Philip Treacy, el rey de los sombreros

Philip Treacy

Siendo un niño empezó a espiar las bodas que tenían lugar en su pueblo, ahora crea sombreros para reinas, princesas, artistas, y socialites

Hijo de un panadero, Philip Treacy nació en 1966 en Ahascragh, un pequeño pueblo al oeste de Irlanda, y fue el menor de siete hermanos y una hermana. De pequeño solía espiar, extasiado, las bodas que tenían lugar en la iglesia de su pueblo, frente a su casa. “Para mí, eran el equivalente a un desfile de moda”, recuerda. Aquel niño no podía entonces imaginar que un día, sentado entre los invitados a la boda de Camilla Parker-Bowles con el príncipe Carlos, heredero de la corona británica, vería entrar a la novia con un tocado hecho por él. “Fue el día más increíble de mi vida. Para mí, que de niño vi la boda de la princesa Diana por televisión, estar allí ante la futura reina de Inglaterra con una de mis creaciones, fue algo asombroso”.

¿Cuándo descubrió su vocación?
Empecé a coser a los 5 años. Mis compañeros en la escuela hacían trabajos con madera y las niñas cosían. "¿Por qué no puedo hacerlo yo también?”, le pregunté a la maestra y, aunque era muy estricta y me podría haber dado un golpe en la cabeza por preguntar, me dijo OK. En mi casa comencé a hacer vestidos y sombreros para las muñecas de mi hermana. Mi madre tenía patos, gansos y faisanes, así que contaba con todas las plumas necesarias. Ella también tenía una máquina de coser y me fascinaba ver la aguja que subía y bajaba y unía dos trozos de tela, pero no me dejaba usarla. Aun así, yo la utilizaba cuando ella salía a dar de comer a las aves. Eso sucedía en la Irlanda católica y tradicional de los años 70.

¿Su padre qué decía?
Recuerdo que una vez estábamos en casa de un vecino y este le preguntó: "¿No te parece extraño que este chico haga vestidos para muñecas?”. Mi padre respondió: “Que haga lo que le dé felicidad”. Hay que conocer el lugar de donde vengo para darse cuenta del valor de sus palabras. Pero también cabe decir que si yo mismo no hubiera sido una persona fuerte, no habría seguido cosiendo durante mi infancia.

¿Y después?
En 1985 me instalé en Dublín para estudiar diseño de moda en el Na-tional College of Art & Design. Allí hacía sombreros un poco como un hobby, para que armonizaran con los trajes y vestidos que diseñaba. Nadie prestaba demasiada atención a los sombreros, pero en mi caso, me interesaban más que la ropa. Fue entonces que decidí hacer una pasantía con el sombrerero Stephen Jones. Unos años más tarde obtuve una beca para continuar mis estudios en el Royal College of Art en Londres. En ese momento estaban tratando de decidir si crear o no un curso de sombrerería y yo fui un poco como su conejillo de Indias. Y luego fue su encuentro con Isabella Blow, su musa y “descubridora”...Yo era todavía estudiante cuando llevé una de mis creaciones a la revista Tatler, donde Isabella era editora de moda. Un par de semanas más tarde, Issie me encargó un sombrero para su boda, con tema medieval, para llevar con el vestido de terciopelo violeta. Diseñé un tocado de encaje de oro sobre una pieza de color carne. ¡No podía creer que una novia no quisiera un velo y un collar de perlas para su boda! Entre la excéntrica y aristocrática Blow y Treacy surgió una amistad instantánea. Todavía en su viaje de luna de miel ella lo llamó y le propuso que fuera a vivir a su casa con ella y su marido.

Treacy aceptó e instaló su taller en el sótano. Los amigos de la pareja aparecían a cualquier hora del día y de la noche y se probaban sus sombreros. “Cuando me siento deprimida, voy a ver a Philip, me pongo uno de sus sombreros y me siento fantástica”, decía Blow. Para Isabella, Treacy realizó las creaciones más improbables: sombreros en forma de cocodrilo, de langosta o de plato volador; un sombrero de luto con 100 velos o uno de plumas de faisán, con el que fue enterrada a su muerte en 2007. En el 2002, la relación creativa entre ambos quedó oficialmente sellada con la exposición Cuando Philip encontró a Isabella en el Design Museum de Londres. Blow también adoptaría a otro pupilo: Alexander McQueen, quien se instaló en el lugar que Treacy, cuya carrera ya había despegado, había dejado libre. En noviembre de 2007 recibió la Orden del Imperio Británico, precisamente el año de la muerte de Isabella Blow. Isabella tenía algo inusual en la moda: un gran corazón. Su dilema era que trabajaba en el negocio de la moda, pero estaba más interesada en la moda que en el negocio. Ella vivía por el arte y el drama de la moda. Asistía a un desfile donde había 600 personas vestidas de negro, todas muy serias, y allí estaba ella con un sombrero con una langosta en la cabeza y un traje de cortesana del siglo XVII. Ella era la única que gritaba y aplaudía. ¡No le importaba nada! A mí me inspiraba la manera como llevaba mis sombreros. Ella, que era una aristócrata, no era snob. Creía en el talento, sin importarle de donde venía el creador.

Alexander McQueen era el hijo de un taxista, yo soy el hijo de un panadero... Su foco era la creatividad. Fue por eso que me enamoré de ella.Su gran oportunidad vino en 1991 cuando Karl Lagerfeld le propuso colaborar con él en Chanel. Su primera creación para el modisto ?un sombrero como una jaula de pájaros? fue portada de una revista con Linda Evangelista. Dos años después, lanzó su propia colección y para su primer desfile contó con la presencia de las supermodelos de la época: Naomi Campbell, Kate Moss y Christy Turlington. “Los medios enloquecieron cuando todas estas chicas desfilaron para mí y eso cambió completamente la percepción del sombrero”. Al año siguiente abrió su tienda en Londres, en Elizabeth Street. Empezaron las colaboraciones con los grandes modistos: Versace, Dior, Alexander McQueen, Givenchy y Armani. En una ocasion usted afirmó que como sombrerero puede expresarse mejor que los dise-ñadores de moda.Hago sombreros porque los amo. Lo que es fantástico de mi trabajo es que si diseñara vestidos tendría un solo tipo de clientas, pero al hacer sombreros puedo trabajar tanto con Lady Gaga como con la esposa del príncipe Carlos. Lo mejor es que tengo la oportunidad de influir en la manera como la gente de hoy ve este accesorio. Hoy día, yo diseño sombreros para todo tipo de gente, pero cuando empecé mis clientas eran más bien damas de cierta edad. La gente joven ya no usaba sombreros porque los modelos disponibles eran demasiado conformistas. Creo que yo he contribuido a cambiar la percepción de lo que debe ser un sombrero. Este ya no es un símbolo de conformidad, sino un acto individual de rebelión.

Por cierto, puede ser un símbolo positivo y, a la vez, glamoroso.Usted comentó que trabajar con las manos es como una terapia.Adoro trabajar con las manos y, sobre todo, construir algo de nada. Transformar materiales bidimensionales en un objeto tridimensional es el máximo momento de creatividad de mi profesión. La gente cree que tengo un equipo enorme de personas que trabajan para mí o máquinas muy técnicas y computadoras, pero no es así. Este es un medio muy táctil y el equipo con que contamos realmente son nuestros 10 dedos, hilo y aguja. Para quien lo hace, un sombrero a mano implica la emoción de crear algo de la nada, y quien lo compra, recibe una pieza en la que alguien puso toda su experiencia y su corazón.

¿Cuál es su período favorito de la historia en cuanto a sombreros?
Siempre me preguntan si hubiera preferido vivir en una era más “sombrerera”, como los años 20 o los 40, pero creo que es más emocionante trabajar hoy día pues, en mi caso personal, me da la posibilidad de colaborar para cambiar la percepción del sombrero en este siglo. Además, un gran sombrero existe más allá de su tiempo.En la boda del príncipe William y Kate Middleton, el 29 de abril, no menos de 36 invitadas llevaban sus creaciones, incluyendo a Carole Middleton, la duquesa Camilla de Cornwall, la reina Ana María de Grecia y su nuera Marie-Chantal Miller, Matilde de Bélgica, Charlene Witt-stock, Victoria Beckham, Zara Phillips y las princesas Eugenia y Beatrice. Cada año, para las carreras de Ascot, la ocasión tradicional para lucir los modelos más exóticos, Treacy crea decenas de piezas únicas y originales para aristócratas, jet setters y celebridades, y en su última edición, en junio pasado, para la flamante duquesa de Cambridge, quien hizo su debut en el célebre evento con un traje de Alexander McQueen y sombrero Philip Treacy. Pero no hay que contar con él para que haga confidencias sobre Kate. “Ella viene como una clienta privada”, dice.

¿Qué es más fácil, trabajar con royals o con estrellas de Hollywood?
Es totalmente diferente. Personalmente soy un gran fan de los royals, porque son ellas quienes mantuvieron vivos los sombreros en el imaginario de la gente. A la duquesa de Cambridge le encanta usarlos.

¿Los royals influyen más en la moda?
Absolutamente. Sobre todo en el Reino Unido donde, por ejemplo, toda la industria de la moda se benefició con la boda.

¿Se le ocurrió que el insólito modelo que creó para la princesa Beatrice provocaría tantos comentarios?
Yo solo pensé que estaba haciendo un tocado con un arco y cintas colgantes. Conozco a las princesas Eugenia y Beatrice desde hace mucho tiempo y quería que se vieran magníficas. Creo que lo estaban. Pero sinceramente, si hay quienes piensan que no, no me hace llorar. Además, la princesa obtuvo 131.000 dólares para sus causas benéficas cuando lo puso en venta en eBay. Usted comentó recientemente que la moda que viene de Hollywood es aburrida.En otra era, Hollywood inventó el glamour, pero ahora ¡es aburrido! La gente tenía estilo, ahora tiene estilistas. Marlene Dietrich no tenía un estilista. Marilyn Monroe tampoco. Nadie les decía cómo debían vestirse. La moda en Hollywood se basa en el miedo de cometer un error y por eso es aburrida, poco audaz... Sin embargo, hay excepciones?Me gusta la actitud de Lady Gaga pues es osada. Creo que algunos de los sombreros que diseñé para ella fueron realmente divertidos, como el que llevó en los premios Grammy en el 2010. ¡Parecía recién llegada del espacio! Sarah Jessica Parker también tiene una actitud especial, pues en Sex and the City interpretó un personaje que ama la moda y puede permitirse muchas cosas. Cher, mi ídolo, se vio magnífica con aquel vestido mítico que llevó a los Oscars en 1988. Yo creo en la gente que se atreve... pero ciertamente no hay mucha.

¿Puede contarnos cómo empieza la creación de un modelo?
Los sombreros comienzan con un dibujo. Luego hago un modelo en espartería, una tela muy flexible, y este va al moldista en París. El usa el modelo como un mapa para esculpir la forma en madera. Dependo mucho de él para que haga el molde exactamente como yo lo hice y que capture cada pequeño detalle de la forma original, porque en la fabricación de un sombrero, cada milímetro es crucial. El tiempo que requiere hacer un sombrero... Puede ser desde desde tres horas hasta tres años. Cada año hacemos dos colecciones prêt-à-porter con 55 modelos que se venden en diferentes colores en nuestra tienda en Londres. Cuando hago un modelo a la medida, no hago réplicas.

¿Cree que los sombreros son para todos?
Todos tenemos una cabeza, por lo tanto, todos tenemos la posibilidad de usar un sombrero. Cuando uno conoce a alguien lo primero que ve es su rostro, no sus pies o sus manos. El propósito de un sombrero es mejorar los rasgos. ¡Es una alternativa más económica a la cirugía estética! Además, todos necesitamos cosas bellas que nos hagan sentir bien y nos den placer, ya sea una flor, un amanecer... o un sombrero.

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