Tiempo de romper esquemas: La diversidad entre modelos

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Vernos reflejados (o no) en anuncios y pasarelas que suponen representar el epítome de la felicidad y la belleza tiene un mensaje implícito. Al mostrar a personas totalmente distintas de nosotras, los medios de comunicación envían el mensaje silencioso de que no contamos con las características adecuadas para considerarnos ‘aceptables’. Todo esto tiene un efecto psicológico negativo en nuestra autopercepción. El término “aniquilación simbólica” puede sonar exagerado, pero así es como los investigadores George Gerbner y Larry Gross denominaron este fenómeno en 1976. Lo utilizaron para describir la manera en la que ciertos grupos sociales son excluidos de los medios masivos, con frecuencia debido a su raza, género u orientación sexual. Debido a la influencia que la televisión, las revistas y ahora Internet tienen en las audiencias, la representación dentro de este mundo ficticio simboliza todo el valor que tenemos a nivel social. La exclusión, en cambio, nos vuelve invisibles, haciéndonos creer que no somos tan importantes como los demás.
Esto también aplica hacia ciertas características físicas. Durante la Semana de la moda otoño/invierno 2018 de Nueva York, aparecieron sólo 26 modelos curvy en ocho pasarelas, según datos del portal The Fashion Spot, que cada temporada publica un Reporte de diversidad. Los más inclusivos fueron Chromat y Christian Siriano, que usaron a nueve y 10 en sus desfiles, respectivamente. Por su parte, la curvilínea estadounidense Ashley Graham fue una de las tres plus size elegidas por Michael Kors y Prabal Gurung. En la primera fue acompañada por Sabina Karlsson (a quien en algún momento le dijeron que con su talla seis era demasiado ‘grande’ para seguir en las pasarelas) y Candice Huffine.
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De acuerdo con los resultados de un estudio realizado por el Diario Internacional de Diseño de Moda, Tecnología y Educación, la talla promedio de las mujeres en Estados Unidos es entre 16 y 18, la cual es considerada extragrande por la mayoría de las marcas. Por otra parte, en un análisis de las campañas publicitarias para las colecciones de otoño del año en curso, The Fashion Spot encontró que de las 541 imágenes que aparecieron, tan sólo una decena fueron de talla grande. Con estos datos resulta evidente que la mayoría de la población femenina no puede identificarse con las características físicas de una maniquí promedio.
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No todo está perdido

Desechar los estereotipos de belleza que han predominado por años no es tarea sencilla. La labor involucra a las firmas, agencias de modelaje y a cada uno de nosotros de manera personal. Campañas publicitarias como la de Dove, desde 2004, y las de Aerie, de American Eagle, desde 2014, han destacado por promover la aceptación en lugar de seguir imponiendo un estándar; lo han logrado con mujeres de todos los tamaños, tonos de piel, mostrando celulitis, estrías y toda imperfección que las hace reales. El cambio ha sido lento, pero se encuentra cada vez más cerca. Apenas en enero de este año, Anok Yai fue elegida como la primera modelo negra en abrir el desfile de Prada en 20 años. La última en ocupar este prestigioso lugar fue Naomi Campbell en 1997. Dos años antes, en 2016, Ashley Graham hizo historia al ser la primera plus size en protagonizar la icónica portada de trajes de baño de la revista Sports Illustrated.

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Hablar sobre diversidad abarca más asuntos que sólo las tallas. Hoy en día implica una aceptación de las particularidades de las personas ‘comunes’: étnicas, edades, tonos de piel y siluetas. En la temporada otoño/invierno 2018, 37.3% de las modelos fueron jóvenes no caucásicas, y aunque aún es un porcentaje pequeño, The Fashion Spot considera que fue una de las más racialmente diversas e inclusivas de personas transgénero en la historia.

En los años 20 el gobierno de Estados Unidos emprendió un proyecto para delimitar por primera vez las dimensiones de la mujer promedio en su país. Esto, con la finalidad de descubrir si existía alguna relación proporcional entre las medidas. Tras tomar las de 15,000 mujeres, concluyeron que no había dicha relación, por lo cual no podían ser estandarizadas. Aún así, decidieron proponer un sistema númerico arbitrario, que si bien es sólo una agobiante cifra en las etiquetas de la ropa, en realidad no significa nada. Lo que sí hallaron, pero prefirieron ignorar, es que las personas vienen en una enorme variedad de formas y tamaños, y que por ello la tendencia no es seguir encajando en el molde, sino romperlo.

Por: Claudia Quiroz / Fotos: Getty Images
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