Carolina de Mónaco, serenindad en la sombra

Carolina de Mónaco

Tiene ahora 56 años y los flashes de los fotógrafos están ahora más interesados en captar a sus hijos

La belleza típica de las mujeres Grimaldi sigue presente en Carolina de Mónaco y por eso mismo sorprende darse cuenta de que superó en tres años la edad que su madre tenía, en 1982, cuando murió en un accidente de tráfico, a los 53.

El peso del glamour recae en la actualidad en Carlota, la hija que tuvo con su segundo marido, Stephano Casiraghi, que con 26 años, un romance con el actor francés Gad Elmaleh y su colaboración con la firma Gucci como protagonista de su nueva campaña de publicidad, proporciona las codiciadas instantáneas buscadas por la prensa rosa.

Carolina, quien ya acaparó las cámaras con su primer matrimonio con el playboy Philippe Junot, con la estampa de familia feliz que ofrecía junto a Casiraghi antes de su dramática muerte, o con su unión entre otras con Vincent Lindon, antes de dar un tercer “sí quiero” a Ernesto de Hannover, parece haber asumido ese protagonismo de segundo plano.

Durante años, desde el fallecimiento de su madre en 1982, ejerció como primera dama oficiosa del Principado, un papel que asumió en tanto que hija mayor y ante la ausencia de nueva pareja de Rainiero III y la prolongada soltería de su hermano, llamado a tomar el relevo.

Sonrisa sincera

Tras seis años como soberano en solitario, Alberto II contrajo matrimonio con la sudafricana Charlene Wittstock en julio de 2011, y con esa boda, los compromisos oficiales de Carolina comenzaron a disminuir a medida que aumentaban los de la antigua nadadora olímpica.

No faltan en su agenda inauguraciones de exposiciones, bailes de gala y asistencia a los actos humanitarios a los que le obliga su rol de Embajadora de Buena Voluntad de la Unesco, de Presidenta de la Asociación Mundial de Amigos de la Infancia o de las fundaciones Gracia y Príncipe Pierre, que toma el nombre de su tercer hijo.

Pero su nuevo papel, el de abuela, le llegaró en enero con el nacimiento del hijo o hija que tenga su primogénito, Andrea Casiraghi, con Tatiana Santo Domingo, a quien conoció cuando ambos estudiaban en Fontainebleau, cerca de París.

Ese bebé es el tercero en la línea de sucesión al trono, por detrás de Carolina y Andrea, en el caso de que el actual soberano no tenga descendencia dentro del matrimonio, por lo que llega con un hipotético pan añadido bajo el brazo.

Y a ese papel de abuela, se le sumará el de suegra, con la boda de esos dos jóvenes, que todavía no tiene fecha fijada, pero que la futura esposa adelantó que podría celebrarse en verano.

“Tengo la alegría de anunciar el compromiso de mi hijo, Andrea Casiraghi, con la señorita Tatiana Santo Domingo”, anunció la princesa en un escueto comunicado difundido en julio de 2012 por el palacio monegasco.

Después de su separación en 2008 de Ernesto de Hannover, del que no se ha divorciado, son sus hijos y este nuevo escenario familiar, según indican los medios franceses, los que le han devuelto la sonrisa.

“Carolina de Mónaco, solitaria y radiante”, tituló el pasado octubre la revista Paris Match, que cita de manera anónima a un habitual de los actos de la alta sociedad para afirmar que “por fin ha hecho suyo el talento que tenía su madre”, el de hacer pensar a la persona a la que mira o sonríe que es “la más importante del mundo”.

Instalada de nuevo en el Principado desde hace cinco años, con su presencia y su mayor cercanía personal, la que rompe con la reserva y los aires distantes que siempre se le han atribuido, inaugura etapa con una serenidad lejana a los escándalos del pasado y en la que Carolina se mantiene, según los habituales del Palacio, como “guardiana” de las tradiciones del clan.

Tras un divorcio a los 23 años, haber enviudado a los 33 y haberse separado 18 años después, ese rol y el de la promoción de la cultura en esa pequeña ciudad-Estado le ocupan de momento en un periodo en el que ,por primera vez en mucho tiempo, cada vez que sonríe parece hacerlo con sinceridad.

Relacionado