La leyenda del Ritz

La leyenda del Ritz

El hotel más emblemático de París, donde se hospedaron Coco Chanel, la princesa Diana y Ernest Hemingway, después de 4 años de remodelación, vuelve a abrir sus puertas

En el 2012, el Ritz de París ?probablemente el hotel más célebre del mundo?cerró sus puertas para someterse a una renovación. Los trabajos debían durar dos años, pero se demoraron cuatro, ocuparon a 600 obreros y artesanos, y costaron 450 millones de dólares.

La obra, dirigida por el arquitecto Thierry Despont (responsable de la renovación del Carlyle, de Nueva York, y del Dorchester, de Londres), y controlada por los agentes de Monumentos de París, que velan por los edificios protegidos de la ciudad, tenía por objetivo hacer de nuevo la estructura (cañerías, electricidad, etc.) y restaurar el interior (revestimientos, carpintería, baños, pisos...). Los muebles se retapizaron, las lámparas y los candelabros se repararon, y las alfombras y las cortinas se rehicieron de manera idéntica.

Los cambios fueron sutiles, pues se quiso respetar hasta los más ínfimos detalles, de manera que los clientes internacionales, que temblaban ante la posibilidad de un hotel modernizado, vuelvan a encontrar la elegancia de ?su? Ritz.

FOTOGALERÍA: Descubre cómo es por dentro el Ritz de París

Por cierto, algunas novedades no se escaparán a los observadores, como en el salón Proust, la nueva vajilla blanca; el espectacular jardín de invierno, y la reducción de 156 habitaciones a 142, para que todas sean espaciosas. Asimismo, la piscina perdió su decoración grecorromana y se enriqueció con un spa de Chanel, se integraron pantallas de TV en los espejos de las habitaciones, para no romper el charme versallesco, que es esencial para la identidad del hotel, y la suite Coco Chanel, donde ella vivió hasta su muerte, fue trasladada a otro piso. También, hay un túnel bajo la plaza Vendôme que permite a unos pocos llegar o salir de sus dormitorios en total anonimato.

El colmo del lujo: el baño en el cuarto

Desde su apertura, el 1º de junio de 1898, el Ritz tuvo éxito inmediato y atrajo a miembros de la realeza, jefes de estado, gigantes de la industria y personajes influyentes de la alta sociedad. Cabe decir que César Ritz sabía cómo seducirlos. Treceavo hijo de una familia de campesinos, nacido en las montañas suizas, Ritz trabajó como camarero en Viena, la Riviera francesa y París, y después se especializó en el universo hotelero, donde aprendió el arte de ser indispensable. A sus 50 años y con una gran experiencia como director del Grand Hotel, de Montecarlo, y del Savoy, de Londres, pudo abrir el suyo propio tras adquirir uno de los edificios de la parisina plaza Vendôme. Auguste Escoffier, el celebrado chef del Savoy, dejó Londres para acompañarlo en la aventura. Y para que sus clientes sintieran que vivían en un verdadero palacio, Ritz y su arquitecto Charles Mewes se inspiraron en los castillos de Versalles y Fontainebleau. Cada cuarto fue decorado con un estilo diferente: Luis XIV, Luis XV... La platería venía de Christofle y los cristales, de Baccarat. Pero el hotel adoptó normas de confort superiores a las habituales de la época: ascensor, agua, electricidad y teléfono en cada habitación, y cada una tenía su baño. Ritz inventó la cama king size, la iluminación indirecta y los clósets cuyas luces se activan al abrirlos...

Su reputación también se la debía a la maestría de Escoffier, ?el rey de los cocineros y el cocinero de los reyes?. Ambos compartían algunos puntos en común, como la fascinación por las mujeres. Así, las pantallas de las lámparas del restaurante L?Espadon son de color melocotón, que le queda mejor al rostro de las damas y varias de las creaciones culinarias de Escoffier evocan encuentros femeninos ?las crêpes Suzette(amante del príncipe de Gales), las peras Melba (célebre cantante), las peras Belle Helene (la hija de un colaborador)? y se instaura el principio de que ?el cliente siempre tiene razón?.

Tanta perfección inspira el sustantivo ?ritzy?, sinónimo de chic y sofisticación, y hace que la clientela sea incondicional. Entre sus fieles estuvo el escritor Marcel Proust, quien, con su inseparable abrigo de piel, escudriñaba desde un salón (que hoy lleva su nombre) el incesante ballet del tout París, que sería una de las fuentes de inspiración para su obra En busca del tiempo perdido. Según él decía, si escribía en la penumbra de su habitación, en su casa, iba al Ritz ?para vivir?. Ya en su lecho de muerte pidió a su chofer que fuera buscarle una botella de cerveza al hotel, y su última inquietud fue que esta no llegara a tiempo.

Años 20 y Segunda Guerra

En los años 20, el hotel fue el lugar de encuentro de artistas, intelectuales y excéntricos como Luisa Casati, la riquísima amante del escritor Gabriele D?Annunzio, que se paseaba con dos leopardos sujetos con correas salpicadas de diamantes. Wooly Donahue, de la fortuna Woolworth, llegaba con su puma, al que todo el mundo intentaba ignorar, para no incomodarlo.

Esos años estuvieron marcados por la visita frecuente de artistas y escritores norteamericanos que huían de la ley seca (prohibición de vender bebidas alcohólicas). Scott Fitzgerald, quien le consagró el relato Un diamante grande como el Ritz, era uno de ellos. Fue él quien introdujo al más joven Ernest Hemingway en los encantos del hotel (particularmente del bar), quien a su vez sería una de sus figuras emblemáticas. ?Cuando sueño en la vida después de la muerte, la acción sucede siempre en el Ritz?, escribió Hemingway. En 1957, en ocasión de una limpieza del sótano, se hallaron unas maletas olvidadas por Hemingway 30 años antes, que contenían varios cuadernos con notas. Estos fueron editados en 1964, luego de su suicidio, y fue la obra París era una fiesta, un homenaje a la Ciudad Luz.

Otra incondicional fue Coco Chanel, quien se instaló allí en 1934 (la entrada sobre la rue Cambon daba frente a su tienda) y a excepción del período de su exilio suizo, vivió allí hasta su muerte, en 1971, entre sus biombos, sus cómodas chinas, sus espejos barrocos y su gran sofá de terciopelo.

En la Segunda Guerra Mundial, el Ritz obtuvo un tratamiento favorable, puesto que Marie-Louise Ritz, quien sucedió a su marido, y su hijo Charles eran suizos y por lo tanto considerados neutrales, y los dignatarios nazis ocuparon solo la mitad. El resto del hotel continuaba su vida normal, pero mientras Coco Chanel se paseaba despreocupadamente con su amante, el aristocrático barón Hans Günther von Dincklage, el hotel escondía, en habitaciones secretas, a aviadores aliados, fugitivos o miembros de la Resistencia, una verdadera red de espías que informaba a los servicios secretos británicos.

Ocaso y apogeo

Tras la guerra, el Ritz volvió a acoger a personalidades como Charlie Chaplin, Barbara Hutton, el Aga Khan, Ingrid Bergman, los duques de Windsor y Evita Perón, quien en su único viaje a París hizo que los modistos llevaran al hotel colecciones de alta costura y los tenía esperando durante horas en la puerta de su suite.

El cine también colaboró para alimentar el mito del Ritz con filmes como Ariane, con Audrey Hepburn y Gary Cooper, partes del cual fueron filmadas en el hotel. Sophia Loren decía que ?el Ritz es el hotel más romántico del mundo, porque una mujer sabe que el hombre que la lleva allí la ama?.

Sin embargo, el hotel ?envejeció? junto con sus clientes. En 1976, a la muerte de Charles Ritz, solo era la sombra de lo que fue. Finalmente, tres años más tarde, lo adquirió el millonario egipcio Mohamed Al-Fayed, quien realizó, sin cerrarlo, un colosal trabajo de renovación y lo dotó de nuevos atractivos, como una gigantesca piscina neoclásica, que difundía música clásica bajo el agua.

Pero el hotel, fuente de orgullo para Al-Fayed, fue también escenario de su gran tragedia: fue de allí, el 30 de agosto de 1997, de donde, tras haber cenado en la suite Imperial, salieron su hijo Dodi y la princesa Diana de Gales en un Mercedes negro conducidos por el jefe de seguridad del hotel (algo pasado de alcohol). Perseguidos por los paparazzi encontraron su muerte en el vecino túnel de l?Alma. Sus últimas imágenes en vida, filmadas por las cámaras de vigilancia del hotel, quedaron grabadas en todas las memorias...

Las personalidades siguieron hospedándose en el hotel: Woody Allen, Johnny Depp, Sharon Stone, Richard Gere..., pero fue perdiendo su brillo mientras surgían en París nuevos hoteles supersofisticados, como el Shangri-La, el Mandarin Oriental y el Península. El Ritz no tenía otra opción que renovarse.

Por cierto, estar en el Ritz es un privilegio de los más afortunados. Las tarifas van desde 1.120 dólares por noche, por las habitaciones comunes, hasta 21.000 dólares por noche, por la suite Imperial, con una cama que es réplica de la de la reina María Antonieta. Increíblemente, a menudo está ocupada.

Datos interesantes

El obeso rey Euardo VII, fiel cliente, adoraba tomar largos baños, preferiblemente en compañía femenina. En una ocasión, el rey se quedó atascado en la bañera. A pesar de sus esfuerzos, su compañera de turno no logró sacarlo. Desesperada, llamó a la recepción y le enviaron dos empleados que lograron liberarlo. Para evitar ese tipo de bochorno, César Ritz hizo instalar bañeras más amplias y una cuerda a su lado para llamar al valet o a la mucama (que sigue en uso).

La duquesa de Windsor tomaba cocteles en el bar del Ritz con el playboy Jimmy Donahue, y luego se reunía con el duque para cenar y salir. A menudo, ella aparecía al día siguiente para almorzar, pero sin el duque. ?Me casé con él para lo mejor y lo peor, pero no para almorzar?, solía decir.

Una noche, una bella mujer entró del brazo de un hombre mayor en el bar donde estaban bebiendo Scott Fitzgerald y Ernest Hemingway. Fitzgerald le pidió a un camarero que le buscara una caja de orquídeas y se la envió a su mesa. La mujer la devolvió de inmediato y Fitzgerald tomó una y se la comió, pétalo por pétalo. Horas después el escritor regresó al bar con ella del brazo. Más adelante, quienes iban al bar con frecuencia hablaban de ?la táctica de la orquídea?.

FOTOGALERÍA: Descubre cómo es por dentro el Ritz de París

NO TE PIERDAS: Té en el Ritz de Londres

Relacionado