Princesas sin final feliz

Princesas sin final feliz

Todas ellas creyeron vivir su particular cuento de hadas, aunque finalmente no acabaran ni siendo felices ni comiendo perdices, sino todo lo contrario

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Elizabeth de Wittelsbach, Sissi de Austria-Hungría, nació en Munich, Alemania. Hija de un miembro de una rama dinástica secundaria de la realeza, su vida en un principio la destinaba a contraer matrimonio con algún Habsburgo segundón, pero el destino le guardaba una sorpresa, se convertiría en testigo de los grandes acontecimientos de la Historia Moderna.
Todas ellas creyeron vivir su particular cuento de hadas, aunque finalmente no acabaran ni siendo felices ni comiendo perdices, sino todo lo contrario. Sissi emperatriz, Lady Di, Grace Kelly o Anita Delgado (Maharaní de Kapurthala) fueron las mujeres más envidiadas, copiadas y admiradas de su época, no obstante, la inseguridad e infelicidad muchas veces se apoderaron de sus almas.
Su amor duró poco, tuvieron tres hijos y reinaron sobre la jet set, pero a la princesa le esperaba un trágico final: murió en un accidente automovilístico el 14 de septiembre de 1982.
Anita, aunque con miedo, estaba encantada, pero no contaba con que la India es un país de castas, de tradiciones inmutables y que su presencia allí no iba a ser tan bien recibida como le habían hecho creer, a pesar de que el rajá cumplió con su promesa de tratarla hasta el final como a una esposa.
Fueron descubiertos en el hotel Savoy de Londres y al poco tiempo el maharajá obligó a abortar a su raní española y la devolvió a su tierra, aunque con privilegios de reina. La bella Anita nunca se olvidó de Karan, a quien siguió viendo en encuentros furtivos tras su marcha de la India.
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La soledad que sufría se hacía cada vez menos soportable, hasta que llegó Karan, hijo del Maharajá, que venía de Inglaterra de recibir una educación moderna. Guapo, sensible y de su misma edad robó el corazón de Anita.
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Jagatjit Singh, Maharajá de Kapurthala, visitó España con motivo de la boda del rey Alfonso XIII. Una noche acudió a un teatro de variedades donde la andaluza Anita y su hermana Victoria formaban el grupo de baile “Las Camelias”. El indio quedó prendado de los encantos, gracia y belleza de Anita y no cejó en su empeño hasta que la consiguió.
Joyas, dinero y caballerosidad convencieron a los padres de la joven para que fuera trasladada a París a recibir una educación de princesa. Allí, Madame Dijon, institutriz contratada al efecto, le instruyó en el estudio del francés, las buenas maneras y la engalanó con ropa de alta costura.
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La vida de Anita Delgado, bailarina española que llegó a ser Maharaní de Kapurthala, principado de la India británica, no fue tampoco un camino de rosas, aunque desde luego conoció el lujo y refinamiento de una vida que no habría soñado ni de lejos.
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Insegura y melancólica, el pueblo la adoraba, aunque no así su suegra, la archiduquesa Sofía, quien la sumió en un estado de desesperación desde su temprano matrimonio (sólo contaba 16 años cuando le dio el sí a Francisco José I).
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Aislada y sola, Anita aguantó mientras el maharajá la amó, pero el inconstante príncipe poco a poco se fue alejando de ella, lanzando a la española a una relación adúltera e incestuosa.
Su final no fue mucho mejor, en Ginebra fue apuñalada por un anarquista en el año 1898.
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Pero si hablamos de princesas desgraciadas, no podemos dejar de mencionar a Lady Di, princesa de Gales. Hija del octavo conde de Althorp. La joven pertenecía a la alta aristocracia británica, era guapa, joven y virgen cuando Carlos decidió casarse con ella.
Sería venerada como emperatriz, admirada por su belleza y humillada por su familia política. Controvertida por sus aficiones impropias de su época, fue una visionaria que elegía para sus ratos de ocio aficiones reservadas a los hombres. Fumaba, era políglota e intelectual, acostumbraba a escribir poesía y cuidaba su silueta. Recientes estudios han dejado entrever que la soberana podría haber padecido anorexia.
Su vida estuvo teñida por la desgracia y el escándalo. Relacionada sentimentalmente con el conde Gyulay Andressy, se dice que realizaba frecuentes viajes a Hungría hastiada de su marido. Más tarde vería desmembrarse poco a poco su amado imperio aunque no llegara a ver el final definitivo de éste. Sufrió la muerte prematura de su hijo Rodolfo, que se suicidó con su amante, y de su primogénita, Sofía.
Jagatjit Singh contaba ya con cuatro mujeres y cuatro hijos cuando Anita se convirtió en Raní. Las damas del harén no aceptaron que el soberano la apartara de la zenana (parte del palacio en el que permanecía el haren). A Anita no le perdonaron el haber robado el corazón del rajá y se dedicaron a hacerle la vida imposible. El rechazo fue generalizado y tampoco las autoridades británicas reconocieron a la española como esposa.

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