Ralph Fiennes y su pasión por contar historias

Ralph Fiennes

En su nuevo rol como director de cine, narra la controvertida vida del bailarín ruso Rudolf Nuréyev, gracias a la cinta The White Crow.

Hacía menos de un mes que Ralph Fiennes había pasado por el Festival Internacional de Cine de Tokio cuando llegó hasta las orillas del fascinante y legendario río Nilo para recibir el premio más importante del Festival Internacional de Cine del Cairo. Tratándose de un actor británico que nunca quiso vivir en Hollywood, el viaje que tuve que hacer para entrevistarlo resultó una travesía de 17 horas de vuelo, muy difícil, pero, sin duda alguna, ideal para ver su evolución en la industria cinematográfica, y es que Fiennes se presentó en su faceta de director. En The White Crow, su tercer trabajo en la silla de mando, narra la historia del célebre bailarín ruso Rudolf Nuréyev, quien escapó de las garras de los agentes de la KGB para conseguir el asilo de Francia, desde donde alcanzó la fama internacional.

Tras el estreno mundial de la cinta The White Crow en Tokio y luego en El Cairo, ¿te animas a comparar las dos ciudades bajo la perspectiva de un turista?

Supongo que el estilo de las culturas de Japón y de El Cairo son infinitamente diferentes. En Egipto, por ejemplo, se siente una energía maravillosa, por la manera en que el tráfico de automóviles se mueve ¡o no lo hace (risas)! Además es palpable una gran apertura. Las personas son de corazón abierto, siempre dispuestas a hacerse tus amigas.

¿Y qué opinas de Tokio?

Diría que este destino tiene una delicadeza fastidiosamente increíble por su manera tan particular de presentar la comida y la moda. A los japoneses se les nota más distantes, pero una vez que te conocen bien, también te dan la bienvenida. Lo cierto es que el balance de energía es muy diferente. Tampoco quiero hacer demasiadas comparaciones. Sólo puedo decir que es un privilegio viajar tanto para experimentar el espíritu cultural de un lugar a otro. Soy de los que opinan que hay que celebrar las diferencias, aunque al momento de volver a casa también me pongo contento.

Una de tus producciones más famosas, The English Patient, transcurrió en Egipto, aunque en realidad se filmó en Marruecos, ¿cómo has vivido la ciudad en esta ocasión?

No es mi primera vez en esta nación. Tuve la suerte de haber pasado mis últimas vacaciones de verano aquí y, por supuesto, visité las atracciones más famosas. Estuve en Siwa, una localidad que me pareció fantástica, aunque hacía demasiado calor. Me impresionó el Museo Egipcio en el centro de El Cairo, ¡qué exhibición tan extraordinaria! Sin embargo, lo que más me sorprende como viajero es la energía del lugar. También me encantaron las diferentes variaciones de arquitectura que existen. Lo importante es que me sentí bienvenido, con toda la amabilidad y hospitalidad que es evidente desde el primer momento que uno pisa el país. Llegar a la ciudad de París, por ejemplo, puede impresionarte por la belleza del lugar, pero los parisinos no abren su corazón tan fácil.

¿En especial a los ingleses?

Así es, sobre todo con los ingleses (risas). Bueno, todo lo que sé es que mi primera visita a Egipto fue profundamente feliz y me pareció estupendo poder retornar tan rápido para formar parte de su festival de cine.

Al viajar tanto, ¿cuáles son los detalles que más extrañas de tu hogar?

¡Mi habitación!

¿En algún momento pensaste mudarte a Hollywood y dejar todo atrás, así como Nuréyev lo hizo con la Unión Soviética para quedarse en Francia?

Mi caso es muy diferente, ya que los actores y directores británicos viajamos todo el tiempo a Hollywood. Vamos a trabajar y volvemos a casa. No tenemos una cortina de hierro entre Inglaterra y Estados Unidos. Decidí quedarme en mi país porque me encanta laborar en teatro, que es una industria bastante fuerte en Londres.

¿Vivir lejos de la meca del cine te da libertad?

Como director estoy seguro de que así es. Nunca sentí las típicas condiciones del mundo exterior. Todas las limitaciones en la producción o los fracasos de percepción son totalmente mías. Y como actor también siento mucha más libertad sobre un escenario, de un modo físico y mucho más existencial. La conexión directa con el público me hace sentir en casa.

Y al momento de cruzar la barrera de las cámaras como director, ¿el compromiso artístico también es diferente al rol del actor?

La responsabilidad de un artista es expresar su visión propia sin comprometerse con otras fuerzas que decidan sobre su trabajo. Esta vez, en el caso de The White Crow, sentí que no debía ceder a presiones, en particular en lo referente al idioma (ruso) y a la selección del protagonista. Tampoco cedí en los lugares que elegí para filmar. Uno de los estudios, por ejemplo, quería recrear digitalmente San Petersburgo o París. Y no. Quise ir a los lugares reales. Sé que hay otros detalles que pude haber mejorado, veo las fallas, pero conseguí lo que me parecía más importante.

Ralph Fiennes

Al mostrar en la historia a Nuréyev, en una época de tan poca libertad en la Unión Soviética, ¿crees que el cine puede ejercer un rol que influya en las libertades y la democracia del resto del mundo?

Considero que el séptimo arte tiene una función vital. El cine es la voz de los derechos humanos, es sinónimo de libertad de expresión, de independencia sexual, de autonomía para mostrar pensamientos propios sin miedo ni vergüenza a decirlo en voz alta. Por supuesto, hay un espectro masivo de estilos y géneros, desde el cine político hasta las comedias románticas. Pensándolo bien, es interesante cuando una comedia romántica entretiene, y tocar un tema político al mismo tiempo. Por ello, es una herramienta para cualquier argumento ideológico, aunque a veces sea peligroso ‘predicar’ demasiado. Al rodar una cinta pienso en el público y me resulta maravilloso cómo personas de diferentes países y con orígenes tan distintos pueden disfrutar el mismo cine. En fin... la respuesta más corta a tu pregunta es que sí, el séptimo arte es esencial, sobre todo ahora que hay tantas diferencias en el mundo... Hay una división evidente en el sentido de identidad nacional.

En el rol de director y actor, ¿ cómo surgió la idea de contar la historia de Rudolf Nuréyev?

Me emocionó mucho leer sobre la primera época de su vida como bailarín y profundizar en su intenso deseo de realizarse como artista y ser humano, sin disculpa alguna y ningún tipo de miedo, incluso cuando corría el riesgo de ofender a la gente, como hizo tantas veces en su vida. Es un personaje controversial, pero a mí me llegó su espíritu artístico, totalmente consumido por el deseo de bailar en el máximo nivel de perfección. También me atrapó el contexto de la Guerra Fría. Fue un momento de oposición ideológica muy intensa, en el que este joven reclamaba su libertad.

¿Qué tan difícil es dirigir y actuar al mismo tiempo?

Siento que todavía me encuentro aprendiendo a ser director. Mi sueño, ahora, si llego a dirigir de nuevo, es no tener que actuar al mismo tiempo, porque es demasiado. Yo ni siquiera quería actuar en esta producción; sin embargo, por motivos financieros al final tuve que hacerlo.

¿Por qué elegiste a Oleg Ivenko, un bailarín que nunca antes había trabajado como actor, para interpretar a Nuréyev?

Desde el principio quise buscar un bailarín que pudiera actuar. Nuréyev es demasiado conocido, está demasiado documentado. Y cuando leí el guión, era claro que iba a haber mucho más que escenas de ballet. Era un buen rol para cualquier actor, pero tuve mis dudas en contratar uno que pudiera aprender ballet. Habría necesitado tener un doble, me habría consumido mucho más tiempo. Y después de tanto buscar en Rusia, Oleg quedó entre cuatro o cinco opciones de una lista muy corta. Físicamente se parece a Nuréyev, pero desde el comienzo entendió la idea de actuar. Es bastante inteligente y la cámara lo adora. Apenas lo colocas frente a ella y te dan ganas de verlo trabajar. Y ésa, sin duda, es una de las mayores cualidades de una estrella de cine.

Ralph Fiennes
En su primera película como director, Coriolanus, Fiennes modernizó la obra de Shakespeare sobre la historia de un desaparecido héroe romano. En The Invisible Woman mostró el amor secreto del escritor Charles Dickens por una joven que fue su amante hasta su muerte. Y ahora en The White Crow narra otra historia real, la del mítico bailarín Nuréyev.
Por: Fabián W. Waintal / Foto: Archivo
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