El efecto Kate

El efecto Kate

La duquesa de Cambridge está marcando una tendencia contundente gracias a su sencillez y su conservador estilo de vestir

La duquesa de Cambridge ha figurado activamente durante el Jubileo de Diamantes y en las Olimpiadas, no sólo porque complementan la vida del príncipe William, sino también la de la Casa de Windsor

A partir de su compromiso y matrimonio con el príncipe William, la fascinación que Kate Milddlenton provocó alrededor de mundo ha ido en aumento. A ella se le atribuye una buena dosis de los nuevos bríos que disfruta la monarquía británica, que actualmente vive “una etapa feliz”. Esto es algo que se pudo comprobar durante los eventos de celebración del Jubileo de Diamante de Isabel II, quien parece genuinamente contenta de tener a la esposa de su nieto mayor en el círculo íntimo de La Firma, tal como presuntamente la reina llama a la familia.

En ese contexto, la duquesa de Cambridge trae detalles de realidad a la realeza: uno de los motivos por los cuales goza de tanta popularidad. Por ejemplo, en la gira que hizo con William a Canadá y Estados Unidos no llevó ninguna asistente para que la ayudara a vestirse; ella se maquilla para todos los eventos en los cuales participa y repite la ropa. También hace las compras, cocina para ella y su marido, y con frecuencia cuentan con la presencia del príncipe Harry, quien disfruta de la vida en familia con un toque de normalidad a pesar de estar en la mirilla del público.

La duquesa continúa visitando el salón de belleza para arreglarse su famosa melena. Y parece haber encontrado un equilibrio, nada fácil, en el cual ha incorporado el protocolo que exige ser parte de la Casa de Windsor.

Lo que la prensa llama “el efecto Kate” se había mantenido constante antes de su participación como embajadora oficial -junto a William y Harry- en las Olimpiadas en Londres, donde ha compartido con su característica sencillez tanto con los deportistas como con el público.

Kate hizo hincapié en visitar no sólo a los atletas ganadores para felicitarlos, sino para mostrarles apoyo antes de que compitieran. La Casa de Windsor debe pellizcarse cada mañana para asegurarse de que no está soñando, porque esas imágenes y videos recorren el mundo, mostrando un rostro tremendamente amable y moderno de la monarquía inglesa.

FOTOGALERÍA: EL EFECTO DE LA DUQUESA

El evidente interés por ver de cerca su traje de novia, diseñado por Sarah Burton, de la casa Alexander McQueen, fue tal, que durante el verano pasado, la Royal Collection coordinó una exposición en el palacio de Buckingham con el traje, la tiara y los accesorios que Kate Middleton lució en su boda. La muestra le ha significado un aumento de 191.000 visitantes a la institución, con un impacto de 5,4 millones de dólares en entradas y de 2,6 millones de dólares en las ventas de la tienda. En agradecimiento por haber prestado su traje de novia, la Royal Collection emitió un cheque por 450.000 dólares a la Royal Foundation of the Duke and Duchess of Cambridge and Prince Harry: noten que el nombre de la fundación cambió para incorporarla, dado que el “efecto Kate” es palpable en incontables renglones.

En la moda, el impacto ha sido igualmente contundente. Una encuesta entre 1.000 mujeres británicas indica mayor tendencia a vestirse de forma más conservadora: un 61% de las de 35 años en adelante dice que evitan mostrar la parte superior de los brazos y un 54% dentro del mismo grupo, prefiere tapar las rodillas.

A Kate se le atribuye el uso de las medias en color piel -algo que había estado consignado al escaparate de las abuelas-, que ha vuelto a las mujeres jóvenes al tanto de lo que está de moda. Sus zapatos preferidos, los L.K. Bennett de color gris pardo, se ven por todas partes y, como es de suponer, la marca -eminentemente británica- ha visto dispararse sus ventas. El interés internacional la ha llevado a la apertura de tiendas en Estados Unidos, incluyendo una sede en Columbus Circle, Manhattan, y a buscar espacio en la Florida y en San Francisco.

El gusto de Kate por usar ropa de diseñador así como por marcas más accesibles a la mayoría de las mujeres -tales como Issa: el vestido de seda azul que usó el día que se anunció su compromiso; Reis: el que vistió para la foto oficial de compromiso, que le hizo Mario Testino; Hobbs: el abrigo marrón que le vimos durante un evento en Liverpool-, comunica una imagen moderna que le granjea simpatía alrededor del mundo. Además del beneficio que significa para las compañías británicas: los vestidos que ella usa se venden en tiempo récord y las ganancias de las marcas se duplican.

Desde los modelos comprados en tiendas high- street por departamento o de diseñadores como Alice Temperley o Jenny Packham -cuyos diseños solo se venden en Debenhams, lo que hizo que la cadena tuviera un aumento de ventas en línea de un 40,2% y un incremento de tráfico en la tienda del 40%- hasta las pulseritas de cuentas de colores de 15 dólares a beneficio del hospicio Treehouse en Suffolk, una de las organizaciones benéficas que ella patrocina.

Las ventas de los productos Bobbi Brown, que Kate usa para “hacerse” las cejas, aumentaron un 600%. Lo mismo las de los joyeros Robinson Pelham, que diseñaron los aretes que usó para la boda y que fueron un regalo de sus padres. En el 2010 ganaron 80.000 dólares y en el 2011, 213.000.

El coro de admiradores de la duquesa cruza el Atlántico y se instala en Hollywood, donde tanto Madonna como Angelina Jolie han mostrado su admiración por ella. A Jolie se le ha visto en varias alfombras rojas luciendo diseños de Jenny Packham, quien está teniendo éxito en Estados Unidos. Y eso que aún no han llegado los niños... Cuando eso ocurra, el “efecto Kate” adquirirá nuevas dimensiones...

FOTOGALERÍA: EL EFECTO DE LA DUQUESA

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