Si te asustan las peleas o sientes que tienes todas las de perder, no pierdas la calma
A casi nadie le gusta pelear, y mucho menos con un ser querido o -¡terror!- con el jefe o con un compañero de trabajo. El enfrentamiento no solo es desagradable, sino que estamos conscientes de que muchas veces, por decir o hacer lo que sentimos si medir las consecuencias, se rompen relaciones que ya no es posible reparar. Pero hay ocasiones en que el choque es inevitable; simplemente nos toca lidiar con una situación difícil o defender nuestros derechos. En esos casos… ¿qué hacemos? ¿Cómo enfrentamos el problema?
Hay tantos motivos para pelear, como hay personas. Lo que muchos no toman en cuenta es que existen formas de pelear, por usar esa palabra, que son respetuosas y efectivas. Y, sobre todo, lejos de destruir, pueden salvar la relación.
PRIMERO, EVITAR
Dicen que «guerra avisada no mata soldado», pero aún mejor es la guerra evitada. Así que antes de entrar en las tácticas que debes usar cuando el enfrentamiento es inevitable, veamos algunas medidas preventivas para que ni siquiera tengas que entrar al cuadrilátero.
No discutas por cuestiones de gusto. Si el chocolate es mejor que la vainilla, o el pintor Marc Chagall es superior a Joan Miró, son apreciaciones personales. Argumentar por preferencias individuales es una pérdida de tiempo. Nadie tiene que justificar por qué prefiere el azul al rojo, ni convencer al otro de que uno es mejor que otro.
Sé flexible. Si piensas que tu forma de pensar o de hacer las cosas es la única que vale, siempre estarás en guerra contra el mundo.
Recuerda que la ira nada resuelve. Si respondes a una agresión o a un comentario que no te agrada con ira, solo lograrás aumentar el problema. Aprende a reconocer cuándo estás a punto de estallar. Ante la primera señal -tu bandera roja, por llamarle así- detente y respira hondo. Exhala. Relájate. Este es el momento de contar hasta 10 y, como en los deportes, pedir un tiempo para alejarte de la situación, enfriar los ánimos y tomar el control de tus emociones y de tus acciones.
CUÁNDO DEBES ENFRENTARTE
Como dijimos antes, a veces es necesario lidiar con el problema. En ese caso, es importante recordar que puedes borrar la palabra pelear de tu vida y cambiarla por otra más productiva: expresar.
Es cuestión de cambiar tu perspectiva de lo que significa estar en desacuerdo con otra persona. La idea es expresar tu parte del argumento con el fin de aclarar la situación, no de ganar una guerra. Es cierto que para algunas personas el propósito de una pelea es dejar a su contrincante vencido y humillado. Pero esto no solo acaba con las relaciones, sino que genera mala voluntad de los demás hacia ti. Quizás ganas la batalla, pero al final pierdes la guerra. Por lo mismo, si deseas salir airosa, sigue estas reglas de oro.
1. Escoge el momento apropiado. Discutir cuando ambas personas están «en caliente» puede ser desastroso. Es mejor esperar un tiempo para hacerlo con la cabeza fría y en control de las emociones.
2. Decide si estás preparada mental y emocionalmente. No discutas si estás ansiosa, deprimida o con las defensas bajas. Hazlo cuando sientas que puedes escuchar lo más difícil, sin perder el control.
3. Determina cuál es tu meta. Antes de expresar tu parte, decide qué, exactamente, deseas trasmitirle a la otra persona. La idea es que le dejes saber lo que sientes, piensas, esperas, prefieres o no aceptas. De nuevo, no se trata de «ganar» una pelea a como dé lugar, sino de expresar tu parte con el objetivo de aclarar y mejorar la situación.
4. Ten claros tus argumentos. Repasa cuáles son los puntos que deseas tocar. Sé específica: exactamente qué, cómo y cuándo. Explica tu parte de una manera directa y sencilla, sin reproches ni ataques personales.
5. No acuses ni agredas. Si dices: «Tú eres un desconsiderado, porque todo tu trabajo me cae a mí», harás que la otra persona se sienta atacada y suba sus defensas. Mira la diferencia: «Cuando no terminas tu trabajo, este me cae a mí y me siento abrumada. Por favor, a partir de ahora encárgate de completar tus asignaciones». Sin acusar a la otra persona, expones el problema, cómo te sientes y lo que esperas de ahora en adelante.
6. Evita las generalizaciones. Jamás, nunca, siempre, todos, son palabras que no deben entrar en la pelea. «Jamás eres considerado conmigo» invita a que la otra persona, lejos de escucharte, se defienda a capa y espada, porque siente que no te refieres a un hecho específico, sino a él como persona.
7. Mantén el tema en el presente. No saques lo que ocurrió hace ocho meses, ni menciones otras cosas que no vienen al caso y desvían la conversación. Concéntrate en lo que es importante ahora.
8. Tu actitud debe ser respetuosa. De más está decir que los gritos, las malas palabras, los gestos groseros y las ofensas personales te restan personalidad y, aunque la tengas, te quitan la razón. ¿Conoces a alguna persona que realmente haya «ganado» de esta forma?
9. «Lee» a tu oponente. Busca los gestos abiertos que indican receptividad, como los brazos y las piernas descruzados y el torso volteado hacia ti, lo mismo que la mirada directa. Si notas que la otra persona no está receptiva al diálogo, pues evita tu mirada o se nota hostil, pide un tiempo para calmar los ánimos. Jamás discutas con una persona que da señales de agresividad.
10. Ojo con tu lenguaje corporal. De igual forma, mantén una expresión amigable o neutral: gestos abiertos y mirada directa (no agresiva o retadora). El tono de voz suave ayuda a calmar los ánimos.
11. Gánate su confianza escuchando sin interrupción. Deja que la otra persona exprese su parte, sin interrumpirla a cada momento para aclarar tu versión. Es difícil mantener la boca cerrada cuando escuchamos algo que nos parece injusto. Resiste el impulso. Deja que la otra persona se desahogue, pues así -al sentir que pudo «sacarse» lo que llevaba por dentro- estará más receptiva. Si cuando es tu turno de hablar ella te interrumpe, tendrás fuerza moral para decirle que te extienda la misma cortesía.
12. No reacciones, actúa. Cuando nos sentimos atacados, muchas veces reaccionamos sin pensar. Este es el momento de contar hasta 10 y decidir qué es más productivo, si darte el gusto momentáneo de estallar, o controlarte y actuar de una manera mesurada e inteligente que, a la larga, es más productiva. La idea es mejorar la situación, y esto solo lo conseguirás ganándote la buena voluntad de la otra persona.
13. Si sientes que la situación cae en un terreno peligroso… pide un tiempo para calmar los ánimos y regresar en otra ocasión. Es importante saber hasta dónde podemos llegar.
14. Acepta las diferencias de opinión. Hay ocasiones en las que, no importa qué tan buenos sean tus argumentos, la otra persona simplemente no logra ponerse de acuerdo contigo. La reacción del otro no está en tus manos. Si el problema no se resuelve, entonces tendrás que tomar una decisión: aceptar la situación tal cual es o hacer un cambio en tu vida.
15. Acentúa lo positivo. Después que has expresado tu parte en el asunto, sin ánimo de «derrotar» a la otra persona, la idea es que ambas entiendan que esto no ha sido un ataque personal; que la meta es mejorar la situación y fortalecer la relación a través de la comunicación honesta. Dale las gracias por escucharte. Reitera lo positivo. Terminar con una sonrisa y un apretón de manos sincero es la meta de los verdaderos ganadores.