Pasión y escándalo en Rumanía

Pasión y escándalo en Rumanía

El rey Carlos II de Rumania renunció al trono por amor de la aventurera Magda Lupescu. Su relación, que duró 30 años, se considera uno de los romances reales más candentes del siglo XX

Los amores llenos de pasión y locura le encantan a la gente. Y cuando en la realeza existen esos romances que rompen tabúes, nos fascinan e intrigan. Así fue la azarosa historia de amor del rey Carlos II de Rumanía y Magda Lupescu, que durante 30 años rompió las reglas. Y aunque su relación no despertó mucha simpatía, algunos la comparan con la del rey Eduardo VII de Inglaterra y Wallis Simpson, en su época fue el gran escándalo de la realeza. El rey Carlos (Carol) II de Rumanía, hijo de la bella princesa María de Edimburgo (nieta de la reina Victoria) y del príncipe Fernando de Rumanía, fue educado por sus tíos abuelos, el rey Carlos I y la reina Isabel de Rumanía, quienes hicieron a sus padres sucesores del trono. Pero Carlos fue un niño tan dictatorial y tan consentido por todos, ¡que era temido por los empleados del palacio! Por eso decidieron mandarlo a un colegio militar en Alemania para “bajarle los humos”. Cuando regresó era un joven apuesto, rubio y de ojos azules, que hacía todo lo que quería. Al soltero más codiciado de Europa a comienzos del siglo XX quisieron casarlo con su prima, la gran duquesa Olga de Rusia, pero él comenzó un affaire con la guapa plebeya Joanna Zizi Lambrino, y en 1918 se casó con ella. Su matrimonio fue anulado en Rumanía, aunque a Carlos no le importó y tuvo un hijo con Zizi llamado Carlos. Pero ese amor no duró. Zizi se marchó a vivir con su hijo a París y Carlos se quedó solo. Pronto se casó con la elegante princesa Elena “Sita” de Grecia y Dinamarca, un matrimonio que gustó a todas las familias reales. Al poco tiempo, Carlos dijo que odiaba a su dominante esposa, y al nacer su hijo Miguel, en 1921, la abandonó. En ese momento comenzó el cambio del príncipe playboy, quien poco después conoció a la bella Magda Lupescu y su mundo se puso ¡al revés! Magda, cuyo verdadero nombre era Elena Lupescu, fue descrita en la Enciclopedia Británica como “una aventurera rumana”. Nació en Rumanía en 1896 y cuando conoció a Carlos estaba casada, aunque llevaba una vida muy libertina en Bucarest. Su apellido era Wolff y se creía que era judía por parte de padre (ella nunca lo admitió), aunque fue educada en la religión católica. Gordita, pelirroja, de piel muy blanca, ojos verdes y labios muy rojos, su reputación era conocida, pues su marido Ion Tampeanu la había abandonado “porque las aventuras sexuales de Magda eran humillantes”. Cuando el príncipe Carlos y Magda se conocieron, entre ellos se produjo un “flechazo total”, y, a partir de entonces, nunca se separaron, viviendo en las buenas y en las malas el uno para el otro. Fue el típico caso de los hombres casanovas que se vuelven locos por una mujer. FOTOGALERÍA: CARLOS II DE RUMANIA Y MAGDA LUPESCU, UN ROMANCE QUE DEJÓ HUELLA A los dos años de conocerse se mudaron juntos a una gran casa en Bucarest "¡un gran escándalo a comienzos del siglo XX!” y cuando la familia real no soportó más la situación, le dio a escoger a Carlos entre sus derechos dinásticos, su esposa y su hijo... o irse con su amante y perderlo todo. El eligió a Magda, tal como hizo una década después Eduardo de Inglaterra al defender su amor por Wallis Simpson, y así surgió la teoría de que el soberano inglés se inspiró en el acto de su primo rumano. En 1925, Carlos de Rumanía renunció a su derecho al trono, dejó a su hijo Miguel como heredero y se marchó al exilio en París junto a Magda, usando el nombre de Carlos Caraiman, y vivieron durante dos años en un modesto apartamento. En 1927 murió su padre, el rey Fernando, y desde el exilio Carlos le dio un golpe de estado a su hijo. En 1930 se convirtió en el rey Carlos II y fue una figura dictatorial durante 10 años. Decían que Magda fue quien sembró cizaña, pero al regresar a Bucarest, como no estaban casados, no podía ser reina, aunque vivía con gran lujo y Carlos la visitaba diariamente. En 1940, Carlos, muy alemán y antijudío, se hizo simpatizante de Adolfo Hitler, lo mismo que, según se rumoró, hicieron el duque de Windsor y Wallis, y el primer ministro rumano lo obligó a renunciar al trono, que pasó de nuevo a su hijo Miguel, de 18 años, y su madre, Elena, fue nombrada reina madre. (Elena, quien murió en 1982, era hermana de Pablo, rey de Grecia, y por tanto tía de Sofía, reina de España, y prima del príncipe Felipe de Edimburgo, de soltero príncipe de Grecia y Dinamarca). Lo más curioso de esta historia ocurre con el nuevo exilio de Carlos y de Magda, que empezó en Cuba, donde en 1941 vivieron en una suite del Hotel Nacional de La Habana, por la que pagaban 540 dólares diarios, y en México D.F., donde vivieron cuatro años con gran lujo en Coyoacán. (Se decía que Carlos tenía una fortuna en bancos suizos de 50 millones de dólares). Más tarde vivieron en Brasil, se casaron y ella recibió el título de princesa de Rumanía. De ahí se fueron a Estoril, en Portugal, donde se casaron por la iglesia, y Magda, de 51 años, fue vestida de novia. Carlos murió poco después, en 1953, a los 59 años, y Magda, a los 81 años, en 1977. Su vida sin Carlos no tenía sentido y se aisló de todos. Está enterrada en el jardín del monasterio Curtea de Arges, en Rumanía, pues al no ser royal, no podía estar dentro del templo, donde sí están la tumba de su marido y las de otros miembros de la familia real, quienes nunca quisieron conocer a la Lupescu. Hoy, Rumanía, libre del sistema comunista, es una república parlamentaria y su pretendiente al trono es el rey Miguel, de 94 años, casado con la princesa Anne Bourbon- Parma, a quien le permitieron dirigirse al parlamento rumano en el 2011; fue la primera vez desde que los comunistas lo echaron del país en 1947. El otro hijo de Carlos II, Carlos Lambrino, fue finalmente reconocido por la familia real y adoptó el nombre de Carlos Hohenzollern; este regresó por primera vez a Rumanía poco antes de morir. ¿Curioso? La mansión donde vivió Magda Lupescu en Bucarest ha sido convertida en un restaurante. Por: Redacción Vanidades / Foto: Archivo.

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