De la vida real: Fingí ser otra en internet

De la vida real: Fingí ser otra en internet

Lo que comenzó como un juego de identidades terminó en un drama que casi destruyó a dos personas

El día que leí la noticia sobre la muerte de la novia del futbolista estadounidense Manti Te´o, sentí pena por él y por ella, una joven que perdió su lucha contra la leukemia a los 22 años de edad. Todavía recuerdo las lágrimas de Te´o y el dolor que expres;o ante las cámaras de televisión por la pérdida de quien él consideraba su alma gemela.

Poco tiempo después estalló la bomba: la novia nunca existió; su romance con Te´o, su enfermedad, su muerte?¡nunca ocurrieron! La identidad de la joven había sido una invención de alguien que jugó con los sentimientos del famoso deportista.

El escándalo acaparó todos los titulares: un joven llamado Ronaiah Tuiasosopo se había apropiado de la foto de una chica (que ignoraba todo) y creó ese personaje que acabó rompiendo el corazón del futbolista, quien hasta ese momento jamás imaginó que la novia con la que hablaba por teléfono (Ronaiah Tuiasosopo sabía disfrazar la voz), pero que no conocía en persona, nunca existió.

Al verse descubierto, el perpetrador de ese engaño se mostró avergonzado y arrepentido. Lloró ante las cámaras y pidió perdón. Estoy segura de que muchas personas no le creyeron, pero yo sí le creí , porque -unos meses atrás- hice algo semejante. Y, al igual que Tuiasosopo, hasta el día de hoy me arrepiento de lo que hice. Pero es que, poco a poco, caí en un juego del que no sabía cómo escapar.

PASANDO EL RATO

Todo comenzó inocentemente. En un sitio en Internet (no revelo más detalles, pues no quiero involucrar a otras personas) vi la foto de un joven que deseaba conocer chicas, sin duda con fines románticos. El tenía 23 años, estudiaba en la universidad y , por su imagen y por los datos que daba sobre sus gustos y metas, se me hizo simpático.

No sé por qué, en ese momento se me ocurrió enviarle un mensaje algo coqueto, haciéndome pasar por una chica de su edad. Hoy miro hacia atrás y trato de buscar la razón por la que cometí semejante estupidez; lo único que se me ocurre es que relacionarme con Víctor me pareció refrescante. Actuar como si yo no fuera una joven como él, sin fracasos ni ataduras, y con toda la vida por delante, fue libertador. Por primera vez en muchos años me sentí despreocupada y feliz.

Mi realidad era totalmente diferente. Yo le doblo la edad a Víctor. Además, soy casada, aunque cuando empecé mi relación en línea, mi esposo y yo estábamos al borde del divorcio debido a sus problemas con el alcohol.

Cuando Víctor contestó mi mensaje, en el que se notaba un claro interés en seguir “conversando” conmigo, sentí una extraña emoción; era una mezcla de alegría, porque logré despertar su interés, y de tristeza, porque sabía que lo nuestro jamás podría ser. Pero había algo más: una emoción secreta ante una relación prohibida. Contesté su mensaje, él me respondió nuevamente... y así comenzamos a comunicarnos a diario. Cuando me pidió una foto, subí a la página la imagen de la hija de una amiga que vive en el extranjero, una chica esbelta y linda, con aire de espíritu libre. Víctor enseguida me contestó que le parecía hermosa y me emocioné... aunque no era yo.

AGUAS PROFUNDAS

Al principio hablábamos de cine, del best seller del momento de lo que ocurría en el trabajo o en la universidad (le dije que trabajaba en una pizzería mientras estudiaba comunicaciones). Por supuesto, coqueteábamos, aunque sin faltarnos el respeto. Cada vez que él sugería reunirnos en persona o hablar por teléfono, le daba largas.

Siempre me sugería un problema o no tenía tiempo entre el trabajo y los estudios. Poco a poco, a través de la pantalla empezamos a tocar temas más profundos y a revelar más nuestros sentimientos. Víctor hablaba de sus planes y sus sueños, y yo descubría en él todo lo que me hubiera gustado encontrar en un hombre si pudiera darla marcha atrás al reloj y empezar de nuevo. Aun así, no estaba enamorada de él; lo nuestro era una diversión encantadora, un juego que, seguramente, él tampoco creía del todo. Y fue entonces cuando empezó el drama.

ATRAPADA SIN SALIDA

Cuando vi en mi pantalla un nuevo mensaje de Víctor, me apuré a leerlo, pues siempre tenía algo interesante o simpático que contar. Pero esta vez lo que me dijo me dejó, literalmente, sin habla.

“Hoy es una fecha muy dolorosa para mi”, decía el mensaje. "¡Gracias a Dios que te tengo y no puedo abrirte el corazón! Es el aniversario de la muerte de mi novia. Rosy era una chica especial, como tú. Teníamos planes de casarnos, pero un tipo que manejaba ebrio los acabó en un instante. Durante muchos meses caí en una depresión de la que creí que nunca iba a salir. Llegué a pensar que no merecía la pena vivir. ¿Te imaginas? Pero en esos momentos no podía saber que llegaría a mi vida alguien como tú...”.

Nadie puede imaginar la ansiedad y el arrepentimiento que me embargaron en ese terrible instante. Horrorizada me di cuenta de que había estado jugando con un ser humano real; alguien frágil y sensible a quien sin duda iba a romperle el corazón.

¿Qué podía hacer? ¿Confesarlo todo y arriesgarme a que recayera en su depresión? ¿Desaparecer sin dejar rastro... o eso sería aún peor? Durante varios días no dormí ni comí; el sentimiento de culpa me estaba matando el espíritu.

Finalmente, tomé una decisión. Como yo sí sabía su nombre verdadero y dónde vivía, busqué el teléfono de su casa y le pedí a su madre que habláramos en forma confidencial. En medio de un mar de lágrimas le conté la verdad y le supliqué que, por favor, me dijera cuál sería la mejor manera de confesarle a su hijo toda la verdad. Hubo un enorme y frío silencio al otro lado de la línea. Cuando al fin habló, la señora simplemente me dijo: “Víctor nos hablaba muy bien de usted. Estaba ilusionado. Le ruego que me deje manejar esto con mi hijo"; yo se cómo decírselo.

“Por favor, no se comunique más con él ni vuelva a llamar a esta casa”. De Nuevo hubo un terrible silencio al otro lado de la línea.

Desde ese día no supe más de Víctor. De la misma manera que un día llegó a mi vida, desapareció sin deja huella. Eso es lo peor de todo; que no sé cómo lo tomó ni cómo está emocionalmente. ¿Se sintió triste, burlado, humillado? ¿Sufrió un terrible desengaño? Sin duda... y la culpable de romper su corazón fui yo, que no medí las consecuencias de mi absurdo juego.

¿Por qué conté mi historia? Porque en esta época en que tantas personas se conocen a través de internet, es importante recordar que nunca sabemos realmente quién está al otro lado de la pantalla. ¿Una persona que desea divertirse a costa de engañar a otra? ¿Un peligroso depredador sexual en busca de víctimas? O quizás alguien que, como yo, se vio atrapada en un juego con terrible consecuencias.

Investiguen sus antecedentes en Google. Corroboren en images.google.com si las de esa persona son auténticas . Pídanle hablar por skype... No se conformen con excusas , porque de la misma forma que la nueva tecnología puede acercarnos, también puede ser un arma de doble filo.

Relacionado