Moda con valores

Moda con valores

El plástico o el nailon ya no son pecado mortal. De hecho, cada vez más, las marcas optan por estos materiales para ganar la empatía a los consumidores veganos. Conoce esta tendencia en ascenso

Como amantes de la moda, crecimos con la idea de que un buen bolso debe estar hecho de piel o nuestra camisa ideal tiene que ser de algodón o lino. Así como lo ha dicho la modelo francesa y fashion influencer Caroline de Maigret, en su libro How to Be Parisian Wherever You Are, hay que desterrar las prendas de poliéster porque, además de lucir baratas, “te hacen sudar, oler y brillar”. En la misma línea, el manual Paris Street Style: A Guide to Effortless Chic afirma que “si en su composición prevalece una fibra sintética, la prenda no vale la pena”. Pero claro que hay excepciones, afirman sus autoras: al cabo de 10 años, la ropa de seda se “quema”, mientras que el acrílico “hace que un suéter tenga menos bolitas y se pueda lavar con más frecuencia”.

Del lado de los tejidos considerados “nobles” por estas expertas, figuran la lana pura y el cashmere, lo que seguramente provocaría la furia de la otrora estrella de los 90 Alicia Silverstone. La actriz de la película de culto Clueless fue noticia el año pasado por afirmar que prefiere andar desnuda antes que ponerse un suéter de lana. En una de sus escasas apariciones, protagonizó un anuncio de la organización People for the Ethical Treatment of Animals (PETA) con un encendido discurso en contra de las fibras provenientes de ovejas, maltratadas durante el proceso de esqui- la. “Digan: nunca voy a volver a comprar prendas de lana?, anima a su audiencia en el video, luego de explicar que estos cortes, hechos a gran velocidad, ocasionan heridas graves a los animales que, de manera literal, quedan desnudos, sin nada que los proteja del frío y la humedad.

Nobles opciones

Y ¿cómo sugiere PETA que nos vistamos para los cambios de clima? Pues, además de tencel, derivado de la pulpa de la madera, la organización estadounidense recomienda tejidos innovadores hechos de botellas de plástico recicladas, mismas que resisten el viento hasta cuatro veces más que la lana natural. Todo esto suena muy bien, pero por más que hoy reine el estilo sport-chic (como la industria de la moda ha llamado a la fusión del ready-to-wear y a las prendas para hacer ejercicio) las sugerencias de PETA son más apropiadas para escalar una montaña que para ir a la oficina o una comida. Pero no te desesperes: hoy, cada vez más marcas de moda ofrecen alternativas ecológicas o amigables con los animales, e ideadas para satisfacer a los scuppies , es decir, a cierta corriente de consumidores con conciencia ambiental y social. Prueba de ello es la última propuesta de Adolfo Domínguez, en su colección Verano 2017. Bolsas con acabado saffiano, camisas de poliéster con aspecto de algodón y chamarras de eco-ante que se pueden meter a lavar son la punta de lanza de esta marca pionera en el lujo accesible que respeta a los animales.

Las bolsas de rafia resultan otra apuesta vegana de la marca española para este verano, así como las prendas de poliéster que simulan seda y a la vez satisfacen a las militantes anticrueldad animal (pocos saben que, en su variedad natural, la seda involucra la muerte por gas o vapor de los gusanos que crean este tejido). Lo mismo ocurre con la ropa del invierno anterior, donde las parkas y chamarras mullidas, aunque sin plumas de ganso (otro recurso extraído del sufrimiento animal), se convirtieron en tendencia.

Y, ¿qué tiene el poliéster, hecho con derivados del petróleo, para estar del lado de las propuestas ecológicas, incluso enfrentadas a textiles considerados “naturales” como la seda o el algodón? Si bien es cierto que este material sintético consume enormes cantidades de agua, energía, petróleo (alrededor de 104 millones de barriles por año) y sustancias tóxicas durante su manufactura y que, a diferencia de las fibras naturales, no es biodegradable, la producción de algodón también tiene sus bemoles. De hecho, este insumo es el que más depende de los pesticidas (se calcula que utiliza al menos un cuarto de los plaguicidas contra plagas que se producen al año). También requiere muchísima agua y, fuera de las variedades orgánicas, gasta sustancias tóxicas y blanqueadores a lo largo de su fabricación. Además, al igual que las botellas de PET (el mismo material con el que se elaboran los textiles sintéticos) las fibras de poliéster también pueden reciclarse. De hecho, H&M tiene desde hace unos años un programa de reciclado de esta fibra, poliamida (otra derivada del petróleo) y lyocell, material extraído de árboles como el eucalipto y el bambú, que viven con poca agua y pesticidas para crecer. La marca sueca de fast-fashion usa lana y denim reciclados: así, los jeans que ya nadie quiere son triturados, mezclados con resina, calentados y luego planchados para empezar una nueva vida, aunque esta vez como denimita, un material duro proveniente de mezclilla reciclada, el cual sirve para confeccionar bisutería. Lanzada en 2016, la colección Conscious Exclusive, por ejemplo, utilizó éste último, vidrio y lino reciclados en sus prendas y accesorios.

Pasos conscientes

Para las devotas de los zapatos, existen firmas s de nominadas cruelty-free, como la neoyorquina MooShoes, la portuguesa Vegetarian Shoes o la israelí Roni Kantor, que produce calzado de falso nobuk con un acabado que en nada envidia al cuero auténtico. También hay marcas como Bimba & Lola, Kate Spade o Tory Burch que, sin adherirse a la tendencia vegana, ofrecen prendas en poliéster o bolsos y calzado de vinilo o materiales que simulan piel.

Incluso, grandes casas de lujo como Prada tienen opciones sin cuero, por ejemplo, su emblemático tejido pocone, hecho con nylon dando un acabado muy suave, y que continúa vistiendo a algunas de sus mochilas, bolsas y maletas de viaje.

Lo que algunos gurús de la moda, como Caroline de Maigret, no tuvieron en cuenta a la hora de escribir sus manifiestos fashion es que, en la actualidad, los scuppies cada vez son más. Este novedoso grupo, denominado así por el acrónimo de socially conscious (socialmente consciente) y upwardly mobile person (persona con potencial de ascenso), describe a los consumidores que no piensan dos veces en invertir su dinero en productos costosos, aunque sustentables. “Me gustan las cosas bonitas, como una casa, ropa y alimentos de calidad”, dice Chuck Failla, considerado el padre de este término, “pero trato de obtenerlas a través de alternativas verdes. No tienes que elegir entre una u otra: puedes poseer ambas”, agrega. Lo cool y lo fashion, lo verde y lo animal-friendly se unen hoy en tendencias que no por ecológicas dejan de lado el estilo y la elegancia. Están allí, semiescondidas entre opciones no sustentables que priorizan principios de calidad y lujo o entre prendas que de modo directo no siguen ningún credo. Sólo es cuestión de leer bien las etiquetas, informarse e ir por ellas.

SEGURO TE INTERESA:

Meghan Markle apuesta por la moda vegana

La exigencia de Paul McCartney para sus conciertos

Anne Hathaway recicla vestido en pro del medio ambiente

Relacionado