Audrey: Una mujer extraordinaria en palabras de su hijo

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La idea de un desayuno en Tiffany era imposible, pero al menos cumplimos la fantasía de tantos admiradores al almorzar, a distancia desde Bruselas, con Sean Hepburn Ferrer, hijo de la actriz.

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Y en una entrevista exclusiva conocimos las más íntimas historias de una verdadera leyenda de Hollywood, en homenaje al XC aniversario de su nacimiento, aprovechando que en la misma ciudad, donde ella nació, se inauguró la exhibición Intimate Audrey.

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¿Te das cuenta de la influencia de tu mamá en las nuevas generaciones? Una de mis hijas alguna vez desayunó en Tiffany por la cinta y una sobrina tuvo una bebita y la nombró Audrey, en su honor.

¡Qué increíble! Lo curioso es que 50% de la base de fans de hoy día está conformada por jóvenes que no pasan los 20 años. En cierto sentido es poético, porque es la misma generación por la cual ella peleó tanto como embajadora del UNICEF.

¿Cómo surgió la idea de realizar una exhibición sobre ella en la ciudad de Bruselas?

Lo pensamos hace 10 años, como un homenaje por los 80 años de su nacimiento. Y entre una cosa y otra, porque los políticos de allá, que son fatales, tardamos una década en inaugurarla.

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¿Qué la hace diferente?

Es un recorrido de toda su vida, con fotos, filmaciones y piezas icónicas. Te diría que es una biografía tridimensional de la mujer, más allá de Hollywood.

¿Cuántos años radicó realmente en Bruselas?

Hasta los ocho años; después se fue a la ciudad de Londres. Cuando estalló la guerra, su padre la había mandado a Holanda pensando que al ser un territorio neutral, Hitler no iba a entrar. Pero obviamente no respetó nada de eso y al final fue el país de Europa que permaneció invadido por más tiempo y ella pasó todo el conflicto ahí. Mi mamá vivió su infancia entre Bruselas y Holanda.

Audrey rechazó protagonizar El diario de Ana Frank para evitar los malos recuerdos que tenía de la Segunda Guerra Mundial, además de haber vivido tan cerca de la casa de Frank. ¿Alguna vez te contó sobre aquella mudanza de Londres a Holanda, mucho antes de los años de Hollywood?

Sí. Me platicó que vino a Holanda en un avión naranja, volando encima de las olas, en un vuelo de 20 minutos. Su madre, mi abuela, la estaba esperando del otro lado, pensando que iba a estar más segura en ese país. Al final fue todo lo opuesto. Hubiera estado mucho mejor en Inglaterra, pasando la guerra ahí, en vez de ir a Holanda, donde ella y mi familia sufrieron hambre.

¿Es cierta la historia de que fue enfermera en la Segunda Guerra Mundial y que salvó al paracaidista Terence Young, quien 20 años después la dirigió en la cinta Wait Until Dark?

Mamá había cumplido 16 años el día que terminó la guerra. No fue enfermera. Fue una niña que llevaba mensajes en sus zapatos para la resistencia. En realidad, su madre sí había sido una especie de enfermera que salvó al paracaidista inglés. Lo escondieron y curaron, antes de volver a Inglaterra.

¿Y cómo fue que Audrey empezó a trabajar como actriz?

Ella se había ido a Londres con su mamá, después de la guerra, para estudiar ballet. Y estuvo con Marie Rambert un par de años, pero cuando le preguntó si podía llegar a ser primera bailarina, le dijo:

“Tienes mucho profesionalismo, serás buena bailando, pero eres demasiado grande para serlo... Los bailarines no te podrán levantar”.
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Y como sufrió hambre durante la guerra, su desarrollo muscular también había sido muy limitado. Por eso, empezó a buscar algo más, fuera del mundo de la danza, donde no hubiera podido llegar al nivel que quería. Así consiguió un pequeño papel en la comedia musical Montecarlo, y mientras filmaba en una plaza, ahí estaba sentada la escritora francesa Colette, quien había vuelto de América, donde había firmado un contrato para llevar Gigi a Nueva York. Ella estaba ahí pensando cómo hacer el casting, creyendo que si elegía a alguien ‘muy francesa’ la iban a odiar, y fue justo cuando vio a mi mamá, con pelo corto, filmando y preguntó: “¿Quién es?”. Se la presentaron, se enamoró de ella, viajaron a la Gran Manzana, la puso en la obra, la vieron de los estudios Paramount, le hicieron una prueba de cámara y le dieron el papel de Roman Holiday. Así que en realidad fue Colette quien la llevó a Estados Unidos.

¿En familia vivían entre el glamour que la gente imagina sobre el mundo de las estrellas de Hollywood de aquella época?

No éramos una familia ‘hollywoodeana’ ni en la manera de pensar. Ella no traía el mundo del cine a casa. Cuando terminaba un rodaje, lo daba por hecho. Era muy sana y natural.

¿Llegó a contarte sobre el momento en que te concibió con tu padre, Mel Ferrer?

(Risas) Conoció a mi papá por Gregory Peck. Eran muy amigos. Cuando Greg regresó de filmar con mi madre Roman Holiday, le dijo a mi padre: “Hay una chica que te gustaría conocer”. Y así fue; se enamoraron, se casaron y se mudaron a Suiza. Intentó tenerme dos veces, pero perdió a los bebés. Por eso cuando nací fue una gran felicidad para ella.

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¿Para cuando filmaron la famosa Breakfast at Tiffany’s ya habías nacido?

Rodó esa película tres meses después de que nací.

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Entonces, imposible acordarte de algo de aquellos tiempos...

De esa película no, porque era muy pequeño. Sí me acuerdo de visitar algún estudio de cine, cuando era jovencito. Pero en realidad nuestra madre nos dio un gran regalo, sobre todo a mí, porque cuando tuve que ir a la escuela y ya no podía estar con ella en un set, ella dejó su carrera y se convirtió en una mamá de tiempo completo.

¿Tienes una película favorita de tu madre?

No. Cada producción tenía para ella un sentido profundo, pues en una fue el nacimiento de una gran amistad que duró a lo largo de su vida: Gregory Peck, un señor muy elegante que fue como un tío para mí. Después de tres semanas de filmación, él llamó a su agente: “Quiero subir a esta jovencita por encima del título, conmigo”. El agente le respondió: “¿Estás loco? Hemos luchado para mantener tu posición de estrella por tantos años…”. No entendían cómo quería darle el título tan gratuitamente, y él dijo: “Créeme, esta chica va a ganar el Oscar y la gente va a pensar que soy un idiota si no lo he visto antes que ellos”.

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Y lo ganó por Roman Holiday. ¿Es cierto que por un instante, en la noche del Oscar, tu madre perdió su premio?

(Risas) Sí, por un momento dejó el Oscar en el baño. Estaba tan emocionada que no se dio cuenta, pero afortunadamente lo recuperó después.

¿Dónde se encuentra hoy día ese Oscar?

Ése se lo quedó mi hermano Luca, quien vive en Roma. El segundo que le dieron en su carrera (que fue entregado de manera póstuma) lo tengo conmigo y está incluido en la muestra.

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Audrey Hepburn falleció de cáncer... ¿Es verdad que llegó a fumar 60 cigarrillos por día?

Absolutamente no. Fumaba medio paquete al día, como todas las bailarinas de ese entonces; sin embargo, también fue una mujer que hacía bastante ejercicio. Era una persona sana.

¿Cuál es tu primer recuerdo de Audrey Hepburn como mamá?

Me acuerdo de ella en casa, junto a mi padre. No hay recuerdos de estrella, de Hollywood ni nada por el estilo.

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¿Cómo la definirías como ser humano?

Era una mujer que no creía en la culpabilidad colectiva cuando hablaba de la condición de los niños en el mundo. Después de la Segunda Guerra Mundial se había prometido que nunca iba a pasar lo mismo otra vez y al final terminó encontrándose en un campo de refugiados en Somalia o Sudán, con 30,000 personas, todas en silencio absoluto, y creo que se sintió un poco traicionada.

¿El rodaje que más disfrutaste con ella detrás de cámara?

Como dejó la actuación cuando yo tenía seis años, no tengo muchas memorias, pero me acuerdo de Two for the Road. Descubrí el camión de utilería con los efectos especiales de sangre y cuerpos de plástico, con toda clase de armas; para un niño era como un camión de tesoros. Había sido la primera vez que entendí la manera fantástica de hacer cine.

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¿Te llegó a contar qué pasó realmente con tu padre y por qué se divorciaron?

Me lo dijeron de manera muy sencilla. Mi papá era un hombre muy difícil. Pienso que se cansaron después de 17 años de convivir tan intensamente. Vivieron lo que por lo general lo hacen aquellos con una vida tan entera y considero que se desgastaron a nivel emocional.

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¿Cómo te llevas con tu único hermano, Luca (hijo de Audrey y el italiano Andrea Dotti)?

Más o menos; es algo un poco complicado.

¿Fue un problema que Luca subastara algunos de sus objetos más personales?

No, eso lo hicimos juntos. No tenía sentido guardar todo en un depósito y tampoco podíamos hacer nada con tanta memorabilia, porque en un par de zapatillas o un abrigo no puedes encontrar a Audrey, ella continúa presente en conceptos, en ideas, en filosofías, no en cosas materiales.

¿Tu recuerdo más personal que jamás podría subastarse?

Las conversaciones que tuvimos los últimos días, cuando ella se despertaba en la mitad de la noche y yo me encontraba al lado de su cama, como cuando era pequeño, y teníamos pequeñas charlas que duraban 10 o 15 minutos antes de dormirse otra vez.

¿Son las conversaciones que publicaste en el libro Audrey Hepburn: an Elegant Spirit?

Sí, ese ejemplar nació de las conversaciones que tuvimos ella y yo en los últimos meses de su vida, y que me permitió compartir.

¿Alguna en particular?

Lo que ella vio como una segunda carrera que, incluso, pensó que era más importante: como embajadora del UNICEF. Si tuviera cinco minutos más en esta Tierra, hablaría de eso, del hecho de que si somos realmente globalizados, tenemos que ofrecerle el mismo valor a cualquier vida.

¿El último recuerdo que te quedó?

La charla que tuvimos antes que se durmiera completamente. Caminando en el jardín, me señaló algunos árboles que necesitaban podarse. Son pequeñas cosas que seguirán conmigo para el resto de mi vida.

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Su lado desconocido

1) Su nombre verdadero era Audrey Kathleen Ruston, pero su padre, Joseph Ruston, unió a su apellido el Hepburn de su abuela, por sonar ‘aristocrático’ y pensar (erróneamente) que era descendiente del conde James Hepburn, esposo de la reina María de Escocia. 2) La madre de la actriz era una noble holandesa: la baronesa Ella van Heemstra. 3) Durante la SGM, mientras vivió en la Holanda ocupada, se desligó de cualquier vínculo inglés: se hacía llamar Edda van Heemstra y solamente se comunicaba en neerlandés. 4) El clásico vestido negro de Breakfast at Tiffany’s, un diseño de Givenchy, se vendió en 920,000 dólares, en una subasta realizada en 2006 por la casa Christie’s de Londres. 5) Su último trabajo como actriz fue en la comedia romántica Always, de 1989; aceptó hacerlo solo por cumplir el sueño de trabajar con Steven Spielberg.

Por: Fabián W. Waintal / Foto: Sean Hepburn y archivo familiar Hepburn / Getty Images

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