Carolina Herrera: El ícono de moda celebra 80 años

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Son pocas (¡poquísimas!) las mujeres con un estilo innato e infinitamente chic como el de la diseñadora venezolana Carolina Herrera. Y es que donde quiera que va siempre es la más refinada. Al conversar con ella en Nueva York, una vez más me asombro ante la absoluta armonía de su imagen: postura perfecta (su secreto para parecer más alta), más delgada que hace 30 años, un pelo rubio fabuloso, maquillaje ultranatural, look divino (blusa blanca de algodón, falda negra, medias negras opacas, cárdigan tejido en tono púrpura y zapatos negros) y lujosos accesorios (dos pulseras de oro y pendientes de Jar Paris). “Me los mandó de regalo Firyal”, comenta cuando se los celebro, refiriéndose a la princesa Firyal de Jordania. Ícono de la moda y con un poderoso allure, podría usar mil superlativos para describirla: encantadora, culta, de un gusto exquisito, delicioso sentido del humor y un genuino interés por el mundo y la gente que la rodea. Y esa curiosidad es la que la mantiene joven y llena de vida a los 80 años. ¡Es que mujeres así de vitales no tienen edad! Y quien ha conversado con ella y la ha escuchado sonreír puede asegurar que se encuentra en compañía de alguien más joven y que ama la vida con plenitud. “El atractivo no tiene edad ni la ropa define la elegancia o el estilo, sino cómo hablamos, lo que leemos, pensamos, decimos y lo que no. Ser atractivas va mucho más allá”, asegura Carolina Herrera, y adoro su filosofía.

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Entrañable vínculo

Una mujer con toneladas de joie de vivre , así es mi buena amiga. La conocí en los años 70 en una fiesta en la que también estuvo presente la princesa Margarita de Inglaterra, y cuando aún no era diseñadora sino una bella socialité venezolana que visitaba la ciudad de Nueva York a menudo. Desde el principio simpatizamos y me impresionó su inteligencia, alegría y fuerte personalidad; sabía lo que quería, qué peinado le quedaba mejor, cuál era su color y qué la favorecía. Cuando conversaba con ella, expresaba con pasmosa seguridad sus opiniones e ideas de la moda, y de cualquier tema, porque siempre ha sido una lectora voraz y amante del cine y la música. Me sorprendía que aquella personalidad tan celebrada (¡la prensa neoyorquina se había rendido a sus pies y la trataba como a una auténtica reina latinoamericana!) y casi intocable, quien desde jovencita fue integrante de la lista de las mujeres mejor vestidas del mundo gracias a sus diseños de tul y peinado estilo Evita (así lo bautizó el Women’s Wear Daily) que le hacía René Romeu en su peluquería del hotel The Pierre, tuviera otra faceta en su vida, un lado que adoraba y cuidaba con celo: a la par, era una esposa feliz y madre de cuatro maravillosas hijas. Y hoy, su familia sigue siendo lo más importante en su vida.

Una niñez privilegiada

¿Cómo se forjó la historia de esta entrañable creadora? María Carolina Josefina Pacanins Niño nació en Caracas, Venezuela, el 8 de enero de 1939 en una familia ilustre de la alta sociedad venezolana. Su padre fue el comandante Guillermo Pacanins Acevedo, gobernador de Caracas (“un hombre muy atractivo que marcó mi vida”, expresa) y su madre, la escritora y socialité María Cristina Niño Passios, quien le enseñó a amar la belleza y el valor de la disciplina. Crecer en esa cuna, sin duda, le dio la oportunidad de disfrutar una educación impecable. Desde pequeña nació su pasión por lo más exquisito de la vida. Además de sentir debilidad por los caballos, pues durante años fue una gran amazona, en su adolescencia se enamoró del universo de la moda y la alta costura como resultado de un viaje a París que llevó a cabo con su abuela para presenciar un desfile de Balenciaga, uno de los grandes maestros de la costura del siglo XX. Carolina quedaría marcada para el resto de su vida. En su primer baile de debutantes lució un modelo de Lanvin. “Desde muy pequeña mis ojos se acostumbraron a observar cosas bellas”, me comentó en una ocasión, y ello fue clave en su futura profesión.

Carolina en la Semana de la Moda de Nueva York en 2014.

De amor y grandes pasiones

En 1957 y con 18 años, se casó con Guillermo Behrens Tello, de origen venezolano-alemán, con quien tuvo a sus hijas Mercedes y Ana Luisa. Poco después, su devoción por la moda la llevó a trabajar en Caracas en relaciones públicas para la firma italiana Pucci, entonces una de las más famosas. Divorciada de Behrens en 1964, lo que causó desconcierto, se casó en 1968 con el aristócrata y periodista venezolano Reinaldo Herrera, elegante playboy, hijo del marqués de Torre Casa. Sin duda alguna, una de las personalidades más ingeniosas y divertidas que he conocido: inteligente raconteury hombre renacentista que sabe de todo. Sus anécdotas con las figuras más fascinantes del planeta son divinas. ¡Un personaje inolvidable! De esa encantadora relación nacieron Carolina Adriana y Patricia, quienes han seguido los pasos de su madre en el área de la perfumería y en el diseño de moda, respectivamente. Hoy día, Carolina y Reinaldo llevan 50 años juntos y son muy unidos, tienen 12 nietos y seis bisnietos (en ocasiones me los encuentro en misa ¡y me encanta verlos juntos!).

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Carolina Herrera fue reconocida con el Icono de estilo Vanidades en 2012.

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Su llegada a Manhattan

Convertida en empresaria, concentró su energía en el nuevo trabajo con la misma devoción que tenía por su familia, y pronto se estableció en Manhattan. Su hija Mercedes, quien ya estaba casada, decidió quedarse en Caracas, Venezuela, pero Ana Luisa, Carolina Adriana y Patricia se mudaron a Nueva York con ella y Reinaldo, quien trabajaba como director de proyectos especiales de una influyente publicación, mientras las niñas iban al colegio. Su vida cobró una nueva estructura a la que todos se adaptaron con entusiasmo, y es que la madre de Reinaldo tenía un bello apartamento en Park Avenue, en la ‘Gran Manzana’, y cada vez que la visitaban se sentían como en casa. Recuerdo que entonces hablaba mucho con ella, pues ambas teníamos hijas pequeñas y nunca pude olvidar sus palabras acerca de lo que significa el trabajo: “Mari, hay que establecer un horario y una disciplina, lo que no se puede resolver a las cinco de la tarde, hay que dejarlo para el día siguiente… No hay nada que tenga tal importancia que no pueda irme a casa a compartir con mi familia”. Una mujer muy ‘latina’ en su mundo vital, quien toda la vida ha puesto a su familia en primer plano. Y 38 años después, ese sigue siendo su orden de vida. Habla con sus hijas todos los días y está al tanto de lo que ocurre con sus seres queridos. La he escuchado hablar en su celular con sus nietos, y me encanta la naturalidad y el genuino cariño que proyecta.

La diseñadora en la gala de Vanidades, acompañada de su hija Carolina Herrera de Báez.

Su dominio se extiende

A lo largo de su carrera, Carolina Herrera ha vestido a extraordinarias mujeres, no sólo diseñó el guardarropa de su gran amiga Jackie Kennedy y creó el precioso vestido de novia que lució su hija Caroline Kennedy cuando se casó con el diseñador, autor y artista estadounidense Edwin Schlossberg, en 1986. Ello cimentó lo que más tarde se volvería su línea de vestidos de novia, que desde el primer momento tuvo un gran éxito. Su imperio de moda ha crecido de modo exponencial desde 1988 cuando Puig, la multinacional española de la perfumería, con sede en Barcelona, firmó la licencia de sus perfumes. Para 1995, Puig tenía el total de las acciones de la casa de moda para posicionar la marca en todo el mundo. De acuerdo con The New York Times, en 2017 su nombre facturó poco más de mil millones de euros, entre su línea top Carolina Herrera New York, su línea prêt-à-porter CH (con diseños exclusivos para dama, caballero y accesorios), su prestigiosa división de novias y su emporio de perfumes, distribuidos a lo largo y ancho del planeta. De hecho, su última esencia femenina Good Girl fue lanzada en 2016 con una gran campaña publicitaria encabezada por la supermodelo Karlie Kloss. En 2018 y para sorpresa de muchos, la creadora pasó la batuta del diseño creativo de su firma al estadounidense Wes Gordon, quien presentó su primera colección en septiembre del año pasado. Y como no podía ser de otra manera, Carolina continúa como embajadora de su marca y espectadora de excepción en la primera fila de sus icónicas pasarelas. No puedo negar que sentí mucha tristeza ante el cambio, aunque Wes Gordon asegura que respetará el extraordinario legado de su fundadora. Lo único cierto es que Carolina Herrera es y siempre será un orgullo latino y un símbolo de refinamiento y sofisticación. Sin duda alguna, es la Mujer Vanidades por excelencia.

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