Letonia, país báltico que resiste al dominio ruso

Letonia

Sus adoquinadas calles y sus edificaciones art déco son un festín de eventos culturales, sobre todo durante la temporada veraniega

Pocos pueden indicar en un mapa la ubicación del pequeño estado europeo de Letonia, una auténtica joya. Sus tradiciones ancestrales, sus bosques y sus ciudades medievales reclaman una identidad propia, a la sombra de Rusia.

La nación que vio nacer al director de El acorazado Potemkin, Sergei Eisenstein, y la costa preferida por los soviéticos para pasar sus vacaciones de verano, proclamó oficialmente su independencia de la URSS el 4 de mayo de 1990, que fue efectiva en 1991.

Letonia es un país joven pero que alberga vestigios milenarios en las ruinas de asentamientos prehistóricos, en sus fortalezas y castillos de cruzados alemanes y en las instalaciones militares del período soviético.

“Turísticamente tenemos extensos bosques para el viajero que quiera entrar en contacto con la naturaleza”, explica Zane Ievina, joven periodista letona de 23 años.

Para un letón es difícil explicar de dónde viene, a diferencia de otras nacionalidades, la suya no forma parte del imaginario colectivo. No existen estereotipos que les definan, lo que a simple vista puede resultar un punto de partida interesante, resulta frustrante como nación.

“No hablamos ruso”, es una de las primeras aclaraciones que les gusta hacer. Su idioma es el letón, que forma parte de las lenguas b·áticas junto al lituano, y cuyo territorio de difusión, casi en su totalidad, coincide con el territorio de la República de Letonia.

Después de esta afirmación, suelen enfatizar la belleza de sus espacios naturales, el variado patrimonio cultural de sus ciudades y el folclore.

Los letones aman la danza y es habitual que participen en grupos de baile folclórico. Ellas trenzan sus melenas rubias, decoradas con lazos, y visten largas faldas con vuelo, mientras que ellos, ataviados con chalecos, saltan elevando sus rodillas y manteniendo los brazos en jarras.

La importancia de la danza tradicional, en la que los bailarines se agarran de las manos y giran en círculos, y de la música popular en la vida de los letones se puede apreciar cada cuatro años en un festival que paraliza la capital, Riga, durante una semana desde 1873.

El último de estos festivales fue “el año pasado en junio”, explica Zane, por lo que habrá que esperar otros tres años para el próximo. Para ella merece la pena acudir por “la belleza de los espectáculos de baile y los conciertos de canto”.

Después de que finaliza el concierto oficial, “los asistentes continúan cantando hasta el amanecer”, relata.

FOTOGALERÍA: LETONIA, UN PAÍS JOVEN CON VESTIGIOS MILENARIOS

RIGA, CAPITAL DEL ART NOUVEAU EN EUROPA

Las románticas calles empedradas del casco antiguo de Riga y su mezcla arquitectónica entre lo medieval y el art déco le han valido el reconocimiento de la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, y de la Unión Europea como capital europea de la cultura de 2014.

Es fácil recorrerla a pie y permite al visitante encontrar coloridos edificios escondidos en el laberíntico centro. Con más de 750 construcciones modernistas, la concentración de inmuebles art nouveau es superior al de ciudades europeas como París o Viena.

Situada en la orilla derecha del río Daugava, fue uno de los principales nodos para el comercio en el Báltico desde el siglo XIII. En la actualidad, sus adoquinadas vías, con más de ochocientos años de historia, son un hervidero de eventos culturales, sobre todo durante la temporada estival.

Los letones reciben el inicio del verano con su festividad más importante. El día de San Juan, el 24 de junio, se reúnen en los bosques y pasan la noche más larga del año cantando y bailando alrededor de hogueras, mientras beben cervezas locales, comen queso y decoran sus cabezas con coronas de flores.

Los rusos celebran la fiesta nacional del solsticio de verano “incluso con más energía que los letones”, asevera Inta Briede, responsable de marketing en la oficina de turismo de Letonia, lo que evidencia que todavía está muy presente la relacón entre ambas nacionalidades.

CONVIVENCIA ENTRE RUSOS Y LETONES

Durante muchos años fueron ciudadanos de un mismo país, ahora alrededor de un 40 % de los habitantes de Letonia considera el ruso su lengua madre. Recientemente Rusia ha denunciado que el gobierno letón quiere “la asimilación forzosa” de esta población.

Las autoridades rusas convocaron un referéndum en febrero de 2012 para preguntar a los letones si querían que el ruso fuera la segunda lengua oficial del país, pero el 75 % de los votantes rechazaron la propuesta.

Zane Ievina no habla ruso, aunque recibió clases durante sus primeros años en el colegio. Su madre, que ha sido la mitad de su vida ciudadana de la URSS, todavía lo entiende perfectamente y lo habla con bastante fluidez.

La realidad es que Zane forma parte de una generación de letones que quiere olvidar el dominio soviético y reivindicar la identidad de su país, sin apelar a la influencia rusa. Estos jóvenes prefieren hablar inglés a ruso.

Según Inta Briede, “no es fácil” enumerar las diferencias entre rusos y letones, y aunque exista cierta tendencia a olvidar la influencia soviética, asegura que en Letonia “ríen con los programas de humor de la televisión del país vecino”.

Por su parte, los rusos todavía eligen las aguas bálticas y las playas de este país nórdico para sus vacaciones. Zane afirma que “se oye más ruso que letón en Jurmala en verano”, una ciudad costera a poca distancia de Riga, “especialmente a mediados de Julio”.

Durante estas fechas tiene lugar en esta localidad un festival de música internacional conocido como New Wave en el que participan nuevas voces y que recibe una gran atención mediática en Rusia.

UN PAÍS PARA VISITAR CON CALMA

“Tenemos un campo bonito y un rico patrimonio histórico-cultural”, apunta Inta Briede, que enfatiza que Letonia es un destino para “relajarse a orillas del Báltico”.

En cuanto a Riga, para Zane Ievina es “fundamental” visitar el Museo Etnográfico al aire libre, probar la gastronomía local en el Mercado Central, comprender el proceso de independencia contemplando el Monumento de la Libertad, entrar en el edificio de la ópera y pasear por el casco antiguo.

Después de haber recorrido la capital, hay que ir a la costa -en las localidades de Jurmala o Vidzemes “se puede disfrutar de playas de arena blanca”, indica-, o adentrarse hacia el valle de Gauja, “un espacio natural casi intacto”.

Zane recomienda Cesis, su pequeña ciudad natal, o Sigulda, como otras de las ciudades de interés, porque ìla esencia de las tradiciones de Letonia está en sus castillos y sus pintorescos cascos antiguos”. Así como en sus numerosos lagos, todos ellos aptos para el baño.

Cerca de estas ciudades, se encuentra el búnker subterráneo de Ligatne, construido por los soviéticos para ser utilizado en caso de guerra nuclear. Durante muchos años estuvo oculto bajo un centro de rehabilitación, ahora es posible visitarlo.

Para terminar, el recuerdo más dulce y exportable de Letonia es una tableta de chocolate Laima, la fábrica más importante de las repúblicas bálticas. Un icono para un país que lucha por entrar en los paladares y en las rutas de los viajeros.

FOTOGALERÍA: LETONIA, UN PAÍS JOVEN CON VESTIGIOS MILENARIOS


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