Nacidas para reinar... Las nietas de Victoria de Inglaterra

(Foto: Archivo)

Pocas personas pueden decir que tuvieron cinco nietas que se convirtieron en reinas. Y ese fue el caso de Victoria de Inglaterra, la reina más influyente en el mundo, por muchas décadas

Pequeñita y redondita, poco atractiva, la reina Victoria de Inglaterra fue la única hija del duque de Kent, y al nacer en 1819 no se suponía que se convirtiera en una reina, pero por giros del destino lo fue. Y dejó una huella profunda en el mundo. Victoria tenía apenas 18 años cuando ascendió al trono de la Gran Bretaña e Irlanda, y 20 cuando se casó con el que sería su gran amor y padre de sus nueve hijos: el príncipe alemán Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha. Tuvieron un matrimonio muy feliz y Victoria casi se vuelve loca cuando enviudó de su amado Alberto en 1861 (la Reina tenía 42 años), lo que dio paso a un largo proceso de luto y dolor, que creó la conservadora mentalidad victoriana. Victoria y su marido tuvieron una gran familia, cuyos descendientes, hasta el día de hoy llevan las riendas del trono inglés. Victoria, una reina muy popular y querida por sus súbdditos, también fue nombrada Emperatriz de la India en 1877 y supervisó una gran expansión en el poder colonial de Gran Bretaña en el siglo XIX, hasta que murió de causas naturales a los 81 años, en enero de 1901. Su hijo, el príncipe de Gales, subió al trono como Eduardo VII a los 60 años, y solo fue rey por nueve años. La historia detallada de sus cinco nietas que fueron reinas la encontramos en el fascinante libro de Julia Gelardi, Born to Rule. A algunas de ellas, la reina Victoria les enseñó a bordar y a coser cuando que se convirtiera en una reina, les mostró cómo llevar los libros financieros de una casa y les aconsejaba escribiéndoles largas cartas, lo que hizo hasta su muerte en 1901. Según una carta de una de sus nietas: “Nuestra abuela no es nada aburrida y nos entretiene mucho contándonos cómo le gustaba ver dormir casi desnudo a nuestro abuelo Alberto. A veces nos hace reír tanto, que todas nos ponemos rojas”. Las cinco reinas incluyen a su trágica nieta Alejandra, quien se convirtió en zarina de Rusia; Marie “Missy” de Rumanía, quien fue una reina excéntrica; la más bella de todas fue la lindísima Victoria Eugenia, reina de España, su querida “Ena”, quien se enamoró apasionadamente del rey Alfonso XIII; la reina Maud, hija del rey Eduardo VII, fue reina de Noruega por casualidad; y Sofía, quien fue madre de tres reyes y una reina. Las cinco primas terminaron sus vidas de una forma que nunca imaginaron cuando eran pequeñas princesas: una, cruelmente asesinada; dos, en el exilio, lejos de sus países de adopción; una, calumniada por todos y viviendo sola, después de una vida de escándalo en escándalo, y solo una tuvo una vida más “normal”. Marie de Rumanía Llamada “Missy” por la familia, fue la que heredó el carisma y la fuerza de voluntad de su abuela, además de su interés por la política. Sin embargo, su moral no era nada victoriana: su vida estuvo llena de amantes, y fue tumultuosa y alocada. Marie Alexandra Victoria de Edimburgo nació el 29 de octubre de 1875 y murió el 18 de julio del 1938, a los 63 años. Sus padres fueron el hijo de Victoria, el príncipe Alfredo, duque?de Edimburgo, y su madre, la gran duquesa Marie Alexandrovna de Rusia, hija del zar Alejandro II. Al ser su padre parte del Royal Navy, “Missy” pasó gran parte de su niñez en el extranjero, lo que le dio un savoir faire que no tenían otras princesas europeas de su época. Por pura convenienciade estado, Marie fue casada a los 17 años con el príncipe Fernando de Rumanía, de 27 años, y sobrino y heredero del rey Carlos I. El matrimonio con un hombre que no era muy inteligente y del que no estaba enamorada fue un desastre desde el comienzo y Marie comenzó a tener affairs. Su tío político, el rey Carlos I, sabía perfectamente lo que estaba haciendo la princesa inglesa, pero prefería dejar las cosas así. Tres de los seis hijos que tuvo Marie fueron de sus amantes, ya que en unas cartas dejó bien sentado que su esposo “le producía asco”. En 1897, Marie comenzó un affair con el teniente Zizi Cantacuzene. El rey Carlos I ordenó que terminase inmediatamente esa relación, pero Marie salió embarazada, se marchó a vivir a Inglaterra y dio a luz a un hijo ¡del que nunca más se supo! Esta historia, que parece la más truculenta de las telenovelas, continuó, y se dice que el príncipe Nicolás, nacido en 1903, era hijo del millonario Waldorf Astor, porque hasta un médico de los Astor vino de Inglaterra para ayudar en el parto. A la muerte del rey Carlos I, su heredero Fernando y Marie ascendieron al trono como reyes de Rumanía en 1914, y durante la Primera Guerra Mundial, la reina Marie se convirtió en toda una patriota, siendo enfermera de la Cruz Roja y escribiendo un libro de sus experiencias. El hijo de ambos, quien sería el rey Carlos II, odiaba a su padre, pero quería mucho a Marie, aunque la relación entre ellos se deterioró, porque Carlos no quería que su madre fuera amante del príncipe Stirbey, y porque ella no soportaba que su hijo decidiera con quién deseaba casarse y tuviera de amante a la famosa Magda Lupescu. En 1927, Marie enviudó y se quedó en Rumanía escribiendo libros y llevando una vida sola, sin contacto con su hijo, el Rey, hasta que murió en 1938. Alix de Hesse, ¡zarina de Rusia! El final más trágico de todas las nietas de la reina Victoria lo tuvo Alix de Hesse, quien se convertiría en Alejandra, zarina de Rusia, y murió asesinada con su esposo y sus cinco hijos cuando los bolcheviques los apresaron y expulsaron del trono. Nacida en Alemania el 6 de junio de 1872, Alix murió el 17 de julio de 1918 a los 46 años. Su madre era la princesa Alice, una de las hijas de la reina Victoria, y su padre, el gran duque Luis IV de Hesse by Rhine, jefe de un poderoso ducado, parte del imperio alemán. Alix se sentía muy inglesa, pasaba sus vacaciones en Inglaterra, era conservadora, adoraba el protocolo estricto y estaba apegada a su abuela Victoria. Víctima de la difteria de pequeña -casi todos sus hermanos murieron de esta terrible enfermedad a finales del siglo XIX- tuvo siempre un carácter tímido, triste y melancólico; pero desde muy jovencita, la guapa chica se había enamorado locamente del entonces joven Nicolás de Rusia. La pareja experimentó un flechazo mutuo cuando se conocieron en 1889, aunque Marie, la emperatriz rusa y madre de Nicolás, igual que el zar Alejandro III, ¡no soportaban la idea de que su hijo se casara con una alemana! Nicolás afirmó que prefería “hacerse monje” si no podía casarse con Alix. Aquello fue una batalla entre royals, hasta que intervino firmemente la reina Victoria, luchando por la felicidad de su sufrida nieta, y con el tiempo triunfó el amor de la pareja. El pueblo ruso llegó a detestarla por su rigidez de conceptos y lo mucho que dominaba a su marido, el Zar. La Emperatriz no hablaba ruso, y rechazaba a los aristócratas rusos, a quienes consideraba “inmorales y vulgares”. Eso la hacía más impopular aún. Además, ella había traído la hemofilia a los Romanov, y aquello fue una gran tragedia, pues su hijo había heredado la enfermedad de su madre. La lucha contra la hemofilia provocó la llegada del monje-curandero Rasputín a la familia. Alejandra cayó rendida a sus pies y fue engañada por la ambición de él, lo que contribuyó a la debacle que enfrentaron al final de sus vidas. Nicolás y Alejandra murieron asesinados en Yekaterinburg, junto a sus cinco hijos, Olga, Tatiana, María, Anastasia y Alexei. Los cadáveres fueron recuperados con el tiempo y después fueron sepultados en la Catedral de San Pedro y San Pablo, en St. Petersburgo. FOTOGALERÍA: LAS NIETAS DE VICTORIA DE INGLATERRA QUE FUERON REINAS Maud de Noruega Una de las nietas más interesantes de la reina Victoria fue Maud Charlotte Mary Victoria de Gales, nacida el 26 noviembre de 1869 y quien falleció el 20 noviembre de 1938. Maud fue reina de Noruega, cuando el país se hizo independiente del reinado de Dinamarca y Suecia. Era hija del rey Eduardo VII y de Alejandra de Dinamarca. Maud, amante de las artes y muy conversadora, fue criada como toda una princesa inglesa, y adoraba su país y sus tradiciones. Era una chica moderna que viajaba con sus padres y hermanos por toda Europa. Cuando se casó por amor con su primo hermano, el príncipe Carlos de Dinamarca, nunca pensó que años más tarde su marido sería elegido como el primer rey de una Noruega independiente de Suecia y Dinamarca. Carlos subió al trono de Noruega como Haakon VII, Maud mantuvo su nombre y su hijo se convirtió en el príncipe heredero Olav. Los dos fueron coronados reyes de la nueva monarquía en 1906. La reina Maud pasaba largas temporadas en Inglaterra, con su marido y sus hijos, pero con el tiempo se adaptó a su nuevo país y trabajó en proyectos de las artes y en programas de ayuda al pueblo. Su amor a los jardines ingleses le hizo crear uno en el palacio de Kongsseteren, y era tan elegante, que su ropa ha sido exhibida en museos, incluyendo el Museo Victoria & Albert en Londres. Maud murió de un paro cardíaco a los 69 años, pocos días después de una operación que le hicieron en Londres, y está enterrada en Noruega. Victoria Eugenia de España Victoria Eugenia de Battenberg, según muchos, la nieta favorita de la reina Victoria, nació en el castillo de Balmoral, en Escocia, el 24 de octubre de 1887, siendo hija del príncipe Henry de Battenberg, y de la princesa Beatriz, la hija más pequeña de la reina Victoria. Conocida como “Ena”, la niña creció junto a su abuela, casi como una hija para ella, en los diferentes palacios de Victoria, en Windsor, Balmoral y Osborne House, y como su padre había muerto cuando era una niña de 9 años, Ena era parte activa de la vida de la Reina. Cuando Ena tenía 18 años y ya la reina Victoria había fallecido, estuvo a punto de comprometerse con el gran duque Boris de Rusia, pero cuando en 1905 conoció al rey Alfonso XIII de España, no hubo manera de que la chica lo olvidara. Alfonso estaba en una cena en su honor en el palacio de Buckingham, donde el rey Eduardo VII lo había invitado para conocer a algunas princesas casaderas, cuando de pronto se fijó en la “chica con el pelo blanco” (Ena era tan rubia, que tenía el pelo casi platinado) y ocurrió el flechazo. Y aunque Alfonso siguió buscando novia y enamorando a cuanta chica le presentaban, él y Ena comenzaron a escribirse. La madre del Rey, la reina viuda María Cristina de Austria, no creía que una princesa anglicana podía ser una buena reina de España, además de que consideraba que los Battenberg no eran lo suficientemente aristocráticos para emparentar con los Borbones, pero la pareja siguió carteándose, venciendo incluso el temor a la hemofilia que podía ser trasmitida por las mujeres de la familia de la reina Victoria, y con el tiempo, Alfonso eligió a Ena como esposa y futura reina de España. “Soy feliz como pocas mujeres en el universo”, escribió la joven a sus primas, y pronto Victoria Eugenia comenzó sus estudios de catolicismo, teniendo lugar su conversión oficial y entrada a la religión en el palacio de Miramar en San Sebastián, en 1906. El día de la boda hubo un incidente espantoso, porque después de la ceremonia, mientras iban por la calle Mayor en un gran carruaje rumbo al Palacio de Oriente, un anarquista lanzó una bomba desde un balcón directamente al carruaje de los novios, causando infinidad de muertos. Los recién casados, empapados en sangre, salieron ilesos de puro milagro, y tuvieron que caminar junto a los cuerpos decapitados de sus asistentes y de muchos españoles, para ser trasladados en otro carruaje al palacio. Para la muy pacífica Victoria Eugenia aquello fue un comienzo trágico y sufrió un shock que la marcó toda la vida. Aun así, la Reina hizo todo lo necesario por llevar su vida en España lo mejor posible, y la pasión que sentía por su marido le permitía vivir lejos de su mundo inglés, de su madre, hermanos, primos y parientes, “sin volverme loca de nostalgia”. Sus sorprendentes cartas, enormemente atrevidas para aquella época, donde la joven esposa reclama el cuerpo de su marido y le habla de sus ardientes deseos de estar con él, con su cuerpo enredado en el de ella, haciendo el amor, son parte del libro Born to Rule, que nos muestran a una mujer joven y apasionada. Y ellas también nos hacen imaginar lo mucho que debe haber sufrido la Reina cuando se enteraba de los romances de su marido, quien incluso tuvo varios hijos ilegítimos. El nacimiento de su hijo mayor, Alfonso, príncipe heredero de Asturias -quien al hacerle la circuncisión no paraba de sangrar- contribuyó a su sufrimiento, e hizo saber a los españoles que la Reina había traído la hemofilia a la dinastía de los Borbones. Esto causó que el pueblo no simpatizara con ella. Los Reyes tuvieron siete hijos, cinco varones y dos niñas, y ninguna de las hijas pasó la hemofilia a sus propios hijos. Ena tuvo que salir al exilio con su familia cuando se proclamó la República en 1931. Alfonso XIII pensó que su abdicación voluntaria evitaría una Guerra Civil, lo que no fue así, y la Familia Real se fue a vivir a Francia. Al poco tiempo Alfonso decidió separarse de su mujer (para ella fue un momento dolorosísimo), y ella se fue a vivir a su querida Inglaterra, de donde irónicamente le pidieron que se marchara al comenzar la Segunda Guerra Mundial, pues ya no era ciudadana inglesa. Con el tiempo, la pobre reina Victoria Eugenia, quien vivió muy sola, se fue a Suiza, comprándose el castillo de la Vieille Fontaine en Lausana. Ena volvió a España solo una vez, en 1968, para el bautizo de su bisnieto, el príncipe Felipe. Victoria Eugenia murió el 15 de abril de 1969 en Lausana, a los 81 años y fue enterrada en una iglesia local. En 1985 sus restos fueron traídos a España y enterrados en el panteón de los Reyes en El Escorial, junto a los restos de su esposo, Alfonso XIII. La reina Sofía de Grecia Sophie Dorothea Ulrike Alice de Prusia nació el 14 de junio de 1870 y murió a los 62 años, el 13 de enero de 1932. Esta princesa real había nacido en Prusia, hija del príncipe heredero Federico de Prusia y de la princesa Victoria, la llamada “Princesa Real”, por ser la hija mayor de la reina Victoria. Sofía se casó a los 19 años, en 1889, con el príncipe (y después rey) Constantino de Grecia y tuvieron seis hijos, tres de los cuales, George, Alexander y Paul, serían reyes de Grecia, y su hija Helen fue reina de Rumanía. Además, Sofía fue la abuela paterna del ex rey Constantino de Grecia y de su hermana, la reina Sofía de España. Sofía fue una reina que sufrió mucho, porque desde 1917 su marido fue forzado a abdicar por su simpatía por los alemanes, lo que en aquellos años era un pecado imperdonable, y comenzó su vida errante de exiliada. Y aunque volvieron a Grecia, tuvieron que irse de nuevo al exilio, y sufrieron la muerte de su hijo Alexander por la mordida de un mono. Sofía, quien adoraba Inglaterra y echaba mucho de menos las temporadas que pasó allí de niña con su abuela, sus tíos y primos, la que llamaba “la época más feliz de mi vida”, fue falsamente acusada de que simpatizaba con los alemanes, ya que su hermano era el káiser Guillermo II. Su vida como ex reina fue siempre difícil e injusta, y empeoró cuando tenía 60 años y enfermó de cáncer, muriendo en Frankfurt a los 62 años. Cuando la monarquía fue restaurada en Grecia, durante algunos años, Sofía fue enterrada en 1936 en el Panteón de la Familia Real en Tatoi, junto a los restos de su marido, el rey Constantino.

Por: Redacción Vanidades / Foto: Archivos

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