Amores tóxicos

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El amor maternal exagerado es nocivo para la formación de los niños

¿Una madre que ama a sus hijos puede ser tóxica? Me parece que sí.

El amor de los padres puede ser una bendición o una maldición. El amor maternal puede ser a veces hasta una maldición que paraliza el alma del niño. Esta afirmación puede asustar a los “espíritus poéticos” que consideran que en nombre del amor pueden hacer todo tipo de estropicios en el desarrollo emocional de sus hijos.

Poco amor maternal resulta nocivo, todos sabemos esto. Una falta de amor produce en los niños graves perturbaciones en su desarrollo, pero el amor maternal exagerado también es terriblemente nocivo. La excesiva protección maternal impide el desarrollo hacia personalidades independientes, capaces de adquirir responsabilidades.

No estoy hablando de mimos o expresiones de cariño, hablo de protección desmesurada, un afecto que asfixia, que por puro amor estrangula al hijo, no le deja la menor libertad (“por su seguridad”) y no lo deja nunca solo. Las ansiedades disfrazadas de amor son especialmente nocivas, pues se niegan y, por lo tanto, nunca se enfrentan y se resuelven.

La crianza excesiva, entendida como no permitirle al niño o joven su natural maduración es una variante de maltrato encubierto pues se le está dando continuamente el mensaje de que él o ella no puede ser o hacer lo que den hecho si podría ser o hacer si la madre o padre tóxico no interfiera.

Otra forma de intoxicar a los hijos “amorosamente” es dándoles en exceso. Es decir, proporcionándoles todo tipo de objetos y privilegios sin que el niño tenga límite alguno para obtener todo lo que pide, propiciando que ni aprecie ni disfrute lo que obtiene. Si nuestros hijos no valoran y no disfrutan lo que tienen (o lo disfrutan por un breve lapso en lo que surge una nueva “necesidad” o deseo), entonces es un indicador de que estamos dándoles en exceso y los estamos intoxicando.

Una forma adicional de intoxicar a nuestros hijos es no darles una estructura clara. Los “amamos” tanto que no somos capaces de ponerles límite alguno. No hay reglas o éstas no se cumplen. Los niños pasan de ser los “reyes de la casa o las princesas” a pequeños tiranos. Incluso esto se observa en madres que aceptan que sus hijos les hablen de manera golpeada y grosera para exigir que las cosas se hagan a su manera “ahora mismo”. Es sorprendente y a la vez incómodo presenciar como algunas madres toleran que sus hijos les hablen con una total falta de respeto, sin que les pongan un “hasta aquí".

Estas formas erróneas de “amor” intoxican a toda la familia. Me atrevería a decir que no es en realidad amor, sino temor, ansiedad, apego, cualquier otra cosa pero no amor, el cual, citando al gran Erich Fromm, está constituido de cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento hacia quien amamos. El amor es una vía en dos direcciones, no la explotación o utilización de uno sobre el otro.

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