La astuta Ana Bolena

La astuta Ana Bolena

¿Quién era realmente aquella reina inglesa a quien su marido, el rey Enrique VIII de Inglaterra, mandó a cortarle la cabeza?

La realeza de hoy que tanto nos divierte, muchas veces queda sin palabras ante las historias que encierran sus famosos castillos. La popular teleserie The Tudors (2007) se convirtió en la favorita de muchos, al brindar una oportunidad única de conocer el pasado real y sus increíbles personajes. Uno de ellos es Ana Bolena, una mujer tan fascinante que vale la pena recordar. El personaje caracterizado por Natalie Portman (The Other Boleyn Girl, 2008) y Natalie Dormer (The Tudors), ha resurgido como una dama sofisticada, inteligente, víctima del machismo de la corte de su marido y “no tan mala” como la historia y Enrique VIII nos hicieron creer. Lo que siempre hemos oído de Ana Bolena es que su marido, el rey Enrique, se sintió traicionado y mandó a cortarle la cabeza en la Torre de Londres (quienes visiten el lugar, pueden observar el lugar exacto). También se decía que Ana, quien lo sedujo cuando Enrique estaba casado con la muy católica reina Catalina de Aragón (tía del emperador Carlos V), logró que Enrique desafiara al propio papa en Roma para divorciarse y casarse con ella. La negativa de la máxima autoridad trajo el rompimiento con la institución religiosa y la creación de la nueva Iglesia de Inglaterra, ¡presidida por el propio Enrique VIII! También sabemos que fue ella la primera de las dos esposas que el cruel rey mandó a matar (se casó con seis). El secreto de Ana Bolena era diferente desde el principio, y negarse a tener relaciones sexuales con el rey fue su secreto. La clave de su seducción, que desesperó a Enrique, a quien jamás se le negaba mujer alguna (incluso había sido amante de Mary, la hermana de Ana), fue usar esa negativa por más de un año. Según el propio rey, un pelirrojo altísimo que de joven había sido muy guapo, pero tras una vida de excesos lucía gordo y desmejorado, “esa impertinente mujer me está volviendo loco”. Se dice que Ana era una niña de buena familia, consentida, guapa, pero no muy voluptuosa, de cabello oscuro, sin curvas y con pechos muy pequeños, que al rey gustaban. Tenía lo que ya para ese momento llamaban “gran estilo” en su forma de actuar y vestir. Cuando estaba cerca de cumplir los 30 (sin estar casada, lo que era algo muy raro en esa época) y siendo dama de honor de la reina Catalina, comenzó una campaña de seducción extraordinaria... y el rey cayó preso ante el misterio de aquella mujer que, además de atractiva, había sido criada en Francia, donde su aristocrático padre era embajador de Inglaterra. Ana era capaz de hacer cualquier cosa para dar placer al insaciable Enrique, excepto permitir que se acostara con ella. Su crianza en Francia la hacía “una mujer moderna” y muy lista, que sabía lo que quería y con un plan perfecto para convertirse en la reina de Inglaterra. Ana le hizo saber al rey que ella no era una cortesana más, y al decirle que no iba a acostarse con él, le daba a entender que era una mujer virtuosa, ‘que se guardaba para él”. ¡Gran actriz! La idea era volverlo loco de lujuria y que cayera a sus pies. Y así fue. La negativa de la joven revolucionó Europa y la religión, ya que Enrique rompió con el catolicismo y estableció la Iglesia de Inglaterra para poder casarse con Ana Bolena. Como era un hombre paranoico, cualquier chisme le hacía imaginar traiciones; creía a ciegas que Ana era un ángel, pero de repente todo cambió. Al poco tiempo de que Ana fuera coronada a los 31 y diera a luz a su hija Isabel (la famosa Isabel I de Inglaterra, la “Reina Virgen”), las conspiraciones contra ella crecían cada día más. Enrique quería un heredero varón, pues Catalina de Aragón también le había dado una hija, Mary I (quien también reinó a la muerte de Enrique). El hecho de que su Ana no pudiera complacerlo era ‘un tormento insostenible” Los enemigos de la nueva reina aprovecharon esto para “envenenar” a Enrique contra ella. Catalina de Aragón, a quien el rey tuvo retenida junto a su hija en contra de su voluntad por 23 años hasta su muerte, en el castillo de Kimbolton, participó en esta conspiración junto a varios sacerdotes que odiaban a Ana. Poco a poco, el amor loco de Enrique se convirtió en sospechas y un odio profundo por la que había sido su obsesión sexual. En la misma época, existía una corriente de rebelión contra el papa y el catolicismo de Roma. Martín Lutero era uno de los rebeldes, y al parecer Ana comenzó a leer sobre él. Enrique, quien creía que su poder era otorgado por la gracia de Dios, se quedó horrorizado cuando le mostraron ?los libros herejes? que Ana leía sobre la rebelión de los protestantes en Europa. El rey, enfermo de unas úlceras en la piel, empezó a arrepentirse del matrimonio con Ana. El final de la historia Después de tres años de matrimonio, Ana había sufrido varios abortos naturales. Un día se dio cuenta de que había perdido toda su influencia con el rey, mismo que hasta ese momento dominaba. Entonces, los consejeros del monarca ordenaron que los hermanos de la reina cayeran presos “por traición, adulterio e incesto con su propia hermana” Muy pronto Ana, que ignoraba lo que se estaba planeando, era acusada de todas estas inmoralidades. De inmediato fue arrestada y entró por la humillante Puerta de los Traidores de la Torre de Londres. Enrique se negó a visitarla y nunca más habló con ella ni una sola palabra. Las acusaciones, y esto es lo peor, eran falsas. En cuestión de días sus hermanos también fueron ejecutados, sin juicios. Enrique, quien no quería saber más de esta historia, mandó a destruir todas las pinturas e imágenes que le recordaran a Bolena, y se negó a ver a su pequeña hija Isabel, de sólo tres años. Una semana después de la muerte de Ana, se casó con Jane Seymour, una de las damas de honor de la fallecida reina. Sin embargo, ella murió a los dos años de la boda, al dar a luz el ansiado varón del rey (Eduardo VI). Aunque Enrique tenía dolores horribles por las úlceras, las intrigas de su gobierno y las rebeliones religiosas que casi destrozaron Inglaterra, lo llevaron a casarse tres veces más. Catherine Howard fue la cuarta esposa, cuya cabeza también fue cortada porque realmente le había sido infiel. A esta le siguió un brevísimo matrimonio con Anne de Cleves, que terminó en divorcio. La sexta esposa fue Katherine Parr, que estuvo con él durante cuatro años, hasta que, enfermo de septicemia, murió a los 56 años.

Por: Redacción Vanidades/ Fotos: Archivo
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