El chisme, ¿inocente o peligroso?

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Es atrevido, escandaloso o insidioso... Cuidado, es un arma de doble filo...

Chisme. La palabra despierta curiosidad, intriga, morbo; ante la posibilidad de escuchar uno “jugoso” se nos alborota el deseo de saber dónde, cómo, cuándo y quién. Y es que ante nosotros se abre la deliciosa posibilidad de descubrir algo ilícito, prohibido, secreto o vergonzoso. Y eso es divertido, ¿no es cierto? ¡Por algo tanta gente es fanática del famoso “cotilleo”! Las devotas del chisme aseguran que este es solo un pasatiempo inocente que a nadie le hace daño, porque las personas de las que hablamos ¡ni se enteran que son la “comidilla” del momento!

VÍCTIMA DE LAS HABLADURÍAS

Claudia, de 36 años, no opina lo mismo. Un chisme malicioso, que rodó como una bola de nieve montaña abajo hasta convertirse en una avalancha, acabó con su carrera, con una amistad y, por poco, arruina su matrimonio.

“Nunca imaginé de lo que son capaces los comentarios insidiosos... En el trabajo entablé una bonita amistad con un compañero, algo totalmente inocente y platónico. El comenzó a tener problemas en su matrimonio, y a veces salíamos a almorzar juntos. Yo lo escuchaba, porque él realmente amaba a su esposa y deseaba arreglar las cosas con ella. Con el tiempo comencé a notar las risitas y las miradas de algunos colegas, pero no les di importancia, porque a fin de cuentas mi conciencia estaba tranquila. Pero un día pasó lo que jamás imaginé. ¡Sin previo aviso, la esposa de él irrumpió en la oficina a darme un escándalo! Esa señora había perdido el control y yo estaba que me moría de vergüenza por sus gritos y amenazas. Según ella, yo estaba tratando de quitarle a su esposo. Al final, tuvo que venir un guardia de seguridad a sacarla. Por supuesto, ese episodio se convirtió en la comidilla del lugar. Incluso el jefe me llamó a la oficina a llamarme la atención por “desmoralizar” el ambiente laboral. La situación se me hizo tan bochornosa, que me vi obligada a renunciar. Por supuesto, ya no tuve más contacto con ese compañero de trabajo; los dos perdimos la amistad. Pero lo peor de todo fue la reacción de mi esposo. Aunque él creía en mí, se sentía humillado. ?Todos creen que me engañaste y posiblemente se burlan de mí a mis espaldas’, me decía. Durante un buen tiempo, las cosas estuvieron muy tensas entre él y yo. Tuvimos que ir a terapia de pareja para poder sobrellevar esa crisis... Y todo por un chisme; algo que nunca fue verdad. Esas personas que hablaron de mí sin saber la realidad nos hicieron a todos un gran daño”.

Por culpa de los chismes, muchas personas cargan con una fama inmerecida; otras pierden relaciones u oportunidades. Las amistades se rompen. Se hieren los sentimientos. Surgen peleas y se derraman muchas lágrimas. Aun si el chisme se basa en la realidad, este ofrece solo una parte de la historia. Por lo mismo, no les ofrece a sus víctimas el derecho a dar su versión de los hechos. Además, el chisme genera desconfianza, sobre todo en la persona que lo propaga. Sí, porque aunque todos nos acercamos a la “fuente de últimas noticias” para oír lo que tiene que contar, la realidad es que no confiamos en ella, pues si así habla de otros... ¿qué pasará el día que conozca o se imagine algo nuestro?

Entonces, si el chisme es ocioso y destructivo, malicioso y cruel, ¿por qué atrae a tantos, incluso a quienes han sido sus víctimas? ¿Por qué es tan difícil ignorarlo o, sobre todo, dejar de repetirlo, muchas veces “adornándolo” con detalles ciertos o imaginarios?

SABER ES PODER

Muchas personas se convierten en emisoras de rumores para...

1. Sentirse superiores. Contar los problemas o los desatinos ajenos logra que se sientan mejores con sus vidas. Esto las distrae de sus problemas, pero, por supuesto, el alivio es temporal... y las causas de su infelicidad siguen ahí.

2. Ser parte del grupo. Si todos en la oficina o en el círculo social cuentan chismes, quienes prefieren no escucharlos, y mucho menos repetirlos, podrían sentirse fuera de ambiente. Participar en el “lleva y trae” es un boleto de admisión al grupo.

3. Llamar la atención. Cuando alguien anuncia: "¡No te imaginas el chisme que te tengo!”, se convierte en la más asediada del momento, ¿no es cierto? Tener una “exclusiva”, mientras más candente mejor, garantiza un público ávido y numeroso. Sin embargo, vale repetir que esa “fuente de últimas noticias” genera desconfianza. “Si así habla de los demás, ¿qué no hará conmigo?”, piensa su audiencia.

4. Controlar y obtener poder sobre otros. La persona propaga rumores e insinuaciones malévolas para devaluar a su víctima. Por ejemplo, le cuenta al jefe algo negativo de un colega por el que se siente amenazada o insinúa algo malicioso para destruir una amistad. La envidia es un poderoso motor para ella. Cuando se siente celosa o envidiosa, usa el chisme como un arma para vencer a su rival. Si su víctima es bella, inteligente o acaba de comprarse un auto fabuloso, la envidiosa cuenta un chisme que la hace caer varios peldaños.

5. Castigar o tomar venganza. Sentir que otra persona de alguna manera la ofendió o perjudicó hace que esta variedad de “chismosa vulgaris” arremeta contra ella, propagando rumores que, ciertos o falsos, la pueden perjudicar.

6. Entretener el ocio. “El chisme no me gusta, pero me entretiene”, bromean algunas personas... La realidad es que, para muchas, los “dimes y diretes” ajenos son una fuente de diversión más entretenida que el cine o la televisión por cable.

De acuerdo con los sicólogos y terapeutas, el primer y más importante paso para corregir un comportamiento indeseado es reconocer por qué lo hacemos. ¿Qué necesidad compensa? ¿Qué vacío tratamos de llenar? Llevar estas motivaciones a un nivel consciente nos permite tomar el control y arreglar o mejorar las situaciones o actitudes que nos llevan a caer en este pasatiempo tan destructivo. Esto nos da fuerza para ignorar a la persona que intenta seducirnos con un “no te imaginas lo que hizo Fulana...”, pero, sobre todo, nos ayuda a resistir la compulsión de repetir lo que acabamos de escuchar. Nunca olvides que eres dueña de lo que callas y esclava de lo que dices.

COMBATE LA TENTACIÓN

Cuando se te acerquen con un: "¿Sabes lo que hizo Fulana?”, simplemente cambia el tema de la conversación. Puedes decir, por ejemplo: “No, pero me parece una chica muy simpática”. Si la persona insiste en contar el chisme, escúchala sin mostrar la reacción que ella espera. Una expresión neutral, como “ah, vaya”, y cambiar el tema, apaga el entusiasmo de los chismosos. Si mantienes esta actitud de forma consistente, los demás captarán el mensaje. Es posible que pierdas algunos “contactos”, pero nunca a un amigo.

Si en algún momento sientes la tentación de propagar un rumor, analiza los motivos que te llevan a hacerlo. Si estás aburrida, insegura o necesitada de atención, reconócelo y trabaja en eso; esto es más productivo para ti que regar chismes e insinuaciones. Al mismo tiempo, pregúntate qué efecto puede tener ese comentario tuyo en la persona de la que hablas. Si no va a aportar algo positivo a su vida, solo alimentar la curiosidad morbosa de los demás, ¿merece la pena que comentes sobre ella? Al final, es importante recordar el viejo refrán: “Habla solo cuando tus palabras sean tan dulces como el silencio”.

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