El allure de Phuket

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Una playa exótica en Tailandia, con sus divinos resorts y sus paisajes de ensueño.

¿Qué tienen en común Tyra Banks, Kate Moss, el rey Carlos Gustavo de Suecia, el príncipe Ernesto Augusto de Hannover , Jean-Claude Van Damme y Naomi Campbell ? Pues que todos pasan sus vacaciones en Phuket, en Tailandia.

El encanto de Phuket -que se restauró después de los daños causados por el tsunami del 2004- es muy interesante, porque es una isla que ofrece playas tropicales, aguas rabiosamente azules y calas bellísimas. Todo esto acompañado de un paisaje muy verde, montañoso y, en algunas zonas, hasta agreste (por algo le llaman la Isla de Jade), convirtiéndose en un lugar de gran allure. Su exotismo se nota en sus paseos en elefantes, en sus flores maravillosas, en sus templos budistas (el más visitado es Wat Chalong) y en la vista del atardecer desde su cabo Phromthep. En Phuket también hay una intensa vida nocturna en los clubes y restaurantes tailandeses al aire libre, situados algunos como si estuvieran cayéndose de los riscos, lo que pone el toque asiático a lo que podría parecer una playa del Caribe.

Phuket es una isla-provincia situada en el sur de Tailandia, a una hora y 20 minutos en avión de Bangkok; lleva varios años de moda, pero recientemente se ha intensificado el amor de los famosos por visitarla. Y desde que hace poco el mundo vio fotos del príncipe Ernesto Augusto de Hannover besándose con una chica (dicen que es parecida a su todavía esposa Carolina de Mónaco) en las aguas de sus playas, les aseguro que ya todos saben dónde está Phuket.

Otro encanto de la zona -donde moverse de playa en playa nunca toma más de 20 minutos o como mucho una hora, en auto- son sus maravillosos hoteles-resorts, localizados en sus diferentes playas, todos paradisíacos, diseñados al estilo tailandés y para todos los gustos. Están el muy privado Amanpuri, cuyos jardines llenos de cocoteros bajan a una playa privada de color turquesa en el mar de Andaman (es el favorito de Kate y de Naomi), pasando por el lujoso Banyan Tree, los Le Méridien (hay dos fabulosos), La Flora, el divino Trisara, el Karona, el Sheraton Grande Laguna, el Marriott, el boutique-resort The Mangosteen, el trendy Twin Palms (para muchos el lugar donde ver y dejarse ver), The Chedi (en la zona de Surin, que llaman “de los millonarios”) y el Dusit Laguna. También hay hoteles más sencillos, para todos los presupuestos.

Hay mucha acción en la zona de Patong (el área más concurrida, con gran número de restaurantes, clubes nocturnos, tiendas, etcétera) y muchos hoteles especializados: los dedicados al golf, como el Blue Canyon Country Club, o a la búsqueda de paz y armonía, como el hotel-spa Six Senses, donde algunos miembros de la familia real tailandesa pasan varias semanas al año.

A 37 kilómetros (23 millas), en la zona de Krabi (más privada y tranquila que Phuket), el Ritz-Carlton tiene un hotel divino: el Phulay Bay Ritz-Carlton, que es como un gran remanso de paz, con un spa maravilloso y donde se puede aprender a pintar batik.

El turista sofisticado, que adora unas vacaciones con ciertos retos, opta por hacer buceo en las aguas del mar de Andaman, por lanzarse a hacer eco-excursiones en sus bosques o pasear a lomo de los elefantes. También amplía sus horizontes tomando barcos de motor que lo llevan a gran velocidad alrededor de la isla o se va a conocer la muy mística bahía de Phang Nga. Mi amigo Giovanni, un conde italiano que visita Phuket dos veces al año, adora “jugar golf de día y bailar de noche”, y siempre alquila una villa privada en el bello Anantara Phuket Resort & Spa, donde los masajes son realmente fabulosos. Me cuenta que en Phuket muchos viajeros “repiten este viaje año tras año”, y la isla a veces se siente como si fuera un gran club.

La mejor playa y más larga es Hat Mai Khao, que no está lejos del Parque Nacional Sirinat Marino. También son buenas las de Hat Nai Yang y Hat Sai Kaeo. Y en muchas de ellas -es una de las ofertas que hacen la mayor parte de los hoteles- tienen lugar bodas estilo tailandesas, preciosas y muy románticas, y las novias hasta pueden comprarse allí los bellos trajes estilo tai, en rojo con bordados dorados.

Las compras son otra atracción, pues la isla está llena de fabulosas tiendas de antigüedades, y de muebles y objetos para el hogar, además de tiendas de joyas, ropa de diseñadores, telas de seda y de algodón batik, perfumes y mercadillos callejeros, donde se encuentra todo lo imaginable y son fascinantes. Personalmente me encantan, y la joyería artesanal es bella y barata, pero hay que regatear en los distintos puestos.

Otro encanto de la isla son sus restaurantes, pues la cocina tailandesa está muy de moda en todo el mundo y en Phuket hay infinidad de lugares donde comer. Muchos se encuentran en los hoteles, aunque hay otros junto al mar, en acantilados, construidos con maderas pulidas, al estilo de los templos budistas.

El Pollo en pincho estilo saté con salsa de maní (cacahuate) es muy popular en Tailandia, lo mismo que muchas variedades de platos con mariscos. Algunos son especiales, como los que sirve el Baan Rim Pa, que se distingue por sus recetas tailandesas auténticas, tal como las que ofrecen en el Palacio Real de Bangkok, donde trabajó el dueño del local, entre ellas sus Camarones con tamarindo y el Cangrejo curry con coco.

También está el Phukana Wine & Dine, con música en vivo y cocina tai y europea, que sirve su famoso Filete Mignon con curry verde. El White Box es un club-bar en una colina que parece una caja de cristal de dos pisos. El Royala Nam Tok es de cocina belga gourmet con toques asiáticos; el Mali Seafood y el Sofa Pub & Restaurant, con dos niveles, son supertrendy; el Raya Thai Cuisine está en una casa que tiene 85 años de construida y es de los mejores de Phuket.

Algo curioso es que al reservar, muchos restaurantes nos informan a qué hora exacta será la famosa puesta de sol esa tarde, y esa es la hora mágica cuando debemos estar allí.

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