Harvey Weinstein a poco más de un año de #metoo

Las víctimas del entorno laboral 'hostil' de Harvey Weinstein recibirán 19 millones de dólares en indemnizaciones
No siempre fue un monstruo. O al menos no ante los ojos del público. Antes de octubre de 2017, el productor estadounidense Harvey Weinstein era una celebridad que asistía a cientos de eventos como estrenos y premiaciones. Su presencia era frecuente en las alfombras rojas y además era considerado una suerte de prodigio de la industria al que todo mundo trataba con pleitesía, quizá porque, nieto de migrantes polacos, era una encarnación del mito del sueño americano que dicta que en Estados Unidos uno puede ser tan “grande y exitoso” como quiera ser.
Fundador de Miramax y más tarde de The Weinstein Company, empresa que constituyó con su hermano Robert, los cineastas Quentin Tarantino y Robert Rodriguez, y el productor de televisión Colin Vaines, Harvey era el Rey Midas de Hollywood.
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Con su hermano Robert, mano derecha y cómplice durante años.

Un hombre idolatrado, pues a decir del portal de noticias Quartz, fue mencionado en 34 discursos de agradecimiento en los premios Óscar entre 1993 y 2016, la misma cantidad de veces que fue mencionado Dios (ambos solo superados por Steven Spielberg). Aunque era de conocimiento popular que se trataba de un productor colérico, voluble y autoritario que podía tomar decisiones arbitrarias sobre las películas que producía alegando que lo hacía “por el bien del cine”, nadie imaginaba que tras su imagen de “dictador benevolente”, como él mismo se describía (apoyaba causas como la eliminación de la pobreza, la cura del SIDA y de la esclerosis múltiple), el esposo en segundas nupcias de la diseñadora inglesa Georgina Chapman –fundadora de la firma Marchesa– era en realidad un personaje más oscuro de lo que cualquiera hubiera podido imaginar.
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Su esposa Georgina Chapman le dio la espalda y lo abandonó en apoyo a las mujeres violentadas.

Una bomba que estalló

Octubre de 2017 es una fecha que ni Harvey Weinstein ni las mujeres de la industria del cine –ni las mujeres en general– olvidarán en mucho tiempo. El día cinco de ese mes el New York Times publicó una investigación que revelaba que desde hacía tres décadas decenas de mujeres habían hecho acusaciones de acoso o abuso sexual contra Weinstein que habían sido ignoradas o silenciadas. Entre ellas estaban la actriz Ashley Judd y las empleadas de Weinstein Emily Nestor y Lauren O’Connor que corroboraron que incurría en prácticas como citar a mujeres en cuartos de hotel donde las recibía solo cubierto con una bata y les solicitaba (en realidad las obligaba) que le dieran un masaje para de ahí escalar a relaciones sexuales casi nunca consentidas a cambio de las cuales les prometía a las actrices impulsar su carrera misma que, si se le negaban, amenazaba con destruir. Cinco días después de la publicación del NYT, el periodista Ronan Farrow publicó en The New Yorker el artículo “From Aggressive Overtures to Sexual Assault: Harvey Weinstein’s Accusers Tell Their Stories”. La investigación, que le tomó diez meses, incluyó el testimonio de 13 mujeres que habían sufrido el acoso o abuso de Weinstein. La actriz italiana Asia Argento le contó a Farrow que Weinstein la había violado y practicado sexo oral en contra de su voluntad cuando ella tenía 21 años y más tarde se convirtió en una figura importante de lo que derivó en todo un movimiento (#metoo). La aspirante a actriz Lucia Evans se sumó a las acusaciones; Mira Sorvino y Rosanna Arquette confesaron que sospechaban que, luego de haberlo rechazado, él las había retirado de proyectos y disuadido a otras personas de contratarlas. Más tarde la actriz Rose McGowan se sumó a las acusaciones de comportamiento indebido del productor y así hicieron también Gwyneth Paltrow, Angelina Jolie, Cara Delevingne, Salma Hayek, Uma Thurman y muchas más que comenzaron, por invitación de la actriz Alyssa Milano, a usar en las redes sociales #metoo para compartir sus historias.

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Además de las denuncias de actrices como Gwyneth Paltrow, el documental “Weinstein: The Inside Story”, de la BBC, revela testimonios de abuso como el de Zoë Brock, su becaria.

Dicho hashtag ya tenía historia, pues había sido creado en 2006 por la activista Tarana Burke para denunciar abusos en la red social MySpace. En octubre de 2017 #metoo fue usado más de 700 mil veces en solo dos días y en solo 24 horas sumó 12 millones de entradas en Facebook. El 11 de ese mes, Weinstein fue despedido de su propia compañía. La réplica que dio el acusado a todo esto también la publicó el New York Times: “Puedo ver que mi pasado comportamiento con mis colegas ha causado mucho dolor y me disculpo sinceramente por eso”, dijo en el documento donde comunicó que iría “a un lugar para canalizar su ira”. Ese lugar fue una clínica en Arizona donde, según información del portal TMZ, se internó para supuestamente tratar su adicción al sexo.

El monstruo, un año después

Información oscura ha salido a la luz a lo largo de estos 12 meses. Por ejemplo, de la actriz Ashley Judd, quien en mayo denunció formalmente a Weinstein por haber arruinado su carrera, ahora se sabe que había llegado a un “acuerdo” con el productor: cuando éste quiso tocarla por primera vez, ella se negó pero mencionó que le permitiría tocarla si ganaba un Oscar por una de sus películas. Ella argumenta que con eso no pretendía hacer un trato con él, sino huir del cuarto de hotel en el que se encontraban a solas, pero esa información se ha usado para desestimarla.

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En mayo lo denunció por hundir su carrera. “Perdí oportunidades profesionales y poder sobre mi trayectoria al rechazarlo”, dijo en el programa Good Morning America. Judd fue acosada en un hotel de Beverly Hills en 1997. No obstante, este julio Weinstein pidió desestimar la demanda al “esperar años para iniciar la denuncia”.

Otro caso de depreciación del movimiento tiene como protagonista a la actriz Asia Argento, otrora una de las principales voceras del #metoo, quien ha pasado de víctima a victimaria tras ser señalada por el actor Jimmy Bennett como su atacante sexual cuando este tenía 17 años. De Bennett, además, se dice que Argento lo quiso silenciar dándole unos cuantos cientos de miles de dólares.

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Asia Argento y Jimmy Bennett.

Pero aunque todo esto pone en entredicho las versiones de las mujeres que han contado sus historias en contra del productor y pese a que en mayo de este año su estrategia fue entregarse a la policía para salir airoso y sonriente hora y media después de presentarse en la comisaría de Tribeca tras pagar 10 millones de dólares de fianza, entregar su pasaporte y llevar un brazalete electrónico para ser vigilado por el Departamento de Policía de Nueva York, cada vez más denuncias se suman en espera de que un día, por fin, sea encarcelado.
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Las actrices Asia Argento y Rose McGowan, pioneras del revolucionario movimiento #metoo.

El problema es que Weinstein es un monstruo que parece imparable, como una hidra a la que cuando se le corta una cabeza le crecen dos: según The Washington Post, el 3 de agosto pasado pidió a sus abogados que se retiraran todos los cargos de agresión sexual en su contra, presentando como pruebas “docenas de correos electrónicos extensos, cálidos y elogiosos” que presume recibió después de encuentros con quienes ahora lo acusan. Ben Brafman, su abogado, dijo al canal de televisión CNN, que dichos emails “reflejan la verdadera naturaleza de amistad consensuada que en ningún momento incluyó una violación forzada” con dichas mujeres. Pero a punto de que se saliera de nuevo con la suya, el 25 de agosto la actriz alemana Emma Loman lo denunció en Los Ángeles por haberla violado en el Festival de Cannes de 2006 y ahora debe enfrentarla también. Por su parte, la actriz británica Kadian Noble decidió demandarlo legalmente no por abuso, sino por tráfico sexual: aseguró que en 2014 el productor tuvo relaciones sexuales con ella tras prometerle darle trabajo en sus películas, algo que no cumplió.
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Tras un ataque sexual en Cannes en 2014, la actriz británica lo acusa de violar leyes de tráfico sexual. Y aunque no es una acción típica, el juez afirma que Weinstein transgredió la Ley de Protección de Víctimas de Tráfico.

Aunque los representantes legales de Weinstein intrataron frenar esta demanda, el juez Robert W. Sweet dijo que la acusación procede ya el hecho cumple con las características del “acto sexual comercial” y aunque Weinstein argumentó que no le dio nada de valor a Noble a cambio de las relaciones sexuales que tuvieron, el juez descubrió que sí lo hizo y es que, en sus palabras, “para una aspirante a actriz conocer a un productor de renombre internacional es algo de valor en sí mismo”. Claro, se espera que Weinstein apele, pero este tipo de acusación le ha complicado las cosas.

Un escándalo más

Por si faltaban más datos oscuros sobre quien alguna vez fue tratado como el Mago de Oz de Hollywood, The New Yorker ha vuelto a ponerlo en el ojo del huracán al revelar que tienen nexos con la firma de investigación israelí Black Cube, que emplea a veteranos de servicios de inteligencia y seguridad del Estado de Israel para “contener crisis” o hacer labores de investigación en litigios complejos a los que se enfrentan sus clientes. Esta relación se está revisando ya a nivel federal en Estados Unidos, pues se asegura que Weinstein ha usado los servicios de Black Cube para obtener información privada de sus acusadoras y, de este modo, tener aún más herramientas para intimidarlas, amenazarlas y silenciarlas. A decir de Ronan Farrow en CNN, esta misma agencia –que él también asegura que sí trabajó para Weinstein– es utilizada por la administración de Donald Trump para intimidar a exoficiales del gobierno de Barack Obama. Esto permite dimensionar el poder del exproductor y ver solamente la punta del iceberg de lo que ha sido capaz de hacer para que el mundo desestime a sus víctimas y él resulte un predador bien librado.

Mientras todo esto es investigado, al cierre de esta edición el 43o Festival Internacional de Cine de Toronto, del cual Weinstein era un invitado frecuente, ha declarado una “tolerancia cero” ante el acoso y el abuso y ha puesto a disposición de los asistentes una línea de teléfono a la que cualquier posible víctima de estos crímenes puede comunicarse de manera confidencial para hacer su denuncia. Un año después de que se soltó la bomba, Harvey Weinstein continúa libre. Pero la cultura de la industria del cine, al menos, está cambiando. Ojalá en los próximos meses las noticias den un giro y el poderoso viejo rey de Hollywood por fin sea derrumbado.
Por: Mónica Isabel Pérez / Foto: Getty Images

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