Alberto y Charlene: vuelve el romance a Mónaco

Alberto y Charlene: vuelve el romance a Mónaco

El principado de Mónaco tenía más de medio siglo de no sentirse así. Desde la boda legendaria de Raniero con Grace Kelly, en 1956, se esperaba que el heredero a la Corona diera al pueblo otra princesa. Por fin ha sucedido: Charlene Wittstock ha dado el sí a Alberto de Mónaco.

Las bodas reales, aunque estemos ya bien instalados en el siglo XXI, siguen siendo cuentos de hadas. Quizás ahora más que nunca, ya que antaño las casas reales sólo se relacionaban entre sí y no importaba si había amor o no, simplemente bastaba que los dos contrayentes tuvieran un linaje similar. Hoy, los pocos príncipes y princesas que quedan en el mundo se están casando por puro amor, lo cual es el triunfo del sueño romántico de muchos. Como en todo cuento de hadas, hay brujas, ogros y situaciones que ponen a prueba a los amantes. Pero ni los rumores de problemas entre Alberto y Charlene ni la supuesta competencia real entre Alberto y Guillermo de Inglaterra (se rumora que la Corona inglesa adelantó la boda de Guillermo y Kate para tener mayor protagonismo) pudo empañar este glorioso acontecimiento.

El preámbulo
La Côte Azur había estado revolucionada desde días antes: primero por la presencia de Karl Lagerfeld para presentar su colección de crucero paraChanel en el Hotel Eden Roc en Cap de Antibes, que fue el preludio perfecto para el venidero festival de cine de Cannes, que, como cada año, llena a la ciudad de luz y estilo. Pero lo mejor estaba aún por llegar: el casamiento real de tres días del príncipe Alberto de Mónaco y Charlene Wittstock.El principado entero vio alterado su suave ritmo natural veraniego para verse envuelto en una serie de eventos que, literalmente, paralizaron la ciudad. Pero de una buena forma. En el ambiente se respiraba emoción y alegría, quizás una que los monegascos no sentían desde 1956, cuando Raniero y Grace de Mónaco contrajeron nupcias en un festejo casi hollywodense. El jueves 30 de junio fue el primer día de festejos, iniciado con el concierto que ofreciera el grupo The Eagles en el Stadium Louis II, al que estaba invitado todo el pueblo y la familia Grimaldi como asistentes de honor.

La música de la banda animó desde las diez de la noche a los residentes del principado, mientras la pareja real fungió como anfitriona de esta velada. Al acabar el concierto, recibieron un regalo muy singular: una guitarra firmada por todos los componentes de la banda. Alberto y Charlene pasaron esa noche vestidos relajadamente y sintiéndose más enamorados mientras coreaban juntos “Hotel California”. Una despedida de solteros perfecta.
El viernes 1 de julio fue la boda civil, celebrada en el Salón del Trono del Palacio Grimaldi, a la que sólo acudieron familiares y un reducido grupo de invitados, tales como representantes del Gobierno de Mónaco, embajadores de Francia y Sudáfrica y algunos cuantos más, que no excedían de ochenta. Como era de esperarse, las conspicuas hermanas de Alberto fungieron como testigos del enlace. Carolina, quien, como una matriarca, estaba alegre de ver a su hermano llegar a este momento tan importante de su vida. Estefanía fue la que no pudo contener la emoción y lloró de felicidad durante la ceremonia. Los allegados a la familia dicen que después de los complicados pasados de ambas hermanas hoy son dignas representantes de su linaje. Carolina, vestida en color azul turquesa y pamela con detalles florales, se veía perfecta. Acompañándola estaban sus hijos Andrea, Carlota y Pierre Casiraghi, y su hermana Alejandra de Hannover. Estefanía, vestida con un traje color topo en raso, estuvo acompañada por sus hijos Luis, Paulina y Camila.


La boda por la iglesia
El 2 de julio fue la fecha esperada por muchos. En el patio del palacio real y con los acordes de Bach, el príncipe Alberto de Mónaco, ataviado con su uniforme de verano de coronel del Cuerpo de Carabineros, esperaba a Charlene en el altar. La princesa hizo su aparición en un maravilloso vestido de haute couture (Privé) de Armani. Fue uno de los momentos más emocionantes del día, en el que se desveló el secreto mejor guardado de la boda: el traje de Charlene fue diseñado por su amigo Giorgio Armani. El vestido en corte sirena, realizado en seda con bordados de pedrería, necesitó la friolera de 60 mil cristales Swarovski en tonos plata y oro. La cola medía cinco metros y su manufactura requirió más de 2,600 horas de trabajo. Como dato curioso, el ramo de novia también fue diseñado por Armani. Alberto, flanqueado por sus padrinos Chris Le Vine, su primo hermano, y Donatella Knecht de Massy, su sobrina política, recibió a la novia sin poder ocultar los nervios. La misa inició con unas palabras en afrikáans, uno de los idiomas que se hablan en Sudáfrica, como homenaje a la nueva princesa. Monseñor Bernard Barsi, arzobispo de Mónaco, es el oficiante. Paulina Ducruet, hija mayor de Estefanía, fue la encargada de la primera lectura, mientras que la segunda corrió a cargo de su prima Carlota Casiraghi. Después de darse el “Sí quiero” ante el altar, la pareja fue oficialmente casada y se besó, por primera vez, como esposos ante todas las leyes. Andrea Bocelli, nada menos, fue el encargado de entonar el Ave María y Juan Diego Flórez interpretó un hermoso extracto del Mesías de Händel.

Otras voces tan renombradas como las de Renée Fleming o Pumeza Matshikiza aportaron también su arte a este feliz acontecimiento. Aun cuando la boda fue presenciada sólo por 800 invitados, una vez más, todo el pueblo pudo darle seguimiento a través de las grandes pantallas que se instalaron para ese propósito. La participación de las princesas en la boda fue fundamental. Carolina, vestida en un exquisito traje rosa pálido de Chanel, estuvo acompañada de sus hijos.
Curiosamente, Alexandra, la más pequeña, estuvo ataviada también por un traje de esta firma. Estefanía, por su parte, hizo su llegada acompañada por sus hijas menores, Paulina y Camila.

*Si quieres obtener más detalles sobre la boda de Alberto y Charlene, consulta revista Vanidades Novias.

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