Helena Rubinstein y el poder de la belleza

Helena Rubinstein y el poder de la belleza

La reconocida cosmetóloga convirtió un pequeño negocio familiar en un imperio, impulsó el empoderamiento de las mujeres y fue una gran coleccionista de arte. Conoce más acerca de la vida de esta famosa polaca

El nombre de la exposición Belleza es poder no es arbitrario. Helena Rubinstein lo decía y creía fervientemente en eso. Más aún, ese fue uno de los primeros eslógans que usó para promover sus cosméticos. Tenía la convicción, además, de que cualquier mujer podía superar su condición, por más humilde que fuera, a través de la voluntad y de la disciplina, del aprendizaje del gusto y del refinamiento; que cada una podía ser bella a su manera. Ella era la prueba. El nombre de la exposición Belleza es poder no es arbitrario. Helena Rubinstein lo decía y creía fervientemente en eso. Más aún, ese fue uno de los primeros eslógans que usó para promover sus cosméticos. Tenía la convicción, además, de que cualquier mujer podía superar su condición, por más humilde que fuera, a través de la voluntad y de la disciplina, del aprendizaje del gusto y del refinamiento; que cada una podía ser bella a su manera. Ella era la prueba.

La muestra, actualmente en el Jewish Museum, de Nueva York, es la primera que se dedica a la legendaria empresaria, no por el lugar que ocupa en la historia de la cosmética del siglo XX, sino como coleccionista, feminista, innovadora y filántropa, pues Helena Rubinstein fue una figura de ideas avanzadas, que contribuyó a echar abajo las barreras entre comercio, arte, belleza y diseño.

A través de 200 objetos, Belleza es poder revela cómo, gracias a su estilo único y personal, desafió los gustos y conceptos conservadores de su época y tuvo una noción de belleza más moderna, más democrática y más accesible a todos.

Además de publicidades, productos y filmes promocionales, la muestra presenta la visión de Helena Rubinstein a través de las obras de su colección de arte, que incluye artistas de la talla de Frida Kahlo, Max Ernst, Leonor Fini, Joan Miró, Henri Matisse, Marie Laurencin y Fernand Léger. Pero si su colección revela su gusto altamente sofisticado, también evidencia su habilidad para la autopromoción, a juzgar por las decenas de retratos de ella hechos por varios artistas (incluyendo dibujos de Andy Warhol y Pablo Picasso) y de fotografías para las que posó. En el universo de HR ?a quien todos llamaban Madame?, arte y comercio se mezclaban continuamente, y sus casas, sus colecciones, sus joyas y su ropa de alta costura llegaban a ser avisos publicitarios para proyectar su éxito.

FOTOGALERÍA: EL FASCINANTE MUNDO DE HELENA RUBINSTEIN

Sus residencias en París, Londres, Nueva York y Connecticut eran a menudo objeto de artículos en revistas de decoración y servían de fondo para producciones de moda. Por esa razón Helena las decoraba, lo mismo que sus salones, con espléndidas obras de arte: murales surrealistas, retratos modernistas, muebles art déco, espejos venecianos y piezas de arte africano y de Oceanía. Sus gustos eclécticos también se reflejaban en la moda: en la muestra pueden verse un traje de brocado rojo, de Cristóbal Balenciaga; una exótica túnica egipcia de Paul Poiret y un bolero con elefantes bordados de Schiaparelli. También se exhiben algunas de las que ella llamaba quarrel jewels (joyas de las disputas): las piezas con que solía gratificarse después de las peleas con su primer marido, el periodista Edward William Titus (en su gabinete de joyas, los cajones estaban marcados con una D, para los diamantes; E, para esmeraldas; R, para rubíes...).

¿De donde venían su fuerza y sus ansias de triunfar? HR nació en 1872, en el barrio judío de Cracovia, en Polonia. Su padre, Hertzel, era un comerciante con poco talento y muchas deudas, y su madre, Gitel, sabía que nunca tendría una dote para sus ocho hijas. Y puesto que la única esperanza para que una mujer llevara una buena vida era casarse con un hombre solvente, cada noche Gitel les insistía a sus hijas sobre la necesidad de cuidar su piel y su cabello. Aun si estaba cansada, Helena (entonces Chaya) nunca dejó de cepillar 100 veces su pelo para darle brillo, lavarse la cara con agua fría y ponerse la crema hidratante que hacía su madre. Cuando Gitel le decía a su hija mayor que con su cutis perfecto haría su fortuna, no sabía hasta qué punto sus palabras resultarían proféticas.

En 1896, a los 24 años, huyendo de un matrimonio arreglado por su padre, la diminuta Helena (medía 1,47 metros o 4?10?) se fue a Australia, donde un tío tenía una tienda de artículos generales. Durante dos años trabajó sin sueldo para él, hasta que aprendió a hablar el inglés.

Luego probó todo tipo de empleos: vendedora, sirvienta, ama de llaves y camarera en un café de moda en Melbourne, donde conoció a Frederick Grimwade, un farmacéutico que le permitió usar su laboratorio para fabricar sus primeras cremas comerciales. Aprovechando la gigantesca producción de lanolina del país, obtenida del ganado ovino, y su bajo costo, Helena la usó generosamente en sus pociones, disimulando su fuerte aroma con lavanda, pino y lirio acuático.

El precio, con el envase, resultó increíblemente económico: 1 chelín. Grimwade le sugirió un precio de venta 150% por arriba del costo, o sea, 2,5 chelines, pero ella le respondió con astucia: ?Las mujeres no comprarán nada tan barato. Cuando se trata de mejorar su apariencia, deben tener la impresión de que les están ofreciendo algo excepcional?. La crema se vendió a 7 chelines y 7 peniques. HR les explicaba a las clientas que la crema, a la que bautizó Valaze (que significaba ?regalo del paraíso? en húngaro, pero sonaba francés y aristocrático) era cara porque venía de Viena. Casi se la arrancaron de las manos.

Según la biógrafa Michele Fitoussi, poco antes de morir, en 1965, HR le mostró a su secretaria un papel amarillento que había encontrado en su archivo. ?Este papel es histórico, es la fórmula de la crema original?, le dijo. La secretaria esperaba ver una lista de ingredientes exóticos que HR había utilizado durante 70 años: esencias orientales, misteriosas hierbas europeas, exóticos extractos... Sin embargo, lo que había anotado con su prolija caligrafía era aceite vegetal, aceite mineral, cera. Eso era todo.

En 1904, Helena fue la primera en hablar de tipos de piel ?seca, normal, grasosa? y de la necesidad de aplicar cada noche la rutina de crema limpiadora, astringente e hidratante. De pronto, las mujeres sintieron la necesidad de usar tres productos cuando antes uno les era suficiente. Por supuesto, la línea cosmética de HR incluía los tres. También fue la primera creadora de cosméticos en respaldar sus productos de belleza con un aura científica, usando, como los médicos, una bata blanca durante las consultas de sus clientas en el salón de Melbourne.

Después, impulsó los peelings, que todavía eran experimentales, y fue una vehemente defensora de la protección solar (?El bronceado es un suicidio de la belleza?, decía). También desarrolló el primer rímel a prueba de agua y una serie de terapias de estiramiento de la piel.

Dicho esto, debe tenerse en cuenta de que a principios de siglo XX, la clase media no veía con buenos ojos el uso de los cosméticos, asociados con los rostros maquillados de actrices y prostitutas. Rubinstein rechazó ese concepto y produjo y comercializó productos de maquillaje o, como ella decía, las herramientas para que las mujeres pudieran transformarse por sí mismas. Al alentarlas a definirse y expresarse como personas, HR contribuyó a su empoderamiento y les ofreció la posibilidad de autoinvención. ?No hay mujeres feas, solo perezosas?, solía decir.

En 1905, tenía 100.000 libras en el banco, el equivalente a 12 millones de dólares de hoy, y se fue a conquistar Londres y París, instalando allí a sus hermanas Pauline y Ceska como administradoras de sus salones. En las décadas siguientes, su imperio incluía sucursales en más de 30 ciudades, incluyendo México y Río de Janeiro. Pero fue en Nueva York, en 1915, donde instaló su salón en la Quinta Avenida y estableció su influencia, y desde donde dirigió su feroz batalla contra sus archirrivales Elizabeth Arden y Charles Revson (Revlon). A diferencia de Arden, decana de la belleza WASP (quien había dicho que ?ser episcopal es chic?), el enfoque de HR era alentar a las mujeres a aceptar su singularidad.

Para Helena, el rostro era como una tela en donde podía expresarse y explorar su propia identidad. Por eso los programas de belleza en sus salones incluían maquillaje y peinado, pero también lecciones de salud, comportamiento y cultura. La identidad es cuestión de elección, decía ella, quien fue la princesa Gourielli-Tchkonia gracias a su segundo marido, el príncipe Artchil Gourielli-Tchkonia. Durante los siguientes 50 años transmitió ese mensaje, y también lo hizo con su propio ejemplo.

Helena Rubinstein murió el 1º de abril de 1965. En su ataúd, perfectamente maquillada y vestida con un modelo de Yves Saint Laurent bordado con pedrería, recibió durante tres días el homenaje del tout Nueva York . A su familia le dejó las 15 fábricas y el grueso de su fortuna compartidos con la Fundación Helena Rubinstein. Al año siguiente, su colección fue subastada y su compañía fue adquirida por Colgate-Palmolive para pasar, en 1980, a manos de L?Oréal. Hoy, Helena Rubinstein es una marca, pero la mujer sigue siendo inimitable.


FOTOGALERÍA: EL FASCINANTE MUNDO DE HELENA RUBINSTEIN

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