Anthony Hopkins no sabe si es abuelo

Anthony Hopkins no sabe si es abuelo

El actor y su hija han estado distanciados desde que ella era una niña


Aunque ha estado casado en tres ocasiones, el legendario actor Anthony Hopkins tiene solo una hija, Abigail -ahora una mujer adulta-, fruto de su primer matrimonio con la actriz Petronella Barker. Aquella unión duró poco más de un lustro y coincidió con una de las peores épocas en la vida del intérprete, marcada por sus problemas con el alcohol, al que acabaría renunciando de forma definitiva tres años después de su separación.

Su sobriedad no consiguió reparar el maltrecho vínculo con su pequeña y en la actualidad el protagonista de The Silence of the Lambs no mantiene ningún contacto con su hija y ni siquiera es consciente de si ella lo ha hecho abuelo, como reconoció en una de sus últimas entrevistas.

“No tengo ni idea. La gente pierde el contacto. Las familias se rompen, ya sabes cómo funciona eso: ‘Sigue adelante con tu vida’? Cada uno toma sus decisiones. No me importa, ni en un sentido ni en otro”, reconoció el oscarizado intérprete en conversación con la revista Radio Times, unas declaraciones que tomaron por sorpresa, incluso a su interlocutor por la aparente indiferencia con la que se refería al asunto.

“Bueno, puede que sea un comentario frío. La vida es fría. Es lo mismo que decía el dramaturgo John Osborne cuando alguien le decía que su obra era ofensiva; él siempre respondía: ‘La vida es ofensiva’”.

En la década de los 90, padre e hija protagonizaron un breve acercamiento, cuando Abigail expresó su interés por probar suerte en la industria interpretativa y el famoso actor le consiguió papeles secundarios en algunas de sus películas como Shadowlands y The Remains of the Day. Sin embargo, a principios del 2000 Hopkins reconocía que su relación había vuelto a enfriarse. Desde entonces, Abilgail ha reconducido su carrera hacia la música, trabajando como compositora y publicando tres álbumes.

La aparente indiferencia que parece exhibir el artista de 80 años ante la falta de contacto con su única familia directa es más bien una especie de fatalismo o resignación ante el pasado que le ayuda a afrontar el futuro sin remordimientos.

“Lo único que conocía era el trabajo duro y la adversidad, y yo he heredado eso de él; su ética de trabajo. Mi filosofía es: ‘Deja de lloriquear, búscate una vida’. Es la misma que la de mi padre: ‘Madura y sigue adelante’. Le estoy agradecido en parte por ello. Es un regalo aceptar todo lo que eres: o bien te mata o consigues usarlo en tu favor. Cualquier dolor del pasado, cualquier arrepentimiento... úsalo”.

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