Jacqueline de Ribes: reina de París

Jacqueline de Ribes: reina de París

El Museo Metropolitano de Arte, de Nueva York, inaugura la exposicio?n Jacqueline de Ribes: el arte del estilo


Es probable que su nombre no te diga gran cosa. Pero sin duda, esto cambiará a partir de noviembre, con la muestra del Costume Institute del Museo Metropolitano de Arte, de Nueva York, que se lleva a cabo en su honor.

Jacqueline de Ribes: el arte del estilo” se presentará después de “China a través del espejo”, la más exitosa exposición en la historia del instituto desde su creación en 1937. El cambio no podía ser más abrupto: de un vasto recorrido por una cultura milenaria a una mirada concentrada sobre una sola mujer.

Pero ¡qué mujer! Un icono internacional de estilo, cuya originalidad y elegancia hicieron de ella una de las personalidades más influyentes en la moda del siglo XX. Para comprender su influencia y su dimensión, la muestra presentará 60 vestidos de alta costura de su colección privada, de modistos como Giorgio Armani, Pierre Balmain, Marc Bohan (Dior), Roberto Cavalli, Madame Grès, Jean Paul Gaultier, Ralph Lauren, Emanuel Ungaro, Yves Saint Laurent y Valentino, entre otros, así como sus propias creaciones.

Elegante y longilínea, esta aristocrática mujer fue también sujeto de preferencia de los más grandes fotógrafos, como Richard Avedon, David Bailey, Horst, Cecil Beaton, Irving Penn, Francesco Scavullo y Juergen Teller, cuyos retratos se exhibirán en la exposición, mientras que una gran cantidad de material de sus archivos personales documentará sus actividades como productora de teatro y TV, organizadora de eventos de caridad y mecenas del arte.

Pero ¿quién es Jacqueline de Ribes? Para muchos, esta mujer aún en vida es ?la última reina de París?, última representante de un período dorado, entre los años 50 y los 80, época de bailes míticos y de fiestas en Capri; de los escándalos de Elizabeth Taylor y Richard Burton; de la dolce vita; de playboys stars y de lánguidas mujeres ?cisne? ?como Truman Capote bautizó a las etéreas y aristocráticas Marella Agnelli, Gloria Guinness, Babe Paley y la propia Jacqueline?, que marcaban el ritmo de la jet set con un sutil gesto de la mano. Y en toda la sociedad parisina, muy elegante, Jacqueline de Ribes sobresalía por su exquisita originalidad y su estilo, admirado e inevitablemente imitado.

FOTOGALERÍA: Los mejores instantes en la vida de Jacqueline de Ribes

BAILES Y FRUSTRACIONES

Jacqueline nació el 14 de julio de 1929. Sus padres, el conde y la condesa Jean de Beaumont, nunca tuvieron la disposición para ocuparse de esta hija, que volcó todo su amor en su abuelo materno, el conde Olivier de Rivaud de la Raffinière, cuya muerte, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, la dejó desamparada.

Durante la ocupación nazi en Francia, Jacqueline y sus hermanos fueron enviados con una niñera a una propiedad de la familia en el sur de Francia, donde se instalaron en la casa del cuidador, pues la residencia principal estaba tomada por la Gestapo.

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A los 18 años, Jacqueline conoció al vizconde Edouard de Ribes, hijo mayor de una familia extremadamente conservadora. Desde que la vio, el joven héroe de guerra se enamoró de ella y al año siguiente, en 1948, se casaron. Jacqueline contó más adelante que hasta ese momento nunca se había maquillado ni usado tacones altos.

Tampoco había ido a una peluquería o a un restaurante. Y solo tenía dos vestidos. Su primer hogar fue una de las alas de la residencia de la familia De Ribes. Todas las noches Jacqueline cenaba con sus suegros; las mujeres se ponían vestidos de noche y los hombres, esmoquin.

Cuando ella le informó a su suegro que Eduardo y Wallis, duques de Windsor, llegarían a cenar, él protestó: una mujer divorciada ?Wallis? nunca había entrado en su casa. No es de extrañar que en ese medio tan sofocante, una joven bella y con ganas de hacer cosas buscara destacarse, y la moda era para ella una verdadera pasión.

En 1956, a los 27 años, cuando entró por primera vez en la célebre lista de las mejor vestidas de Eleanor Lambert, solo tenía dos vestidos de alta costura, el resto eran sus propios diseños hechos por una modista.

Era la época de los últimos grandes bailes, el coletazo final de una forma de vida que estaba desapareciendo. Jacqueline asistió a algunos de los más memorables, como el último de disfraces organizado por su tío Etienne de Beaumont o el mítico baile del francomexicano Carlos (Charles) de Beistegui para inaugurar su recientemente adquirido Palazzo Labia, en Venecia.

Fue en un viaje a Nueva York, para asistir al baile Abril en Parísen el Waldorf Astoria, cuando estaba almorzando con Beistegui, que Diana Vreeland, entonces editora de moda del Harper?s Bazaar, la detectó y la invitó a posar para la revista. Al día siguiente, Richard Avedon hizo su retrato, hoy icónico, exponiendo su personalísimo perfil.

?Diana Vreeland fue la primera en decirme que yo era bella. Pero aunque no le creí, me ayudó a ser auténtica, a tener conf ianza en mí misma?, confiesa Jacqueline. Asimismo, fue en ocasión de otro baile, también en Nueva York, cuando Jacqueline conoció al modisto Oleg Cassini quien, fascinado con su allure, le propuso diseñar modelos para él.

A ella, por cierto, ideas no le faltaban, pero necesitaba quien le realizara los croquis, para los que recurrió a un joven italiano: ¡Valentino! Pero el proyecto con Cassini no duró, Valentino abrió su casa en Roma y Jacqueline, aunque ?un poco envidiosa?, como ella misma lo admitió, fue una de sus primeras clientas. Más adelante, Emilio Pucci le pidió que diseñara para él, y lo hizo durante dos años, pero ¿cuándo llegaría el momento de lanzarse bajo su propio nombre?

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UNA MARCA... A SU IMAGEN

Eso no ocurriría mientras viviera su suegro. Sin embargo, durante los largos años en que Jacqueline guardó su sueño en espera, no permaneció inactiva. Produjo una pieza de teatro de Federico García Lorca en París, se dedicó durante tres años a administrar la compañía de ballet del marqués de Cuevas, escribió una columna de moda (anónima) para la revista Marie Claire, coprodujo una serie de programas de Eurovisión a beneficio de UNICEF y una miniserie basada en el libro Italianos, de Luigi Barzini.

?Todo lo que hice en mi vida fue con el viento en contra. Nadie me aprobó?, dice. En 1982, al morir su suegro, su marido Edouard se convirtió en el nuevo conde de Ribes y fue entonces cuando en una reunión familiar Jacqueline anunció a él y a sus hijos (Elisabeth y Jean) que se iba a lanzar en el business de la moda y que nada podría detenerla.

Jacqueline comenzó a vestirse de Yves Saint Laurent desde que este estaba en Christian Dior, no solo porque amaba sus creaciones, sino porque él la dejaba aplicar sus ideas. Otros modistos también cedían a sus sugerencias, siempre acertadas. La socialite Betsy Blooming - dale decía que cuando ella y De Ribes compraban el mismo vestido, nunca se veían iguales. Así, cuando la condesa lanzó su propia colección, tenía ya una larga experiencia en el mundo de la alta costura.

En 1983 presentó en su casa su primera colección, con modelos ?prestadas? por su amigo Yves Saint Laurent, quien asistió al desfile, así como Pierre Bergé, Ungaro y Valentino. Sus diseños fueron recibidos con entusiasmo en París y, especialmente, en Estados Unidos, donde Saks Fifth Avenue se apresuró a firmar con Jacqueline un contrato de exclusividad por tres años.

Dos años más tarde, 40 tiendas estadounidenses vendían sus creaciones. Su ropa encajaba perfectamente con el ideal del glamour de los años 80. En 1986, la crítica de moda de The New York Times escribió: ?Sus vestidos de noche son espectacularmente bellos, sus formas estilizadas y esbeltas, como la propia diseñadora?.

En efecto, sus vestidos eran largos y ajustados, algunos con importantes volados, pliegues o moños. Los modelos podían costar 5.000 dólares. Obviamente, De Ribes diseñaba para mujeres como ella, con su silueta... y sus medios económicos. El negocio funcionaba de maravillas ?Cher, la primera dama Nancy Reagan, Hélène de Rothschild, Barbara Walters y Joan Collins se contaban entre sus clientas?, pero en 1994 Jacqueline sufrió un inesperado revés: comenzó a sufrir terribles dolores de espalda y debió someterse a una operación que la dejó paralizada durante tres años, hasta 1997. En 1995, con gran dolor de su alma, cerró su firma.

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ESTILO Y MÁS

Pero si bien Jacqueline desaceleró su ritmo con los años, su interés por la moda nunca decayó. Así como tampoco el del mundo de la moda por ella. En 1999, Jean Paul Gaultier le dedicó su colección primavera-verano Divine Jacqueline, un homenaje que le encantó, si bien no tanto como la Legión de Honor que recibió de manos del presidente Nicolas Sarkozy en el 2010, por su trabajo filantrópico y sus contribuciones culturales a Francia.

A los 86 años, Jacqueline de Ribes está alejada de las notas sociales, pero cuando organiza una velada ?como la que ofreció en marzo pasado en su calidad de presidenta honoraria de la Asociación de Amigos del Museo de Orsay?, las personalidades del mundo de la cultura, de las artes y de la política se apresuraron a asistir, deseosas de experimentar el savoir- faire de la mítica anfitriona.

Ahora, la exposición en el MET la vuelve a poner en el centro de la atención de una manera espectacular y su nombre será conocido por millones de personas. Pero si la muestra se concentrará en su estilo legendario, ella aclara que no dedicó su vida solamente a su imagen. ?Si hubiera vivido solo ocupándome de mí misma, no lo habría podido soportar?, dice.

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