Una dura elección: Matrimonio abierto o divorcio

Una pareja enfrenta un momento decisivo en su relación. ¿Crees que podrá salvarse?

Te presentamos a Michael, quien ama a su esposa Kamala... y también a Rachel, su novia de 27 años de edad, quien cuenta con la aprobación de Kamala. Esta, por su parte, desde hace dos años sostiene una relación sentimental con otro hombre. Y si este “rectángulo amoroso” te confunde, te anunciamos que, en el pasado, Michael y Kamala convivieron con otro matrimonio como el suyo, que practica la llamada relación poliamorosa. Esta define a aquellas personas que tienen más de una relación íntima, amorosa, sexual y duradera de manera simultánea con varias personas, con el conocimiento y el consentimiento de todos los involucrados.

Si eres fanática de la serie de TV Polyamory: Married & Dating, que explora las relaciones con parejas múltiples, ya conoces este tipo de caso. Pero si piensas que es único o que solo ocurre entre personas que viven en los márgenes de la sociedad... te invitamos a que conozcas la historia de Ana y Raúl, un matrimonio de más de 25 años, que enfrenta un momento decisivo en su relación. Y es que Raúl, de 47 años de edad, le exige a Ana, quien es dos años menor, que le permita tener una relación “abierta” o le dé el divorcio. Ana no quiere aceptar esa condición, pero tampoco está dispuesta a admitir la derrota, pues todavía ama a su esposo y no desea, en sus propias palabras, “echar por la borda toda nuestra vida”. Aquí tienes el argumento de cada uno.

RAÚL: “TENGO DERECHO A REALIZARME”

“Sé que lo que le estoy pidiendo a mi esposa no es fácil para ella, y que la mayoría de las personas me van a ver como el villano de la trama. Pero si le pido esto es para salvar nuestra relación. Quizás lo más cómodo para mí en estos momentos sería divorciarme y comenzar de cero, pero por amor a ella y por respeto a todo lo que hemos logrado a lo largo de 25 años, le pido que me conceda tener un matrimonio abierto.

¿Por qué digo que esto podría salvar nuestro matrimonio? Porque llevo muchos años insatisfecho. He sido un buen esposo, un excelente padre y un magnífico proveedor, pero eso es todo lo que he sido. Las mujeres hablan de realizarse, pero yo no he podido hacerlo como hombre. Me explico: me casé a los 22 años, porque Ana quedó embarazada a pesar de que constantemente le pedía que se cuidara, que yo no estaba preparado para afrontar la responsabilidad de tener un hijo. Pero como ella viene de una buena familia, tradicional y conservadora, yo hice lo correcto: nos casamos, aunque éramos demasiado jóvenes.

A partir de ese momento me dediqué a estudiar y a trabajar para darle una buena vida a mi familia. De repente me vi con 40 años, casado, con dos hijos... y con una mujer que quiero, pero que, seamos honestos, ya no me inspira pasión. ¡Hace tanto tiempo que no siento deseo! Desde ese entonces han pasado siete largos años y aunque Ana y yo hemos trabajado en la relación, nada ha cambiado para mí. Además, ¡ya no deseo luchar más! Quiero tener la oportunidad de conocer a otras mujeres, de sentir pasión antes de que pasen los años y sea un viejo amargado y lleno de arrepentimientos.

No quiero deshacer mi hogar; amo la vida que he creado con Ana. Ciertamente, no quiero causarles un daño emocional a mis hijos. Pero... ¿es justo que siga siendo infeliz el resto de mi vida? ¿Debo renunciar a esa parte de mi vida sexual y sentimental que tengo deseos de explorar? Se supone que la pareja nos ayude a realizarnos, no a estancarnos. Aun si salgo con otras mujeres, Ana sabe que ella siempre será la número uno, mi esposa, y que, si lo prefiere, no tiene por qué saber de las otras. Lo que no quiero es serle infiel y vivir escondiendo mis relaciones, porque deseo ser libre para disfrutar esa parte de mi vida que ya estaba casi olvidada. Como yo lo veo, le estoy haciendo una propuesta honesta y leal; lo considero un trato justo para mí y para ella, pues le permite salvar nuestro matrimonio”.

ANA: “RAÚL SOLO PIENSA EN SÍ MISMO”

“Después de 25 años de matrimonio, de echar a un lado mi carrera y mis ambiciones para criar a nuestros hijos, como quería Raúl, y de sentirme culpable de ‘arruinar’ su vida con mi embarazo (¡como si yo fuera la única responsable!), Raúl me dice que no se siente satisfecho como hombre y que desea estar con otras mujeres.

A este arreglo Raúl lo llama un ‘matrimonio abierto’, pero para mí no es otra cosa que ser infiel con mi autorización; violar los juramentos que nos hicimos en el altar, frente a Dios y los hombres, en busca de un placer físico momentáneo. Algo pasajero que no deja huella en el alma.

Raúl no piensa en mí ni en sus hijos. Raúl Jr., que tiene 24 años, está enterado de la situación y ha tratado de razonar con él, pero mi esposo no está dispuesto a ceder. Mi hijo quiere cortar la relación con su padre si él sigue adelante con sus planes. Mi hija Nélida, que solo tiene 16 años, no está al tanto de lo que ocurre, pero no quiero imaginar lo que sufriría si se entera, porque siempre ha sido la consentida de su papá.

En mi opinión, Raúl está pasando por una crisis y quiere solucionarla con otras mujeres; por eso está dispuesto a humillarme, a destrozar nuestro hogar y a darles un ejemplo terrible a nuestros hijos. El hombre con el que pensé compartir toda mi vida se muestra como un egoísta que no toma en cuenta que el amor es más que sexo; que cuentan los sentimientos, la historia en común y todo lo que hemos compartido juntos. En estos momentos él ve la vida como un adolescente que quiere gratificación instantánea, sin pensar en lo que está tirando por la borda.

Me pregunto qué espera él encontrar en esas mujeres, aparte de sexo. ¿Amor, comprensión? Si no fuera porque es tan triste, sería risible, porque es obvio que lo que él busca es alimentar su ego ahora que va en camino hacia los 50 años.

El problema es que me siento en una disyuntiva terrible. Por una parte, deseo luchar por mi matrimonio. Quizás si le concedo lo que él quiere, en algún momento llegue a ver la realidad: que esas relaciones lo dejan vacío. Por otra parte, no quiero faltarle el respeto a nuestro matrimonio y a nuestro hogar, permitiendo una situación inmoral. Raúl me ha dado un plazo para que le dé mi decisión: matrimonio abierto o divorcio. ¿Me respeto a mí misma y le concedo el divorcio? ¿O espero que esta sea una fase pasajera y él regrese a mí más convencido de nuestro amor? Esa es mi terrible encrucijada”.

¿QUÉ OPINAS?

¿Crees que la propuesta de Raúl es razonable?

¿Está pasando él por una crisis existencial... o lo consideras un egoísta que solo piensa en su placer?

¿Qué harías tú en el lugar de Ana?

¿Crees que ella debe concederle el divorcio y rehacer su vida?

Nos interesa saber qué piensas de este polémico caso. Déjanos tus comentarios.

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