¿Te rodea gente ruda?

¿Te rodea gente ruda?

Aprende a neutralizarla y a salir vencedora de una manera eficaz

A veces, un encuentro de unos minutos, o incluso de segundos, tiene la capacidad de arruinarte el día: con la persona que habla a todo volumen por su teléfono celular en un lugar público, molestando a todo el que la rodea; la mesera en el restaurante, que te responde de una manera insolente... y luego espera una propina; el señor que se “cuela” en la fila, sin importarle que otros están en la línea antes que él, y la joven que, sin tomar en cuenta tu sensibilidad, te hace una pregunta indiscreta y muy personal. ¿Y qué decir del compañero de oficina que se inmiscuye en tus conversaciones, o de la persona a la que le has sostenido la puerta para que pase... y lo hace sin siquiera decirte un simple “gracias”?

De acuerdo con la más reciente encuesta sobre la cortesía y la buena educación, ocho de cada diez estadounidenses entrevistados reportaron que esto es un serio problema nacional. “Es el asalto diario de las personas egoístas, desconsideradas, que enfrentamos a menudo en las carreteras, la oficina, la televisión, las tiendas...”, señaló Deborah Wadsworth, presidenta del grupo de investigaciones Agenda Pública.

Pero todo esto ya lo sabías, porque es algo con lo que te tropiezas día a día. Lo que ahora quieres saber es qué puedes hacer para sobrevivir este asalto constante a tu sensibilidad, sin perder la tabla ni el buen humor. ¿Es esto posible? ¡Por supuesto! La clave radica en aprender a neutralizar el efecto tóxico de las personas rudas.

PRIMER PASO: RECONOCE TU PATRÓN

¿Cómo reaccionas cuando te enfrentas a una persona que actúa con una falta total de modales o de consideración, o que es agresiva o grosera?

1. Me paralizo. Literalmente.

2. Me enojo mucho, pero no sé cómo actuar.

3. Siento vergüenza.

4. Estallo! Digo lo que siento, sin pensar en las consecuencias.

5. Me indigno y se me arruina el día; paso el tiempo pensando en lo que me hicieron y en cómo debí haber actuado.

La realidad es que cualquiera de estas actitudes tan comunes es tóxica para ti, pues después de un encuentro desagradable, te quedas afectada, lo cual puede llenarte de estrés y alterar el resto de tu día y tus relaciones. El efecto acumulativo de esto es capaz de arruinar tu salud física y sicológica.

SEGUNDO PASO: ENFOCA TU ACTITUD

La buena noticia: una vez que reconoces tu patrón habitual es importante cambiarlo por uno más eficaz, que te permita salir airosa de estos encuentros. Para ello, debes comenzar por:

No aceptar el maltrato. Esto no quiere decir que debes enfrentar a la otra persona. Significa que entiendes que el comportamiento ajeno nada tiene que ver contigo; es un reflejo del otro: de su falta de educación o de control, sus circunstancias, su carácter, etcétera. Muchas veces, comprender y aceptar esta realidad es suficiente para ayudarnos a mantener una distancia emocional y sicológica que nos permite presenciar un acto de mala educación, sin sentirnos personalmente involucrados. Es un problema de la otra persona; algo que no nos pertenece, y esto debes entenderlo. Recuerda: Aceptar un insulto o el maltrato ajeno es como levantar del suelo la piedra que te lanzaron y golpearte tú misma con ella.

Mantener la calma. Recuerda el paso anterior, cuenta silenciosamente hasta 10, respira profundo, y toca base con tu meta: actuar, no reaccionar. Reaccionar te pone en manos de la otra persona, porque eres como un títere que se mueve según ella tire de los hilitos. Actuar, por el contrario, te permite mantener el control. Las preguntas que debes hacerte: "¿Cómo quiero manejar esta situación?”, "¿Cómo puedo lograr el resultado más favorecedor para mí?”. Una vez que has decidido que deseas mantener la calma y retener el control, podrás actuar con cordura y serenidad. Así podrás llevar a cabo el siguiente paso.

Ser amable y cortés, pero firme. Muchas personas cometen el error de pensar que deben actuar agresivamente, y “ganar” una batalla. Pero la realidad es que la fuerza radica en decir, con una sonrisa y en un tono amable: “Disculpe, pero no sé si ha notado que hay otras personas en la fila”, o “Roberto, no me hables en voz alta”. Una actitud amable, cortés y relajada implica poder y control, y muchas veces es capaz de neutralizar a la persona ruda. Por supuesto, jamás enfrentes a una persona agresiva, que está fuera de control o amenaza con estarlo. En esos casos es mejor ignorar el insulto y alejarse rápidamente de esa situación.

TERCER PASO: ELIGE LA ACCIÓN CORRECTA

Tienes dos opciones: involucrarte o ignorar el incidente. ¿Cuál de las dos es la mejor para ti? Depende del caso y de lo que deseas lograr.

Opción #1: Ignorar el incidente. Si un chofer te hace un gesto grosero con la mano, alguien no te da las gracias por sostenerle la puerta, o habla a gritos en su celular, no te lleves a casa la carga negativa de estos extraños que solo pasan por tu vida. ¿Para qué involucrarte con personas a quienes no tienes que ver nunca más? Ignorarlas y tener un buen día es lo mejor.

Opción #2: Atender el problema. Pero, ¿qué pasa si el conflicto es con un vecino, un compañero de trabajo o una persona con la que, por fuerza, debes relacionarte? En esos casos, quizás tienes que atender el problema. No aceptes el maltrato, mantén la calma, y sé amable y cortés, pero firme. Recuerda, sobre todo, que tu meta no es ganarle a la otra persona, sino comunicarle cómo deseas mejorar la situación y ser tratada, para beneficio de ambas. Y esa es la esencia de la cortesía y la buena educación.

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