Horacio Franco: El flautista más importante de México

Horacio Franco: El flautista más importante de México

¡Un hombre que logró sus sueños! A pesar de venir de una familia humilde, que no tenía cultura musical, hoy es el flautista más importante de México

Horacio Franco vive en la Condesa, uno de los barrios más bonitos de la Ciudad de México. De ahí se mueve a donde lo llamen para dar un concierto, que puede ser en una gran sala o en una escuela popular. El día que nos recibió para la entrevista había ido por la mañana a Neza, una zona marginada, a dar un concierto a estudiantes. El flautista más importante de México lo hace frecuentemente, le gusta llevar su música a jóvenes de bajos recursos y disfruta al hablarles, motivarlos y acercarlos a la música.

“En esos conciertos lo que deseo es hacer reflexionar a los jóvenes sobre el talento, la pasión y el trabajo. Les cuento que yo a los 11 años me percaté de que tenía talento para la flauta y escuchar a una chica tocar el piano cambió mi vida; en ese momento decidí ser músico. A ellos les digo: ‘Date cuenta de para qué sirves y de qué te gusta, porque así vas a conocer tu profesión’”.

El maestro Franco también desea hablarles de su experiencia, sin idealismos. Viene de una familia humilde que no tenía cultura musical y, aun así, a los 13 años entró al Conservatorio Nacional de Música de México para estudiar violín, porque no existía la carrera de flauta de pico. Tres años después el director del conservatorio lo llamó para que fundara la carrera e incluso empezó a dar clases. Todo lo que ganó lo ahorró, y junto con un premio que obtuvo de la Enciclopedia Británica, reunió fondos para estudiar en Holanda. Tenía 17 años.

El artista está lleno de proyectos y conciertos. Toca la flauta lo mismo en una gran sala que en las escuelas en zonas marginadas

¿En alguno de los conciertos en las escuelas, has sentido el rechazo de los adolescentes?
No, aunque son escuelas muy marginadas, siempre me he llevado experiencias muy lindas. Ellos escuchan, aunque parezca que no. Y les digo: “Yo le rompí el esquema a mi mamá porque quería ser músico y también porque a los 15 años le dije que era gay”. En ese momento abren los ojos y ya no dicen nada.

¿Ayudas a los adolescentes porque a ti no te apoyaron de joven?
Sin duda. De hecho tengo un hermano muy talentoso, tal vez más que yo, pero él se sometió a lo que mis padres le dijeron. Ahora es un músico frustrado. Cuando tenía 14 años di mi primer concierto como solista con la orquesta del Conservatorio en Bellas Artes, me fue muy bien, fueron mis papás y vieron cómo me aplaudieron. Aun así, al día siguiente me dijeron que fue muy bonito, pero que tenía que estudiar una carrera que me diera de comer.

¿No te sentiste decepcionado?
No, me senté y les dije que si a los 20 años no lograba nada, entonces estudiaría medicina, ingeniería o lo que fuera, pero que en ese momento me dejaran aprovechar mis mejores años, porque en la música, como en el deporte, la juventud es fundamental.

Has contado que eras un niño introvertido. ¿Cómo lograste esa soltura en el escenario?
Con amor propio. Fui el menor de siete hermanos, muy consentido, caprichoso y sobreprotegido; pero de repente vino un cambio, porque mi padre se quedó sin trabajo y todos se fueron a trabajar. Entonces me sentí solo a los 7 años y me volví introspectivo y disciplinado, porque ya no había mamá que me atendiera cuando gritaba.

¿Nunca te han traicionado los nervios?
Antes las piernas se me doblaban antes de un concierto, pero también sabía que sobre el escenario podía tocar de principio a fin. Veía que a la gente le gustaba lo que yo hacía, y eso alimentó la confianza en mí mismo. Cuando llegué a Holanda y vi a esos tipos grandotes tocando la flauta mejor que yo, tuve dos opciones: hacerme chiquito o ponerme a trabajar. Sabía que yo era talentoso, no vanidoso, sino orgulloso de lo que tenía y no lo iba a echar por la borda por los nervios, así que trabajé duro y un año después todo era muy diferente. Logré el nivel que tenían ellos.

Si Holanda fue la ventana que te abrió al mundo, ¿por qué no te quedaste en Europa para seguir creciendo en tu carrera como músico?
Es un lugar con lo mejor de lo mejor y lo peor de lo peor. No me sentía feliz por el clima, que es muy fuerte, y vi cómo muchos compañeros cambiaron de instrumento o terminaron trabajando en otras cosas, porque había muchos flautistas. Entonces pensé: "¿Qué hago aquí si México es el país más rico del mundo en cuanto a humanidad y talento, que nos falta mucho por explotar?”.

¿Llegar a donde estás te ha hecho sacrificar cosas o momentos?
Nada he sacrificado. Fui producto de una educación muy castrante, de una mamá que te decía pero con un gran amor propio que no me dejó conformarme al ver a los holandeses, alemanes y daneses tocar. Todo eso me hizo trabajar sin parar y no siento que haya perdido algo, sino que logré muchísimo. Hay personas que creen que estudiar una carrera como la música o la medicina, o poner un negocio propio, te esclaviza, pero si estás haciendo lo que te gusta, lo que amas y para lo que sirves, no será de esa manera.

¿Qué sientes al cumplir 35 años de carrera musical?
Tener una carrera como la mía y lograr un nivel en la música no es difícil. Lo que sí es difícil es mantenerla y, más todavía, seguir creciendo como músico. Eso es lo que trato de hacer siempre con los proyectos que hago, como el último concierto en Bellas Artes, en el que mi objetivo no era festejar mis 35 años, sino interpretar, por primera vez en México, La Pasión según San Juan, de Bach.

¿Festejarás tus 50 años de edad?
Ya ni me digas. Mi gran aliciente ahora que cumplo 50 es que Madonna es cinco años mayor que yo y se ve muy bien (ríe).

Eres una persona que cuida el planeta, porque te mueves en bicicleta por esta gran ciudad.
Aprendí a montar bicicleta en Holanda. Quien usa la bicicleta contribuye a la educación vial que necesita la ciudad entre coches, bicis y peatones.

Horacio Franco está lleno de proyectos, conciertos e ideas. Lanzó su disco H3A, Jazz con sabor barroco. La H es de Horacio y las tres A de los músicos Abraham Barrera, Adrián Oropeza y Aarón Cruz.

¿Qué música no clásica te gusta?
Me gustan el jazz, The Carpenters, la música autóctona árabe e hindú. Puedo oír de todo y todo lo entiendo, pero lo que adoro es escuchar a Bach; es el señor de todos los compositores. En mis ratos libres prefiero estar en silencio, porque todo el tiempo tengo música en la cabeza.

¿Qué te falta en la vida?
Ya tengo todo lo que quiero: una pareja maravillosa con la que me casé el año antepasado y llevamos 14 años juntos. Es mi mánager, una gran persona y, además, somos los mejores amigos. Vivo en el lugar que quiero, soy feliz y no atesoro bienes materiales, porque nada me llevaré a la tumba. No necesito más.

¿Cómo te ves en diez años?
Si llego a los 60 años, quiero estar sano, con el físico atlético que he logrado comiendo bien y ejercitándome, pero sobre todo como una figura emblemática de la cultura mexicana del siglo XXI, que gestionó la música barroca con instrumentos originales. Me veo dirigiendo mucho, dando conciertos y clases a muchos jóvenes. Se supone que dentro de dos años me jubilo del Conservatorio, ¡no lo puedo creer!; pero no lo haré mientras siga teniendo 28 de cintura (ríe).

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