En su más reciente aparición pública, Mary de Dinamarca acaparó los titulares gracias a un peinado que despertó la imaginación de muchos. Durante una recepción en el palacio de Amalenborg, la soberana lució un recogido tan sofisticado y llamativo que varios lo relacionaron de inmediato con la estética galáctica de la reina Amidala, uno de los personajes más icónicos de “Star Wars”.
El moño de una galaxia muy lejana
El peinado de Mary consistió en un moño bajo, perfectamente definido en forma de caracol y con un acabado brillante. Su estructura pulida y el volumen del recogido hicieron eco de los peinados futuristas que el personaje de la saga galáctica mostró durante los episodios I, II y III.
El parecido no pasó desapercibido por los fans, pues, a pesar de que no son estrictamente iguales, el chongo de Mary cuenta con un volumen y estructura que hace que resulte muy difícil evitar las comparaciones.
Un look sobrio con un detalle protagonista
Para acompañar este peinado llamativo, pero elegante, Mary eligió un conjunto de líneas minimalistas en blanco y negro: un abrigo oscuro, un top de cuello alto y pantalones de corte amplio en color blanco. Completó la propuesta con unos stilettos en color blanco con negro y un clutch a juego, dejando que el recogido fuera el punto focal de su presencia.
Este contraste nos dejó ver la exquisita habilidad de Mary para darle todo el protagonismo a un detalle específico sin perder elegancia ni sobriedad.
El mensaje detrás de su elección
Más allá de la comparación con Star Wars, el peinado envía un mensaje claro: Mary se atreve a jugar con su imagen, incluso en actos oficiales, y logra hacerlo sin salirse de la etiqueta, la elegancia y el refinamiento. Su decisión refleja cómo la moda y la belleza pueden ser un lenguaje muy importante, con el que la royal es capaz de mezclar modernidad, estilo y protocolo al mismo tiempo.
Con este recogido de inspiración futurista, Mary de Dinamarca convirtió una recepción diplomática en un instante memorable de estilo. Su moño, digno de la realeza terrenal y galáctica, prueba que hasta en el contexto más formal es posible arriesgarse de forma elegante.