Entrevista con Pierre Hardy, el diseñador de zapatos de Hermès

Entrevista con Pierre Hardy

Desde hace 25 años, Pierre Hardy diseña los zapatos de Hermès. Conversamos con el maestro sobre calzado y más?

El encuentro tuvo lugar durante la Paris Fashion Week, cuando, paralelamente a los 91 desfiles oficiales, las marcas aprovechan la presencia de miles de editoras y compradores de todo el mundo para presentar sus colecciones. Así ven de cerca las prendas y los accesorios que llegarán a las tiendas seis meses más tarde. Tratándose de Hermès, de más está decir que se trata de un evento ultrachic donde, con una copa de champán en la mano, se puede examinar de cerca la colección de zapatos imaginada por Pierre Hardy para la primavera-verano 2016. Fue allí mismo, en una pequeña sala, en la que, abandonando momentáneamente los halagos de la asistencia, nos recibió el diseñador.

Responsable de la creación del calzado de Hermès (y de las joyas, desde el 2000), Hardy ha vuelto a ofrecer una colección elegante y audaz, clásica y moderna, sexy y discreta... un delicado equilibrio que domina a la perfección.

De pequeño, Pierre Hardy soñaba con una carrera artística. Desde los 13 años estudió danza e integró varias compañías. Sin embargo, incapaz de responder a las exigencias de la carrera, se resignó a abandonarla. Aun así, su relación con esta disciplina sigue teniendo un lugar preponderante en su vida y el espectáculo del ballet todavía le arranca lágrimas de emoción. A los 18 años obtuvo un diploma en Artes Plásticas de la prestigiosa Escuela Normal Superior de Artes Aplicadas (donde más adelante ejerció como profesor durante 23 años) y luego uno de escenógrafo de la escuela Nacional de Artes y Técnicas de Teatro de Lyon, Francia. Más tarde llegó a ser ilustrador para revistas, cuadernos de tendencias y lookbooks de marcas, y es así, como él dice, ?que la moda me cayó encima?. En los años 1980, entró en Dior, donde le propusieron las colecciones de calzado, su primera incursión en ese campo. Cuando en 1990 Jean-Louis Dumas, entonces presidente de Hermès, lo invitó a hacerse cargo del diseño de zapatos de la maison, el sector todavía era muy pequeño. Cincuenta colecciones más tarde, Hardy no ha perdido el poder de sorprender ni de sorprenderse.

Para esta temporada primavera-verano 2016, el dossier de prensa habla de una inspiración en la naturaleza?

Más que en la naturaleza yo diría en lo natural. La naturaleza es muy difícil de reproducir; se puede tratar de imitar, pero hay muchos que lo hicieron mejor que yo, desde los tiempos de Botticelli e incluso de los hombres de las cavernas. Más bien la idea fue encontrar una manera de tratar las materias y las líneas de la naturaleza sin intentar ser demasiado ilustrativo, a pesar de que es muy tentador servirse de las hojas o de las flores.

¿Cuáles son las relaciones entre la moda y el arte?

Estudié pintura, dibujo y escultura, y me enseñaron a no hacer las cosas porque sí, sin una reflexión previa. En la moda, en cambio, se funciona muchas veces por capricho o por intuición. Por otro lado, si bien muchos artistas juegan con elementos de la moda, lo contrario no siempre es posible, ya que la creación plástica no está sometida a la dictadura de las temporadas. En la moda, además de tener una buena idea, es importante que sea en un buen momento.

¿Qué parte de su trabajo le gusta más?

En la creación hay que tener en cuenta dos fases: una proyectiva, que es un momento ideal, libre de toda limitación, y después otra fase, en la que hay que producir esa idea y transformarla en un objeto real. Yo, personalmente, disfruto tanto de una como de la otra. Me gusta trabajar para que el objeto llegue a ser como se había previsto; me agrada buscar la manera de que la idea se concretice, incluso si para lograrlo hay que encontrar los medios, adaptarse, darle una vuelta a la cosa y torcerle un poco el cuello.

Cuando diseña, ¿piensa en la clienta de Hermès o en seducir a la mujer que aún no lo es?

En realidad, trabajamos con tanto tiempo adelantado, que pensamos sobre todo en un ideal, un poco en una mujer de ficción. Clienta quizás, pero seguramente una clienta idealizada que después, forzosamente, se encontrará con esa mujer real. El diseño, ya sea de calzado o de joyas, es un lazo entre esa mujer ideal de la fantasía y aquella que va a entrar en la tienda, lo probará y, con el tiempo, lo hará suyo.

Con Hermès ha formado un matrimonio desde hace 25 años, un verdadero milagro en el ambiente de la moda?

Hermès es como una mujer sofisticada, interesante, siempre excitante. Uno nunca se aburre de ella. Hace 25 años que trabajamos juntos y no conozco todavía todo su pasado. Siempre hay cosas para descubrir. Me fascina trabajar para una casa como esta, donde el tiempo pasa con un ritmo propio, diferente al del mundo de la moda, y donde se trata de crear un objeto de deseo que sea al mismo tiempo totalmente contemporáneo y que, a la vez, esté vigente dentro de 10, 20 años?

En el 2001, Hermès propuso a Hardy hacerse cargo del diseño de las joyas, un nuevo desafío. Pero no tanto para disuadir a un hombre acostumbrado a llevar adelante diferentes proyectos y colaboraciones simultáneamente. Su ?espacio de creación?, como él lo llama, es muy amplio. En efecto, desde 1999, Hardy estableció su propia marca de calzado; en el 2007 publicó el libro Success is a Job in Paris y en el 2011 creó un concept shoe en fibra de carbón para Peugeot. También colaboró con GAP, con la marca francesa Kitsuné y con Balenciaga durante la dirección artística de su amigo Nicolas Ghesquière; diseña frascos para los perfumes Fréderic Malle y sombras para párpados y esmaltes para uñas para NARS. En el 2010 introdujo la Alta Joyería de Hermès y hasta el 2012 continuó dando clases (de escenografía) una vez por semana. Su espíritu prospera en un universo variado. ?Así como me hubiera aburrido ser solamente profesor, no creo que hubiera podido apasionarme solamente por la moda?, dijo recientemente.

¿En que se diferencia su trabajo para Hermès del de su propia marca o del de sus colaboraciones con otras firmas?

Mi objetivo en Hermès es que yo desaparezca tras el calzado. Que al verlo se pueda identificar como un zapato de la casa y no de un diseñador, ya sea X o Y. En cambio, en mi propia colección es exactamente lo opuesto, es mi identidad, real o proyectada, que prima sobre el cliente. Dicho esto, tengo más libertad en Hermès que en mi marca, pues muchas veces llevar una máscara permite decir la mayor cantidad de verdades, ¿no? Es muy excitante para un creador meterse en la piel de otro y muy cómodo trabajar dentro de un marco, especialmente cuando uno viene haciéndolo desde hace tantos años. Para mí, es un verdadero lujo?

Entre el diseño de calzado y de joyas, ¿cuál le impone más limitaciones?

La joyería, sin duda. Ambos objetos tienen estatus muy diferentes. Diseñar zapatos es la libertad. El zapato es por esencia efímero, renovable, momentáneo, está ligado al deseo del instante y provoca un anhelo casi irreflexivo: ?¡Qué bonito, lo quiero ya!?. En cambio con la joyería descubrí el sentido de la pieza única. Un código muy diferente. En moda se pueden lograr una o dos piezas perfectas entre 40 de ellas; en la joyería se trabaja sobre una sola y debe ser perfecta. Además, la joya generalmente representa algo simbólico: siempre se recuerda ese momento en que le ofrecen una joya e, incluso, cuando se la compra uno mismo.

Algunos de sus modelos se convirtieron en clásicos. ¿Qué hace clásico un modelo?

Un clásico es el modelo que tiene éxito desde que aparece y que nunca pasa de moda. Si hice algunos, nunca lo supe en el momento de la creación. Me di cuenta mucho tiempo después, pues eso solo se revela desde una cierta perspectiva y siempre es una sorpresa. Por ejemplo, la sandalia Oran no estaba destinada a ser un clásico, todo lo contrario. Salió en el año en que el tema de Hermès era África, creo que en el 2000. Mi idea con esa sandalia era lograr el calzado más sencillo posible, que fuera casi como andar descalza, y el motivo no era la H de Hermès, como se interpretó luego, sino uno geométrico africano. Desde entonces lo seguimos reeditando. No hubo nada calculado, fue totalmente imprevisible.

He oído que a usted le gusta particularmente diseñar sandalias. ¿Cuál es el tipo de calzado que nunca crearía?

¿Además de los crocks? (risas). En realidad hay un modelo que detesto: las salomé, pero las mujeres lo adoran y no sé por qué, pues no creo que logran que los pies se vean bonitos. Las ballerinas, en cambio, me encantan.

A usted, que estuvo muy ligado al mundo de la danza, ¿qué reflexión le provocan todos esos zapatos incómodos que pueden verse en las tiendas y en las revistas?

¿Qué puedo decir? La danza es mucho más incómoda que cualquier calzado, es lo opuesto al confort. Incluso diría que la danza me enseñó la incomodidad. Dicho esto, pienso que cada mujer busca imitar un cierto ideal y que algunos modelos de zapatos pueden corresponder a ese ideal. Pero yo diría que el calzado es solo un ejemplo de lo que una mujer es capaz de infligirse para alcanzar un ideal, ya que a veces acude a formas mucho más violentas, como las operaciones estéticas. Históricamente, la mujer siempre estuvo dispuesta a hacer muchas concesiones en nombre de la belleza.

¿Cuál es el mejor elogio que prefiere?

La verdad, no lo sé. Ya por lo pronto me encanta ver por la calle a una mujer llevando un modelo mío, porque es como una confirmación de que todo el proceso ha funcionado bien, desde el momento de su concepción hasta su entrada en el mundo real. ¡Adoro eso!

¿Cuál sería el calzado básico en el guardarropa de una mujer?

¡Una veintena de pares! (risas). No, no hay calzado básico, depende de su apariencia, de su físico. Hay gente que encuentra ?su? look, ?su? uniforme y para esas mujeres o esos hombres, un par es suficiente. Pero son las excepciones. Para la mayoría de nosotros, vestirnos o calzarnos tiene un aspecto lúdico. Y como, además, vivimos en un mundo consumista y no funcional, no compramos zapatos porque los necesitamos, sino ¡porque tenemos ganas!

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