Una boda por el bien de Mónaco

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Alberto II de Mónaco dejó atrás su vida fiestera y ha decidido sentar cabeza y formar una famila

Junio 19, 2011

A sus 53 años el príncipe Alberto II de Mónaco ha decidido que llegó la hora de renunciar a su soltería y formar su propia familia. Siempre dijo que su deseo era casarse por amor y, a pesar de su larga lista de relaciones, parece que el amor nunca llamó a su puerta tan insistentemente como ahora.

Con más de medio siglo de vida, lejos queda su etapa de diversión y gozo, de fiestas sin fin y paseos en lancha, rodeado de bellas señoritas. Desde que murió su padre, Rainiero III, Alberto ejerce de príncipe reinante en Mónaco, donde el glamour, el dinero y la belleza son señas de identidad.

El hijo de Grace Kelly encontró en la elegante ex nadadora sudafricana Charlene Wittstock a su alma gemela , con quien, asegura, le gustaría formar su propia familia y, por lo tanto, dar al principado un heredero legítimo.

De no ser así, en caso de sucederle algo, sería su hermana la princesa Carolina la soberana del principado, o bien el primogénito de ésta, el príncipe Andrea.

Alberto de Mónaco, quien durante años ha tenido que sufrir comentarios sobre una supuesta homosexualidad, reveló y reconoció que fruto de sus aventuras era padre de dos hijos: una niña norteamericana, Jazmín Grace; y un niño parisino de ascendencia togolesa, Alexander.

Los cambios en la Constitución monegasca que realizó el príncipe Rainiero, en 2003, evitan que esos niños puedan llegar al poder, curiosamente por el mismo camino que él lo hizo.

Una pincelada histórica

La madre de Rainiero, Carlota, era hija natural de Luis II, príncipe de Mónaco; hija a quien desdeñó presionado por su progenitor, Alberto I.

Ricardo Mateos Sáinz de Medrano, especialista en casas reales europeas, afirma que el príncipe Luis II “fue un solterón que, como único miembro de su familia, carecía de herederos directos. De modo que a su muerte el trono de Mónaco debía de revertir, a sus primos alemanes, los duques de Urach”.

Sin embargo, el especialista explica que, una vez finalizada la Primera Guerra Mundial, el estado francés impuso que ningún alemán reinase Mónaco. Por este motivo, Luis II reconoció como legítima a Carlota y la llevó a vivir al principado con el título de duquesa de Valentinois.

Hizo que se casara con el conde Pierre de Polignac y de este matrimonio nacieron dos hijos, Antoinette y Rainiero, quien finalmente se alzó con la corona del pequeño país.

El matrimonio fue un fracaso total desde los orígenes y, dada la situación singular del nacimiento de Carlota, se decidió que Luis II sería sucedido directamente por su nieto Rainiero saltándose así a Carlota.

Matrimonio por amor

Parafraseando el título del libro de Mateos, “Nobleza obliga”, podríamos preguntarnos si Alberto de Mónaco estaba obligado a casarse, pero el escritor recuerda que ya reinó soltero su bisabuelo Luis II “que se casó siendo ya muy, muy mayor.

Por tanto, si Alberto II se casa ahora debe ser por amor, o simplemente por contar con una compañía y una compañera en el seno de una familia muy nuclear y con muy pocos miembros.

En caso de que no tuviera descendencia de una manera natural, Andrea Casiraghi, el hijo mayor de Carolina , recibiría los derechos que le llegan por vía de su madre y reinaría como príncipe.

Al ser la familia principesca de confesión católica los hijos del actual príncipe, al no haber nacido de “Santo matrimonio” quedan automáticamente deslegitimizados”, dice Mateos.

Si el primogénito del nuevo matrimonio es una niña, no tendría problemas para reinar, explica Mateos, “puesto que la constitución lo permite a falta de hijos varones. En Mónaco los varones aún tienen preferencia sobre las mujeres, pero ellas no están incapacitadas para reinar”.

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