Islas Mauricio: playa, romance, gastronomía, compras...

Islas Mauricio: playa

Un lugar paradisiaco que reúne todos los requisitos básicos para una dulce escapada.

Enero 21, 2011

Cuando se dice que se va a Isla Mauricio, lo primero que pasa por la mente es que uno se que acaba de casarse y que está a punto de iniciar su luna de miel. Lógico. Esta isla sinónimo de paraíso y escondida en el océano Índico es un destino tópico para tortolitos, y con razón. Reúne todos los requisitos básicos para una dulce escapada: excelente oferta hotelera (la mayoría, establecimientos de cinco estrellas y cinco estrellas lujo), sol radiante, paisaje tropical, playas desiertas y eternas bañadas por un mar cálido lleno de peces de colores y arrecifes de coral, tranquilidad absoluta, seguridad fuera de las puertas del hotel (es un país con democracia estable, independiente desde 1968). La postal perfecta, digna del mejor anuncio.

Todo es cierto, pero en Mauricio hay algo más. Por ejemplo, si el día amanece nublado, que alguno hay. O si se cansan de la playa, cosa que a veces ocurre. O si simplemente son de ese tipo de viajeros inquietos que no disfruta pasando una semana encerrado en un hotel. Y que prefiere percibir los encantos cotidianos de un destino más allá de la vida artificial que se vive en el interior de las burbujas hoteleras... Sí, en esta isla hay vida fuera del resort. En Mauricio hay más cosas que hacer que tumbarse al sol.
Frutas y especias coloristas

Así, los amigos de escuchar los latidos de un destino tan peculiar como éste pueden escaparse a Port Louis, la capital, donde además de disfrutar paseando por una ciudad con regusto criollo y donde las huellas del colonialismo francés conviven con centros comerciales modernos, hay otra visita obligada especialmente para quienes disfruten mezclándose con la población local: el mercado (abre todos los días). Aquí, además de ver puestos de frutas y especias coloristas y exóticas y apreciar los peculiares olores de África, se pueden adquirir curiosas piezas de artesanía a precios mucho más baratos que en las tiendas de los hoteles, eso si, regateando.

Si les gusta la ropa, atentos. La industria textil es la segunda de la isla, por detrás del turismo, y hay varias fábricas donde se elaboran prendas de marcas de prestigio internacional, muchas de las cuales se quedan en las tiendas de la isla para satisfacer a los turistas. Merece la pena entrar a rebuscar y comparar precios. Hay también mucha ropa india, como saris, normal si se tiene en cuenta que el 60% de la población mauriciana es de origen indio. Conocido ese dato ya no sorprenderá ver, una vez fuera del hotel, a tantas mujeres ataviadas con pintorescos vestidos de seda.

Ni chocará la abundancia de templos hindúes dedicados a dioses como Shiva, Kali..., adonde los fieles acuden para rezar y practicar ceremonias religiosas tales como la veneración del agua sagrada en el Gran Bassin (gran estanque). Un templo anacrónico y llamativo donde el foráneo se olvidará de que está en una isla de África y se trasladará, de repente, al corazón de la India. Además, según la época del año, puede surgir la oportunidad de participar en ceremonias religiosas importantes como el Cavadee (en enero), fiesta tamil en la que los fieles se perforan la piel con grandes alfileres.

El festival criollo

Pero su hay un evento que anima a todos, es el Festival International Criollo, que se celebra todos los años la primera quincena de diciembre. Excusa perfecta para empaparse con la música, la gastronomía y las danzas de esta cultura en la que se mezclan los orígenes europeos con los africanos y a la que pertenece un 35% de los habitantes de la isla. Su esencia se palpa por todos los recovecos. Así que si van en diciembre a Mauricio, acudan a los escenarios del festival. Y disfruten danzando descalzos alrededor de una gran hoguera al son de timbales y triángulos.

Y si viajan con niños, allá va una propuesta divertida. Conviértanse en Indiana Jones atravesando la selva, cruzando puentes colgantes o lanzándose en tirolina. ¿Dónde? En el Adventure Park de Chamarel, nuevo y muy divertido. También los más pequeños alucinarán contemplando los nenfares gigantes del jardín botánico de Pamplemouses donde, además de cientos de palmeras con nombres que hacen asomar una sonrisa como la cocodrilo, la botella o la erizo, hay también tortugas gigantes. Todas ellas especies y experiencias que seguro, no existen en el interior de un hotel de lujo.

Fuente: www.ocholeguas.com


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