Carolina de Mónaco: ¿Marcada por la soledad?

Siguiendo los pasos de Carolina de Mónaco

Fue la princesa más popular de los años 70 y 80, pero hoy, sin un amor y sin la posibilidad de ser la primera dama de Mónaco, vive dedicada a sus hijos y nietos

La bella princesa Carolina de Mónaco siempre ha sido uno de nuestros personajes favoritos. Desde muy jovencita seguíamos todas las noticias sobre su vida, sus muchos amores y sus tres matrimonios: con Philippe Junot, de 1978 a 1980; con Stefano Casiraghi, de 1983 a 1990 (cuando él murió), y con Ernesto Augusto de Hannover, en 1999. Ahora también nos gusta comentar sobre sus tres famosos hijos: Andrea, Carlota y Pierre Casiraghi. Lo que hacen lo sabemos al dedillo, y ya nos parecen un poco como ?de la familia?.

Los Grimaldi han tenido vidas llenas de felicidad y de tragedias, y situaciones que superan las más dramáticas de las telenovelas. Grace y Rainiero de Mónaco comenzaron esta saga real que parecía escrita por un guionista de Hollywood, y cada vez que nacía uno de sus hijos, nos encantaba saber cómo era, a quién se parecía, cómo vestían a la pequeña Carolina...

También he tenido la suete de conocerlos y he hablado bastante con todos ?solo me faltan los gemelos de Alberto y los niños de Andrea y de Carlota para completar la lista. Recuerdo una vez, hace cinco años, que me encontré en la isla de Capri con Carolina y Carlota, quienes viajaban con Beatrice Borromeo, la actual esposa de Pierre. Observé que la princesa Carolina, vestida muy chic, con pantalones anchos, camiseta blanca, un chal de algodón de colores y collares de las piedras típicas de Capri, era la imagen de un estilo muy decontracté, relax, y fumaba sentada en un café al aire libre, mientras las chicas le contaban cosas y todas reían con total despreocupación. ¡Una imagen típica de ese delicioso mundo de la jet set!

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Toda persona que conoce a Carolina Luisa Margarita Grimaldi ?quien habla inglés con acento estadounidense, igual que su hermano Alberto, aunque estudió en St. Mary?s School, en Ascot, Inglaterra? comprende que la princesa derrocha aristocracia todo el tiempo y refleja la educación privilegiada que ha tenido.

Carolina es muy amable y cálida cuando se le conoce, escucha con total atención lo que se le dice y se echa a reír cuando algo le divierte; pero no hay duda de que es una mujer criada como una princesa en un palacio, rodeada de privilegios, en medio de dos familias ricas ?los Grimaldi, de Mónaco, y los Kelly, de Filadelfia? y con una madre exquisita y bella que dejó su huella en ella. De todos sus hermanos ?si las leyes en Mónaco no favorecieran al varón?, Carolina era quien debía haber heredado el trono. ¡Y la que estaba más que preparada para asumirlo!

Rebelde desde muy joven, y sabiendo que el trono no sería de ella, Carolina prefirió entregarse al amor (?estuvo locamente enamorada de Junot?). Se casó tres veces, y en su tercer matrimonio, con el príncipe Ernesto Augusto de Hannover, se convirtió en la importantísima princesa de Hannover y consorte de un hombre con montones de castillos y títulos, descendiente de reyes, quien hubiera podido ser rey de Inglaterra. La unión fue un fracaso que solo le trajo humillaciones y sufrimientos a Carolina.

Recuerdo que comí a pocos pasos de ellos en Nueva York, cuando se suponía que un enfermísimo Ernesto no podía beber alcohol, y me fijé en la cara de crispación de Carolina mientras su marido ingería vino como si fuera agua.

La vida de los Grimaldi no ha sido fácil desde que la princesa Grace murió en aquel todavía misterioso accidente automovilístico en 1982, y después, cuando murió el príncipe Rainiero en el 2005; los tres hermanos, Carolina, Alberto y Estefanía, quedaron ?a la deriva?. Pero el tiempo pasó... y la princesa llegará pronto a los 60 años (los cumplirá el 23 de enero de 2017) en una posición un poco ambigua. En el Mónaco del siglo XXI, su lugar dentro de la casa real es confuso, sin mucha autoridad, porque ya no es la simbólica primera dama del principado ?lo que comenzó a ser al morir su madre en 1982. El príncipe Alberto y su esposa, la un poco insegura Charlene, son los que mandan en el principado, y un día sus gemelos Jacques y Gabriella herederán el trono. ¡Y cada día tendrá menos que hacer o decir!

Por eso es que su vida, según cuentan los monegascos, ya no es ni remotamente la de antes. La princesa pasa la mayor parte del tiempo entre Mónaco y París, y se ha convertido en una abuela fascinada con sus nietos, por quienes viaja con frecuencia para verlos cada vez que puede. Asiste a los desfiles de París dos veces al año y sigue siendo íntima amiga del diseñador Karl Lagerfeld. Pasea en su yate por el Mediterráneo, aunque cada vez le es más difícil reunir a todos sus hijos, y lleva un perfil discreto en Mónaco, haciendo obras de caridad a través de la Princess Grace Foundation; también está muy dedicada al Ballet de Montecarlo, pero no hace mucho más. Y su relación con su hermano Alberto no es tan intensa como antes, pues dicen que su cuñada Charlene ?tiene celos de ella y no quiere verla?. Y Carolina evita los conflictos familiares.

Dicen que la princesa ya está divorciada de Ernesto de Hannover y que ahora está preocupada por la salud de su exmarido. Y aunque han habido rumores de reconciliación, porque Ernesto se peleó con su novia de varios años, no son ciertos. La preocupación de Carolina por Ernesto se debe a la hija que tienen en común, la princesa Alexandra, quien es su acompañante más leal y quien más protege a su madre.

La vida de Carolina, ¿está marcada por la soledad? ?Sí, un poco?, dicen los monegascos, ?porque aunque tiene paz y adora a sus hijos y a sus nietos, ha sido criada para ser la princesa reinante de Mónaco y comprende que ya es muy tarde para eso?.

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