Un irresistible objeto de deseo

Un irresistible objeto de deseo

Desde su creación, hace más de 70 años, el carré Hermès acompaña a las mujeres elegantes de todo el mundo

La historia del carré Hermès comienza en 1937, cuado Robert Dumas, propietario de esta casa especializada en artículos de cuero para la equitación, decide crear un pañuelos de seda para celebrar la inauguración de una línea de transporte parisina.

Así nació Jeu des Ómnibus et Dames Blanches, un modelo emblemático con un tamaño de 90 x 90 cm (35 x 35"), de forma cuadrada (de allí su nombre, carré), que continuó sin modificaciones durante años. “Desde el principio, el carré Hermès fue imaginado como un objeto y no como un accesorio. Es un objeto perfectamente autónomo”, dice Pierre-Alexis Dumas, actual director artístico del grupo y nieto de su fundador. Como su antepasado, tiene una verdadera pasión por el dibujo, la que comparte con Bali Barret, quien se incorporó a la casa en el 2003, trayendo con ella sus ideas renovadoras.

Bali Barret me recibió en las oficinas de Hermès, en París, en medio del bullicio del lanzamiento de la colección primavera-verano 2012. Rozagante parisina de 45 años, madre del pequeño Atila, de 6, lleva sus inseparables jeans blancos. Mi primera pregunta me salió casi a pesar mío. ¿Cuántos carrés tiene?... “La verdad, no lo sé, quizás alrededor de 30 o 40. Tengo muchos, pero pierdo muchos también. Soy alguien a quien vale la pena seguir, pues los dejo caer, en fin, así he perdido unos cuantos. Pero al mismo tiempo pienso que hago felices a quienes los encuentran...”, me cuenta, divertida.

Bali Barret era una apasionada de los pañuelos Hermès mucho antes de entrar en la casa. A los 14 años, ya le encantaba usarlos al cuello, en la cabeza, como tops o minifalda. Hay que decir que los encontraba en los cajones de su madre. Su historia de amor con Hermès se remonta a su adolescencia. ¿Imaginaba ya entonces que un día trabajaría para la firma? “Nunca. Fue realmente la idea de Pierre-Alexis Dumas. Su ofrecimiento me sorprendió, porque entonces, en el 2002, yo diseñaba ropa para mi propia tienda y estaba en una onda muy minimalista. En cambio, para mí el carré es la fantasía, los colores desbordantes”, explica. Sin embargo, Dumas intuyó que esta auténtica parisina, cuyo conocimiento de la marca estaba impregnado en su cultura, sería la persona indicada para darle un toque de impertinencia y de audacia, y traer un aire de juventud al tradicional accesorio. Así le ofreció primero hacerse cargo de una pequeña parte de la colección de seda. Luego, en el 2005, le propuso la totalidad, y en el 2006, la nombró en la dirección de todo el sector. Fue la primera vez que Hermès confiaba tal responsabilidad a una persona ajena a la familia.

Los fabulosos diseños en un carré

DE LA REINA ISABEL AL STREET STYLE

“Una de mis obligaciones es imaginar cómo contar nuevas cosas. Cuando se tiene un producto tan institucional, del que la gente tiene una imagen tan anclada, hay que hacer todo lo posible para demostrar que, si bien puede ser el pañuelo preferido de la reina Isabel (quien tiene una impresionante colección), también puede adaptarse perfectamente al street style de las chicas de París, Londres o Tokio”.

Lo primero que hizo Bali al llegar a la casa fue viajar a la ciudad de Lyon, en Francia, donde se encuentran los talleres y el corazón de la marca, aprender lo que sabían hacer y las posibilidades técnicas, “aunque evitando sumergirme en los archivos de la seda, pues quería lanzarme sin dejarme influir demasiado por su historia”. Lo que vio la entusiasmó y la inspiró. “Me sentía febril, llena de ideas”, dice. Y menos de un año después, su primera colección vio la luz. Se llamó Soie Belle y revolucionó el uso de la seda con sus ideas originales.

Pero la labor de Bali consiste no solo en imaginar personalmente nuevos modelos, sino en crear colecciones con la ayuda de otros artistas. Algunos de ellos trabajan con la casa desde hace mucho tiempo, otros son creadores jóvenes, que ella descubre y orienta. “Entre nuestros artistas puede haber un pintor polaco de 70 años, un cartero de Texas, un aborigen de Australia, un joven grafista, un dibujante de Uganda y hasta un artista callejero francés, responsable de Graffiti, un modelo de la colección 2011, que personalmente considero el reflejo perfecto de nuestra época. La idea es encontrar siempre una mirada diferente”, cuenta entusiasmada.

En cuanto a su propia inspiración, la encuentra de maneras muy variadas: “Acumulo cosas, puede ser un pedacito de un mantel de un restaurante, un trozo de papel, una bolsa de plástico, un libro, la obra de un artista contemporáneo, una reproducción de un cuadro del Renacimiento? En mis viajes tomo muchas fotos: de un árbol o de una casa, y hago armonías de colores todo el tiempo, pues son inagotables” .

Para Bali, el color es el secreto del éxito de una colección, “y hay pocas materias como la seda, con su brillo característico, que no lo tienen el papel, el cachemir ni el algodón, y donde la emoción del color está tan exacerbada, que un mismo motivo que se imprime en diferentes gamas cambia de carácter y de personalidad según la coloración”, explica.

A pesar de ser la responsable de numerosos cambios en la concepción de los pañuelos -nuevos tamaños (70 x 70 cm o 27 x 27"), nuevas materias (jersey de seda), nuevas tinturas (dip dye)-, Bali no considera que su llegada haya producido un salto súbito a la modernidad. “El carré siempre fue evolucionando, pues su vocación es la de estar de acuerdo con su época. Basta con visitar el archivo para detectar los cambios a través de las décadas. No es lo mismo un carré de los años 40, que uno de los 50 o de los 60", dice.

El objetivo de hoy día es descubrir el carré a las jóvenes de 20 años, transmitir la idea de que este tiene más usos que cubrir la cabeza o el cuello. Para ello Bali concibió varias campañas promocionales en diferentes países -J?aime mon Carré o Paris Mon Ami- con demostraciones y fiestas, y un blog interactivo en el que se muestran maneras diferentes de llevarlo, lo que se llama street style. Un carré puede ser un top, un vestido, un bolso, un cinturón...

UNA PEQUEÑA PIZCA DE LOCURA

La producción es un proceso sin interrupción. Cada temporada se lanzan 20 modelos, 40 por año. Siempre hay algunos en cada fase de preparación. De los miles de modelos a través de las épocas, algunos llevan símbolos icónicos de la casa. “Si miramos los diseños emblemáticos, queda claro que son dibujos de una gran calidad, muy equilibrados, que tienen una composición y un estilo muy logrados. Uno de ellos, Brides de Gala, de 1957, es esencialmente Hermès, porque las bridas (frenos del caballo) son inherentes a la tradición equina de la casa y es el modelo que la mayoría de la gente asocia con Hermès”, explica. Ella, por su parte, se siente muy orgullosa de “su” versión del modelo, que logró sumergiendo el pañuelo en un cubo de tintura Dylon, proceso que provocó un efecto nuevo e inesperado, dándole un toque totalmente actual.

Dicen que cuando una mujer compra un carré Hermès, este entra en la familia como una joya, pues pasará de madre a hija. Es cierto que pocas mujeres se resisten al charme de un pañuelo, el más flexible y cambiable de los accesorios, y los carrés Hermès despiertan una particular fidelidad. “Quizás porque es la única casa que ha estado produciendo una colección de pañuelos desde hace casi 75 años, sin interrupción”, dice Bali, “y porque nuestro objetivo es que siempre sea considerado bello aun con el paso del tiempo y de las modas”.

¿Qué consejo le daría a una mujer que va a comprar su primer carré Hermès? “Que lo pruebe. En general la clienta descubre primero el color, luego el dibujo, pero a menudo se olvida de probarlo. Hay que plegarlo, pues algo que puede parecer excesivo desplegado, es otra cosa cuando está doblado. Un carré puede ser algo muy extravagante, pero toda mujer puede permitírselo, ya que es una extravagancia en pequeños toques, como si fuera una pequeña pizca de locura”.

El proceso de creación del carré

El largo viaje del carré

Antes de entrar en la vida de una mujer e incluso antes de que el carré llegue a la tienda Hermès, un templo del lujo y de elegancia, tuvo lugar un larguísimo viaje en etapas...

Este comienza en París, con el dibujo, cuando el diseñador presenta su proyecto a Bali Barret y a Pierre-Alexis Dumas. Se discuten las mejoras o modificaciones sobre el modelo. Este proceso puede durar seis meses, a veces un año, y no acaba hasta obtenerse una satisfacción total. Una vez terminado, se envía a los talleres de Hermès en Lyon. Le sigue el grabado, que es la parte más meticulosa de la fabricación y un trabajo minucioso que puede requerir entre 800 y 2.000 horas. La tercera etapa tiene lugar en el estudio de los coloristas, un equipo que, bajo las indicaciones de Barret y sus muy precisas gamas, reinterpreta los colores propuestos por el dibujante.

Cada modelo se imprime en una decena de armonías diferentes y es en el estudio de las coloristas donde se decide cuáles pasarán a la impresión. Le sigue la llamada cocina de colores, un trabajo muy delicado, pues para cada una de las 75 mil tonalidades hay una fórmula específica (una dosis exacta de agua a 95º C o 203º F), goma vegetal, solvente y pigmentos orgánicos. Las tonalidades responden a nombres poéticos como ultramar, rosa indio, oro viejo... La impresión, la etapa siguiente, se lleva a cabo en una sala inmensa, única en el mundo, equipada con tres mesas de 150 metros (492 pies)de largo. Los rollos de seda blanca se despliegan y se extienden sobre las mesas, donde unas máquinas impresoras van aplicando un color a la vez. Una vez terminado el proceso, que dura tres horas, los técnicos despegan los 150 carrés para secarlos al aire. Luego la banda parte a la fijación, el lavado y el secado.

Ya separados, las costureras especializadas llevan a cabo el dobladillo, con una técnica propia de la casa -el roulottage-, que consiste en enrollar a mano 1 cm (½") del borde del revés al derecho con hilo de seda. Cada etapa es objeto de un control riguroso, pero antes de partir hacia las tiendas Hermès en todo el mundo, cada pieza pasará por una última inspección. Si encuentran una mínima marca, la apartan. “Nuestra filosofía”, dicen en Hermès, “es poder tomarnos el tiempo. Por eso en cada una de las fases el principal objetivo no es el rendimiento, sino la perfección”.

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