Los grandes amores de sha de Irán

Los grandes amores de sha de Irán

Fawzia de Egipto, Soraya Esfandiary-Bakhtiari y Farah Diba estuvieron vinculadas por el amor al sha de Irán, las riquezas, los títulos y... las tragedias

Sus vidas estuvieron rodeadas de amor, seducción, riquezas, maravillosas coleccione de joyas, títulos y, también por las tragedias. Y lo más curioso es que la princesa Fawzia de Egipto, la princesa Soraya Esfandiary y la elegante emperatriz viuda Farah Diba sufrieron por el mismo hombre: el sha de Irán Mohammad Reza Pahlavi, emperador de lo que fue la antigua Persia, hasta que fue derrocado en 1979 por la revolución islamista del ayatolá Jomeini.

La vida amorosa del sha de Irán siempre fue objeto de curiosidad y se convirtió en una de las primeras sagas estilo telenovela de la realeza. Sus tres esposas fueron las protagonistas, cuyas historias todavía fascinan al mundo.

Fawzia de Egipto

Fawzia era un princesa egipcia, hija y hermana de reyes, llamada por su extraordinaria belleza la “Venus de Asia”, cuando se convirtió en la primera esposa del sha de Irán a los 18 años de edad, en 1939. La famosa revista Life la sacó en su portada, fotografiada por el gran Cecil Beaton como ejemplo de hermosura universal, quien dijo: “Tiene los ojos azules más misteriosos que he visto”.

Su vida, desde que nació, era la de una princesa de cuentos de hadas, al estilo de Las mil y una noches. Cuando se casó con el sha, después de recibir una elegante educación en Suiza, se convirtió en reina de Irán, aunque fue un matrimonio de conveniencia, sin amor (¡se vieron solo una vez antes de la boda!). Dicen que poco a poco Fawzia se enamoró del muy seductor Pahlavi.

A los nueve años de casados tuvieron a su hija Shahnaz, pero Fawzia, acostumbrada al lujo moderno y al estilo occidental con que fue criada, no se sentía feliz en la estricta corte de Irán. Tímida, mimada y consentida por sus padres, el rey Fuad I y su esposa Nazli Sabri, y por su hermano, el famoso rey Faruk de Egipto, jamás vivió feliz en su palacio de Teherán junto a un marido, quien era “muy mujeriego y machista”, y la ignoraba. Por esa razón, la pareja se divorció en 1948, aunque Fawzia siguió conservando su título de reina consorte de Irán. Eso sí, tuvo que aceptar la condición que le puso su marido, de que su pequeña hija tenía que seguir viviendo en Irán y Fawzia no podía educarla.

La princesa Fawzia sufrió mucho en aquellos años. Regresó a Egipto donde se volcó en la extravagante corte de su hermano Faruk. Pronto se volvió a casar con un guapo oficial del ejército egipcio, el coronel Ismail Hussain Shirin Bey, con quien tuvo dos hijos. En 1952, la dinastía egipcia fue derrocada por una revolución y los royals perdieron sus títulos y gran parte de su fortuna. Fawzia y su familia vivieron en el exilio, hasta que les fue permitido regresar a Alejandría, donde llevó una vida muy privada, conocida simplemente como Fawzia Shirin, hasta su reciente fallecimiento a los 91 años de edad, el 2 de julio de este año.

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Soraya Esfandiary-Bakhtiari

En su matrimonio con el sha de Irán hubo un gran amor. Por eso, cuando la querida Soraya de Irán tuvo que ser repudiada por su marido, por no poder tener hijos que heredaran el trono de Irán, todos los románticos del mundo lloraron por los dos. Soraya Esfandiary, la segunda esposa del sha (quien tenía un estilo y unos ojos muy parecidos a los de su predecesora Fawzia de Egipto) y Reza Pahlavi estaban locamente enamorados y tenerse que separar por obligación fue un golpe terrible para ambos.

Educada entre Londres, Berlín, Suiza e Irán, era hija del embajador iraní de origen noble Khalil Esfandiary y de su esposa alemana Eva Karl. El sha la vio por primera vez en 1948, cuando un pariente de Soraya le mandó una foto de ella tomada en Londres, donde la joven de 16 años estudiaba. Pahlavi necesitaba una nueva esposa y aquella foto le produjo un flechazo total.

Pronto se conocieron, se enamoraron y el sha le dio un diamante de compromiso de 23 quilates. La majestuosa boda tuvo lugar en 1951, con 2.000 invitados de todas las familias reales de Europa. Para la celebración hubo arreglos florales con orquídeas y tulipanes importados de Holanda y el espectáculo de un circo de caballos traído de Roma. El traje de la novia era de lamé plateado, bordado con perlas legítimas, adornos de plumas y capa de visón blanco, diseño de Christian Dior. Soraya era una joven sin experiencia y el sha, un experimentado hombre divorciado de 32 años. ¡El día de la boda nevó mucho en Teherán, lo que fue considerado un excelente augurio para el nuevo matrimonio!

Todo fue bien hasta comienzos de 1958. Era obvio que Soraya no podía salir embarazada y, después de algunos tratamientos, fue oficial la infertilidad de la reina. Al sha le propusieron que tomara una segunda esposa, que le era permitido, pero ni él ni Soraya quisieron oír hablar de esa solución. Hubo negociaciones, lágrimas y una enorme publicidad mundial, hasta que los ministros del gobierno obligaron al sha a repudiar a su esposa, lo que hizo en la televisión, ¡llorando públicamente!, el 21 de marzo de 1959, Soraya, quien tenía entonces 25 años, aceptó lo ocurrido y dijo: “Sacrifico mi felicidad personal por el futuro de mi país”. ¡Fue un escándalo a nivel mundial! Françoise Mallet-Joris, una famosa compositora francesa de esa época, hizo la canción Je veux pleurer comme Soraya (Quiero llorar como Soraya), que se convirtió en un éxito.

A partir de entonces, la vida de Soraya (con quien cené en París en una ocasión y me pareció una mujer agobiada por la tristeza) fue infeliz. Involucrada con hombres que nunca quiso, viajaba entre Marbella, Roma y París, y se veía perdida y extremadamente sola. ¡Nadie sabe si el sha se comunicaba con ella!

La ex reina escribió un libro de memorias en 1991, Le palais des solitudes (El palacio de las soledades), trató de ser actriz, y se radicó en París. Aunque la emperatriz Farah Diba (la tercera y última esposa del sha) se mudó a París después de la muerte del sha, las dos mujeres no tenían contacto alguno. La princesa Soraya murió en París mientras dormía, en octubre de 2001, a los 69 años de edad, de causas que nunca se dieron a conocer. Su único hermano, Bijan, quien también vivía en la capital de Francia, murió una semana después. Antes, había comentado: “Si no tengo a Soraya, ya no me queda nadie con quien conversar”. La bella princesa está enterrada en Munich, Alemania, junto a sus padres y su único hermano. Sus joyas y pertenencias fueron subastadas en París en el 2002 por más de 8 millones de dólares, y su vestido de novia de Dior alcanzó un precio millonario.

Farah Diba: la viuda del sha

A Farah Diba Pahlavi, ex emperatriz de Irán y la personificación de la elegancia y discreción más absoluta, la vida no le ha sido fácil, especialmente desde 1979, cuando la revolución islamista del ayatolá Jomeini forzó al sha Reza Pahlavi, a su esposa Farah y a sus cuatro hijos a irse de Irán y dejar atrás todos sus privilegios, para comenzar su vida de exiliados. Fue una época muy dura, pues enfrentaron el rechazo de países que supuestamente eran “amigos” del sha, que le negaron la entrada o le permitían poco tiempo de estadía para pasar su exilio. Se fueron a Egipto, el único país que los recibió sin condiciones, y ahí en 1980, el sha murió de cáncer.

En el 2001, la emperatriz enfrentó la trágica muerte de su hija, la princesa Leila, de 31 años, quien padecía de anorexia y sufría una fuerte depresión nerviosa. Tam-
bién fue muy doloroso el suicidio en 2011 por arma de fuego de su hijo menor Ali Reza. Farah dijo: “A veces me siento como si tuviera 200 años”.

En el caso de la emperatriz, su destino hubiera sido diferente si a comienzos de 1959, cuando era estudiante de arquitectura en la Ecole des Beaux Arts, de París, no hubiera conocido a Mohammed Reza Pahlavi, quien un año antes había repudiado a su bella esposa Soraya. El sha buscaba una nueva y fértil esposa, y Farah Diba era una chica independiente, que estudiaba en París porque su madre había querido para ella “una educación moderna, en un colegio católico”. Y allí se había criado Farah, muy al estilo occidental.

Nacida en Irán el 14 de octubre de 1938, hija única de Sohrab Diba, oficial iraní y abogado de la Sorbona de París, y de Farideh Diba, la joven contrajo matrimonio con el sha a los 19 años, en diciembre de 1959. En su primer encuentro, cuando él se reunió con un grupo de estudiantes iraníes en París, quedó impresionado con la belleza y fuerte personalidad de la joven. Preguntó quién era y poco después se volvieron a ver en Teherán, comenzando un rapidísimo cortejo secreto entre ambos. Un buen día, anunciaron el compromiso del soberano con la estudiante. Farah era la esposa perfecta: muy joven, bella, capaz de tener hijos, iraní, moderna y europea, y, al parecer, ella también se enamoró de Mohammad rápidamente. ¡Otra gran boda tuvo lugar! Carita de París le creó un peinado que las mujeres de Europa comenzaron a imitar y la joyería Harry Winston diseñó para ella una espectacular tiara de diamantes que pesaba 2 kilos (más de 4 libras).

A los 10 meses de casada, Farah dio a luz un heredero varón y la gente bailó en las calles de Teherán. Comenzó para ella un período de 20 años felices, de lujo, fiestas y viajes. Tenía las joyas más impresionantes y modelos couture. La pareja tuvo cuatro hijos: el heredero Reza, las princesas Farahnaz y Leila, y el pequeño príncipe Ali Reza.

Su gran coronación fue en 1967. La fiesta en la antigua ciudad de Persépolis en 1971 para celebrar los 2.500 años de la monarquía persa fue tan fastuosa, que todo el mundo criticó el derroche en un país donde existía tanta gente necesitada. Muchos dicen que esa célebre fiesta impulsó a los musulmanes radicales para luchar contra el soberano. Con la asistencia de reyes, príncipes, sultanes, jeques, dictadores y todos los gobernantes demócratas del mundo, las actividades duraron una semana. Se rumora que todo costó 200 millones de dólares. La compañía Elizabeth Arden creó una línea especial de cosméticos llamados Farah, que le regalaron a los invitados; la casa Lanvin diseñó los uniformes de los sirvientes, Baccarat creó una cristalería especial y Maxim de París estuvo a cargo del buffet.

El sha, quien supuestamente se había enamorado profundamente de su mujer y había olvidado a Soraya, la nombró emperatriz de los persas. El pueblo parecía admirar a la joven soberana, a pesar de que había muchas quejas contra su esposo, pues Farah ayudaba a las mujeres iraníes para que salieran de una vida sin futuro y las entusiasmaba a ser más independientes y libres. En su libro de memorias An Enduring Love (Un amor duradero), publicado en el 2003, al cumplir 65 años, la ex emperatriz explica su labor en aquellos años y habla con sinceridad sobre la soledad que ha sido su “vida errante” desde la muerte del sha. Nunca se volvió a enamorar porque “es imposible amar a otro hombre después de lo que viví junto a mi marido”.

Es impresionante la amabilidad de Farah, que noté cuando me la presentaron unos amigos colombianos en una cena privada. Una mujer con una sonrisa tímida, alta, de pómulos marcados, ojos grandes y aire ligeramente exótico, muy elegante y sin una pizca de arrogancia. A pesar de la reputación que siempre tuvo el sha de ser un gran conquistador, Farah le fue leal en todo momento. Y cuando el emperador se enfermó en el exilio, su mujer estuvo a su lado día tras día, dándole ánimos y cuidándolo hasta el último momento.

Hoy, Farah vive entre París y Washington D.C., cerca de su hijo mayor Reza y de sus nietos. Una vez dijo: “Quizás haya llegado el momento de comenzar la cuarta etapa de mi vida y ser sencillamente una mujer”.

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