo en pleno delirio?
Para ser honesto, es un fenómeno que me fascina. Hay gente que dice que soy el responsable de esta explosión en el calzado. Pero yo opino que hay límites que deben respetarse. Por ejemplo, una mujer debe poder caminar con sus zapatos, entonces ¿qué tan altos pueden ser? Creo firmemente que los zapatos deben ser cómodos y estar bien hechos, que deben complementar a la mujer, para que luzca mejor y no lo opuesto, que es lo que consiguen las plataformas. Para mí, buen diseño y elegancia es la prioridad absoluta y eso nunca va a cambiar en mis creaciones. En síntesis, me alegra que haya tantos zapatos para elegir, lo que me irrita es que algunos me copian mucho. Literalmente hay uno que hace exactamente mis mismos modelos...

¿Cuál es para usted el mejor elogio que pueden recibir sus zapatos?
Una mujer me dijo que cuando se aburre en una cena mira sus pies por debajo de la mesa y se levanta el ánimo. Bonito, ¿no? Algunas me dicen que pueden correr con ellos y eso me alegra mucho, porque no tiene sentido hacer zapatos que causen dolor; es una cuestión de técnica y de equilibrio.

Usted dice estar orgulloso de no seguir la moda y, sobre todo, de no cambiar de una temporada a la otra. Pero seguramente sus zapatos sí se han transformado en 10, 20, 30 o 40 años. ¿A qué se atreve ahora que no se hubiera animado a crear antes?
Es cierto, no sigo la moda. Yo hago lo que creo que es bello y elegante, y realmente no me comprometo con las tendencias, quizás porque las desconozco. Mi sentido de la estética siempre ha sido el mismo y seguirá siéndolo. Por supuesto, la tecnología avanza y la aplicamos a la producción del calzado. También la variedad de materiales y telas es hoy día increíble y eso me hace muy feliz, porque tengo más posibilidades de elección que antes. Me encanta experimentar con nuevos materiales.

Puede decirse que ningún otro diseñador maneja los colores y los accesorios de la manera teatral como usted lo hace. ¿Es el aspirante a escenógrafo al que Diana Vreeland le aconsejó dejar de lado que asoma su nariz?
Es posible. Adoro los colores y las diferentes texturas, los materiales opulentos, las sedas... Todo ello es muy teatral. Adoro lo que es bello y está bien hecho...

Los colores, la fantasía y cierta ligereza son las características básicas de sus zapatos. ¿Por donde divaga su mente cuando crea y trabaja? ¿Cómo hace para que su imaginación nunca se agote?
Mi mente viaja por muchos sitios. Muchas veces a Sicilia... ¡adoro esa isla! Otras me pierdo en las callecitas del mercado de Dakar o viajo a algún sitio del que leí en una libro o una revista. A veces veo una pintura de Zurbarán o un magnífico jardín repleto de flores bellas y perfumadas. Mi imaginación es muy vívida y me lleva a muchos sitios... A menudo me preguntan cómo hago para crear nuevos modelos año tras año. La verdad es que no me es difícil, vienen a mí. Más aún, en general tengo que editarme, porque tengo millones de fantasías, más de las que puedo concretar.

La tienda Manolo Blahnik en Londres

En 40 años de carrera creativa, ¿cuál es el calzado que nunca diseñó y que jamás lo haría?
Las plataformas. Bueno, admito que hice algunas allá por los años 1970, pero nunca volví a cometer ese pecado. Las desprecio y creo que son el calzado menos atractivo del mundo, pues destruyen el balance y el volumen del cuerpo. Especialmente cuando no se es muy alta. Usar plataforma es el gran error de las mujeres bajas, así como tacones demasiado altos, pues la proporción no funciona. En cambio, toda mujer se ve fabulosa con tacones finos.

Los tacones altos son símbolo de sex appeal y seducción. ¿Diría usted que una mujer que no los usa podría estar inconscientemente negándose a seducir?
No lo creo. Algunas chicas son supersexy con los flats. Por ejemplo, basta mirar a Brigitte Bardot en la película Y Dios creó a la mujer, maravillosa con ballerinas y un vestido muy sencillo. El asunto de la seducción tiene que ver más con la manera como camina y como se mueve una mujer que con la altura de sus tacones. Algunas que no saben caminar con tacones altos no son sexy.

Usted suele decir que aspira a que con sus zapatos las mujeres se sientan princesas, y calzó a la más icónica de ellas: Diana de Gales.
Para mí fue un enorme privilegio. A la princesa Diana le encantaba lo que nosotros hacíamos. Le gustaba venir a nuestra tienda de Chelsea. Cuando llegaba, corríamos las cortinas y los guardaespaldas se quedaban en la calle: nadie sabía que ella estaba allí y tenía toda la privacidad que quería... A Kate, duquesa de Cambridge , también le gustan mucho los zapatos (cuando partió a su gira por Estados Unidos y Canadá se le vio con unos “manolos” azules). ¡La princesa Diana hubiera estado tan orgullosa de ella!

Es sabido que a usted las celebridades no le hacen mella...
Las celebridades porque sí, famosas por ser famosas, no, pero me gustan las mujeres con estilo, actrices como Uma Thurman e iconos como Audrey Hepburn . Me gusta que usen mis zapatos mujeres con estilo.

¿Cuál es, según usted, el período histórico en que se encuentran los zapatos más bonitos?
Yo adoro los zapatos franceses del siglo XVIII, como se usaban en la corte de Versalles (Blahnik creó decenas de modelos para la película Marie Antoinette, de Sofi a Coppola). También me encantan los zapatos de los años 1920. Para hombres me gustan las zapatillas georgianas, esas que encontramos en las pinturas de Goya. Las tengo en 30 colores.

¿Quiénes son sus ídolos o maestros?
André Perugia, diseñador francés de origen italiano (1893-1977), por su humor e imaginación, y Pietro Yantorny, célebre zapatero italiano (1874-1936) que se anunciaba como el “zapatero más caro del mundo”, un perfeccionista que podía tomarse hasta tres años para completar un par de zapatos particularmente complicado.

A principios de este año, una de las últimas casas de moda francesas familiares -Sonia Rykiel- fue adquirida por un grupo chino. Usted no desea agrandar su negocio y se mantiene independiente de los grandes grupos. ¿Cómo lo logra?
Me han hecho muchas, muchas propuestas, pero yo amo mi libertad. Quiero hacer lo que quiero y cuando quiero hacerlo. No me gustan las compañías enormes, no podría trabajar con financistas. Imposible. No puedo soportar el ambiente corporativo y las interminables reuniones con montones de personas; ya estoy demasiado viejo para eso. Quisiera mantener mi compañía en el tamaño que tiene. Trabajo con mi hermana, con mi sobrina y con alguna otra gente allegada y así es como me gusta. Es cierto que es muy difícil ser independiente en este momento y por eso debemos trabajar más. Yo diseño todos los modelos y no soporto que intenten influenciarme. A veces tengo éxito, otras no, pero es mi producto, es mi idea y la sigo hasta el final. Mi única alegría, además de mis libros y de mi jardín, es visitar las fábricas. Esta es mi vida.

Español de nacimiento, inglés por adopción. Sin embargo, dice que cada vez se siente más atraído por su tierra, más al sur. El “otro” sur, Latinoamérica, ¿fue alguna vez fuente de inspiración para usted?
Adoro el estilo colonial de Latinoamérica, especialmente de Lima y de Cartagena.

¿Cuál fue el encargo más loco que ha recibido como diseñador?
No fue un encargo, pero fue muy loco: una vez estaba en una sesión de firmas de zapatos en Atlanta, Estados Unidos, y una mujer me pidió que le firmara en la pierna. Unas horas más tarde volvió ¡y se había tatuado mi firma en el muslo!

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