¿Eres espiritual?

¿Eres espiritual?

Si quieres recargar las baterías del alma, sigue estos consejos.

Feb. 09, 2011

Casi todas las personas aspiran a ser más espirituales. Y es que conocen los beneficios de conectarse con esa dimensión intangible, que les ofrece la posibilidad de vivir con serenidad e integridad, y de disfrutar del presente sabiendo que el ser humano trasciende lo material y está vinculado a todo a través del alma. Sin embargo, muchas piensan que porque viven atrapadas en el “corre-corre” del trabajo, la familia y las obligaciones cotidianas no tienen tiempo para nutrir y desarrollar este aspecto de su vida. ¿Eres tú una de ellas?

Si es así, vamos a empezar por aclarar que la persona que cree que solo hay un momento específico para ser espiritual ?cuando va a la iglesia, cuando reza o cuando medita? está viendo esta importante capacidad humana desde una perspectiva limitada. La realidad es que somos espirituales en todo momento: cuando meditamos... y cuando esperamos en la fila del supermercado; cuando rezamos antes de dormir... y cuando conducimos el auto al trabajo. Es una cuestión de grado y de atención. En algunas ocasiones estás más conectada y atenta a esta capacidad que en otras. Eso explica por qué puedes sentir un amor ilimitado por la humanidad cuando rezas... y lanzar un furioso insulto cuando un chofer agresivo embiste tu auto en la carretera.

Las buenas noticias: todo esto quiere decir que puedes hacer un esfuerzo consciente por mantenerte conectada a tu lado espiritual en todo momento, y recibir el regalo de paz y serenidad que este te ofrece. Por supuesto, nadie lo consigue del todo. A fin de cuentas, somos humanos y vivimos, para citar la canción de Madonna, en un mundo material, con sus miles de problemas y exigencias que a veces nos sacan de onda. Es por eso que algunos nos recuerdan que el plano espiritual no es un sitio al que llegamos para siempre; es un camino que recorremos día a día, unos con más éxito que otros. Lo importante es saber que ese plano siempre estará a nuestro alcance y que podemos conectarnos a él para hallar el balance, la armonía y la paz que necesitamos para vivir plenamente. La pregunta clave: ¿qué tan conectada estás tú?

MIDE TU COEFICIENTE ESPIRITUAL

Esta prueba es adaptada del test creado por el siquiatra de la Universidad de Washington Robert Cloninger, autor de Feeling Good: The Science of Wellbeing (Sentirse bien: la ciencia del bienestar). Solo tienes que contestar cierto o falso.

  • A veces me siento tan conectada a las personas a mi alrededor, que es como si no hubiera una separación entre nosotros.
  • Me preocupo por salvar un animal o una planta en extinción.
  • En ciertos momentos siento que soy parte de algo ilimitado y sin fronteras en el tiempo y el espacio.
  • Incluso después de pensar las cosas, tiendo a confiar más en mis sentimientos que en mis razonamientos lógicos.
  • En algunas ocasiones, cuando estoy observando algo completamente ordinario, siento como si lo estuviera viendo por primera vez.
  • Amo ver las flores retoñar en la primavera, tanto como ver a un buen amigo.
  • A veces me han dicho que parezco estar en otro mundo, porque estoy muy desconectada de lo que ocurre a mi alrededor.
  • Creo en los milagros.
  • En ocasiones, cuando estoy relajada, tengo una epifanía; es como un flash de conocimiento.
  • Me fascina todo aquello que no puede ser explicado de forma científica.

Obviamente, mientras mayor es tu número de respuestas “cierto”, más conectada estás al plano espiritual. Pero si sientes que no estás todo lo sincronizada que deseas a ese plano maravilloso, sigue estos consejos de los expertos para abrir los canales del alma.

REGLAS DE ORO PARA CONECTARTE AL MUNDO ESPIRITUAL

Nadie puede señalarte el camino; este es algo personal y único, que solo puedes recorrer tú. Pero puedes seguir ciertas prácticas que te hagan más receptiva y sensible al mundo espiritual.

1. Conéctate con el presente. Como aconseja Thich Nhat Hanh, el famoso poeta y autor budista radicado en Francia, cuando comas una naranja, dedícate a saborearla sin pensar en lo que hiciste en la mañana o en lo que harás cuando llegues a casa. Concentra toda tu atención en la experiencia de pelarla, cortarla y saborearla. Disfruta de su olor y toma nota de su textura. Imagina la semilla de la que brotó el árbol que dio este fruto. Visualiza la nube que dejó caer su lluvia sobre la planta, para hacerla crecer fuerte y sana. Agradece a la persona que recogió la naranja y también a aquella que la empacó, para que llegara al supermercado donde la compraste. Dales las gracias en tu mente. Sí, también a la cajera. ¿Qué logras con este ejercicio? Tomar nota de la larga cadena de milagros que permitió que esta fruta llegara a tu mesa. Esto no solo te enseña a concentrar tu atención en el instante que vives, sino que además te ayuda a ampliar tu visión para hacerte más sensible al mundo que te rodea. Finalmente, recuerda que todos estamos conectados, incluso a través de una naranja, con la lluvia, la nube, la tierra... Ya no ves solo la fachada; también ves el alma de las cosas.

2. Cede el control. O, mejor dicho, la ilusión de que tienes el control. Esto no quiere decir que debes abandonarte a tu suerte, si no que haces todo lo que está en tus manos para alcanzar tus metas y luego dejas los resultados en manos de Dios (tal como tú lo concibes) o del universo. Esto elimina el 99 por ciento de las preocupaciones que aturden y le quitan claridad y serenidad a tu vida. Además, te ayuda a desarrollar un “ingrediente” esencial para tener una vida espiritual más rica: la fe.

3. Da gracias por todas tus bendiciones. Dicen que la persona genuinamente agradecida, aquella que cuenta sus bendiciones, no puede deprimirse. Y es que ella aprende a dar las gracias incluso por las lecciones que le deja un tropiezo o un fracaso. Acostúmbrate a dar gracias todas las mañanas al despertar, y todas las noches antes de dormir, por el simple hecho de estar viva; por tu familia, por tu trabajo, por el desayuno y la cena, por las flores, las nubes, el sol... Este ejercicio te recuerda todo lo bueno que tienes, y te enseña a apreciar cada detalle.

4. Reza o medita. No tienes que esperar a estar de rodillas antes de dormir, para rezar, pues hacerlo es conversar con Dios; es un diálogo respetuoso y receptivo, que te permite expresar tus sentimientos honestamente... y esperar una respuesta. Quizás escuchas las palabras que necesitas de un amigo o las lees en un libro; tal vez se te ocurran de pronto, como una revelación, o llegues a una respuesta a través de la razón. Lo importante es que abras las líneas de comunicación. Si deseas meditar, recuerda que todo lo que tienes que hacer es sentarte a solas y centrar tu mente, usando una frase. Si te distraes, no luches contra los pensamientos; simplemente obsérvalos pasar como aves en el cielo y regresa a tu centro una vez más.

5. Disfruta de la naturaleza. Los árboles, las flores, el sol, la lluvia, el viento, los animales... Tomar el tiempo para estar en contacto con ellos nos ayuda a concentrarnos en el mundo natural. Por lo mismo, en lugar de ir al tumultuoso centro comercial, ¿por qué no das un paseo por el parque? Cena al aire libre. No te quejes por la lluvia: disfrútala y recuerda todos sus beneficios. Quita el enfoque del mundo material.

6. Actúa con compasión. Escuchar a los demás, asistir a los necesitados y tender una mano amiga te beneficia más a ti que a las personas a quienes ayudas. Como dice el viejo refrán: “Siempre queda perfume en la mano que regala una flor”. Haz el bien y crearás un círculo cada vez más amplio de buena voluntad. No existe acto más espiritual que ayudar a otro con genuina compasión. ¡Regala muchas flores!

7. Ríe con ganas. Si cada persona que se acerca a ti se queda con una sonrisa o un buen pensamiento, estarás haciendo más bien en el mundo que muchos filántropos. Conforta, alienta, pero sobre todo, ríe. Nadie reparte más felicidad que la persona feliz. Disfrutar la vida y reír con ganas es otra forma de dar gracias al universo.

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