La poca higiene y las creencias de la época medieval eran algunos los escenarios poco alentadores para las reinas europeas. Hacemos un recuento de los horrores de los partos de la realeza en la antigüedad.
Ser una reina o princesa era sinónimo de mercancía por motivos de estado y/o políticos. Por lo regular, éstas eran dadas en matrimonio por sus padres u otros familiares para tener y forjar herederos que pudieran cuidar la dinastía de una familia. A esta situación hay que añadirle que tanto a las reinas como a las princesas sufrían cada vez que daba a luz y no solo por los dolores de parto, sino porque en la época medieval esta experiencia de convertirse en madre se vivía como una película de terror. En la historia de la realeza española ocurrieron sucesos escalofriantes en torno al nacimiento de un nuevo miembro de la corona, existía un número inimaginable de errores médicos, así como de sangrados, abortos y nacidos con malformaciones producidos por la falta de cuidados necesarios durante la gestación y de los partos mal llevados.
Los horrores de los partos de la realeza en la antigüedad
Una de las características de lo que implicaba dar a luz en España, siendo parte de la realeza, era que el nacimiento debía ser presenciado por varios testigos para asegurarse de que el bebé sí provenía del vientre de la reina o la princesa y, por lo tanto, corría por las venas del niño o niña sangre real. Los alumbramientos eran normalmente atendidos por comadronas para no ir en contra del pudor de ?su majestad?, pero los hombres podían ser parte como testigos del nacimiento.
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Algunos protocolos
Pero ahí no terminaba el riesgo para las reinas y princesas que daban a luz. El ritual posterior era absurdo; en primer lugar, no se dejaba que la reina se durmiera en varias horas y, en segundo, debía permanecer encerrada, sin salir de la habitación en la que había parido, durante 9 días. Además, no se permitían las visitas perfumadas, ya que se creía que esto podía perjudicar tanto a la madre como al niño.
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