Los Príncipes de Asturias reciben herencia millonaria

Los Príncipes de Asturias reciben herencia millonaria

Sin haberlos conocido en persona, un excéntrico millonario los incluyó en su testamento, junto con los ocho nietos de los reyes.

Mar. 24, 2010

¿Cuál pudo ser el motivo que llevó a Juan Ignacio Balada Llabrés, un empresario de Menorca que falleció el 18 de noviembre pasado, a legar su fortuna a los príncipes de Asturias Felipe y Letizia, y a los ocho nietos de los reyes Juan Carlos y Sofía, a quienes nunca trató y ni siquiera conoció personalmente?

Es la pregunta que no dejan de hacerse sus vecinos de Ciutadella, la pequeña localidad menorquina de 27 mil habitantes, donde vivía y murió este excéntrico personaje, un solterón de 69 años, hijo único de un fabricante de helados y de una farmacéutica. No se le conocieron romances y no trataba casi a nadie. Los dos o tres amigos que creían tener acceso a su intimidad fueron los primeros sorprendidos con la noticia de su última voluntad, que contradice su enfermiza tacañería, posiblemente el rasgo más destacado de su carácter, pues, a pesar de sus millones, dicen que no le pagaba un café a nadie y que se vestía con ropa usada que le compraba a Cáritas. Una tacañería que, según Julián Ticoulat -uno de sus escasos amigos-, se lo llevó a la tumba, pues, afectado como estaba por una grave hepatitis C que adquirió en Marruecos, nunca la tomó en serio para no tener que gastar en médicos ni tratamientos.

Tenía fama de ser un hombre duro y hasta grosero cuando estaba en trance de negociar. Otra muestra de esa extraña conducta podría ser el hecho de que en su testamento no dejó ni un centavo a nadie más, ni a sus pocos amigos, ni a sus únicos familiares, dos primas hermanas que lo atendieron y cuidaron durante su enfermedad, hasta el final.

Ignacio Balada deja herencia millonaria a los Príncipes de Asturias

Esa actitud contrastaba con su otro yo, que no tenía inconveniente en gastar sin límites cuando se trataba de satisfacer un capricho, como comprar en Londres el piano de cola más caro del mundo, que de vez en cuando tocaba para evocar sus tiempos de estudiante en Barcelona, cuando se ganaba un dinero adicional al que le enviaban sus padres, trabajando como pianista en un centro nocturno. Ese otro yo solía ser generoso al hacer esporádicos pero costosos obsequios, como la vajilla de porcelana Limoges que le envió a la hija de uno de sus abogados con motivo de su boda. O al cederle una de sus fincas a los padres salesianos para establecer una colonia de verano para sus alumnos.

La casa de Juan Ignacio es probablemente el más vistoso y confortable palacete de la zona, con estancias decoradas con finas antigüedades, obras de arte y una surtida biblioteca, pues era un lector compulsivo, interesado en temas económicos y esotéricos. Allí vivió solo, pero rodeado de gatos, con los que no era tacaño.

Su fortuna incluye varias propiedades inmobiliarias y acciones en petroleras de Rusia y Canadá. Hay quienes la calculan en más de 50 millones de dólares. El origen de su capital se remonta a hace 40 años, cuando comenzó a importar cemento de Rumanía para satisfacer las necesidades del naciente auge de la construcción.

Fue uno de sus abogados, el catalán Joan Viñas Vila, quien quedó a cargo de abrir el testamento y de actuar como albacea del mismo. Fue él quien reveló el destino que Balada Llabrés decidió darles a sus bienes, los cuales debían repartirse así: un 50% para los príncipes de Asturias y los ocho nietos del Rey; y el otro 50% para una fundación con fines sociales, bajo la tutela de don Felipe y doña Letizia. El documento establece que si la Casa Real no acepta la herencia, esta debe ir a manos del gobierno de Israel. ¿Por qué? Es otro de los misterios que nadie ha desentrañado. Tan pronto conoció el contenido del testamento, Viñas Vila se puso en contacto con los abogados de la Casa Real, la cual, a través de un portavoz, informó que los Príncipes nunca habían tenido contacto con el empresario menorquín y que destinarían la suma que les correspondiera a aumentar las obras sociales de la fundación. Nada se ha dicho, sin embargo, en relación con la herencia asignada a los nietos del Rey, pues al ser menores de edad, sus padres deben decidir por ellos.

Tan pronto como se supo la noticia de esta donación, Julián Ticoulat declaró que la decisión del empresario le resultaba coherente con su modo de pensar, pues era un monárquico convencido y creía “que la monarquía es una garantía de la unidad de España”.

La verdad es que el principal beneficiario de esa fortuna va a ser el gobierno, pues el 60% será para pagar los impuestos por la herencia. Y si el Ministerio de Hacienda decide cobrarse el dinero que, según se ha dicho, Balada Llabrés le debía por no pagar los impuestos relacionados con la compra y venta de propiedades, los príncipes de Asturias habrán heredado de su desconocido amigo no una fortuna, sino un problema. Más aún si sus dos primas hermanas deciden reclamar sus presuntos derechos.

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