De Estados Unidos a la corona

Meghan Markle estaba convencida de que había una 'conspiración' en su contra
Por conveniencia y orilladas por sus padres, estas millonarias estadounidenses quienes contrajeron matrimonios sin amor con aristócratas ingleses. El objetivo: rescatarlos de la miseria y ganar el protagonismo.
Meghan Markle, la guapa actriz divorciada y sin fortuna ahora convertida en la célebre duquesa de Sussex, nos hace recordar la gran influencia que hace muchos años tuvieron un gran número de compatriotas suyas en la aristocracia británica. Mujeres de otra época que, en ese caso sin amor (no como ella, que se ve evidentemente enamorada del príncipe Harry), por conveniencia y por órdenes de sus padres, fueron capaces de contraer nupcias con jóvenes ingleses de ilustres títulos ¡pero en la ruina!
Meghan Markle y Harry

Aunque en 2019 esto parece una locura, esa era la tendencia social que imperaba a finales del siglo XIX. El fenómeno: chicas cuyos padres amasaron grandes fortunas con nuevos negocios y que, sin protestar, ¡se casaron con perfectos desconocidos! Y encantadas, se convirtieron en royals para vivir en históricas mansiones y palacios, aunque desgastados o sin agua caliente.

Todo por ambición

Es interesante indagar más acerca de estos matrimonios ‘arreglados’ en el libro To Marry an English Lord, de Gail MacColl y Carol McD. Wallace, y descubrir que las fortunas de muchas bisabuelas y abuelas de aristócratas de hoy, provienen nada menos que de América. La propia princesa Diana es descendiente de la adinerada neoyorquina Frances Ellen Work, quien salvó del fracaso al barón Fermoy, Jacobo Roche, con quien se casó y tuvo cuatro hijos. Uno de ellos, Mauricio, contrajo nupcias con Ruth, baronesa Fermoy, abuela de Lady Di. La verdad es que los estadounidenses de aquellos años eran ‘nuevos ricos’ y sus esposas, trepadoras sociales que soñaban con Europa e hicieron lo imposible por desposar a sus hijas con royals, ilusionadas por bordar en los monogramas de sus sábanas una coronita y ostentar el título de condesas o duquesas ¡y hasta de princesas o reinas! ¿El mejor ejemplo de ficción? La serie británica Downton Abbey, en la que Cora, la madre estadounidense de la familia, salvó el patrimonio de su marido con su fortuna. ¡Y cuya madre (Shirley McLaine) solía recordárselo a menudo!

El precio de convertirse en royal

Los ingleses, sin duda, estaban impresionados con estas jóvenes bien vestidas (¡tener un guardarropa hecho a medida por Worth Paris era un must tan pronto llegaban a Europa!), chicas más bien ingenuas, quienes traían consigo grandes dotes: el precio por obtener apellidos rimbombantes. Una vez concretado el enlace, el dinero era útil para arreglar sus antiguos palacios sin calefacción, con goteras y baños deteriorados. Y como ellas no podían vivir sin las comodidades que ofrecía su ‘adelantado’ país, pagaban todo. Pero las uniones no siempre eran legales, y es que en un mundo donde no había Google ni comunicaciones rápidas, muchos hombres fracasados conseguían títulos falsos, haciéndose pasar por aristócratas y mintiendo sobre su ‘pedigrí’.

Las herederas más famosas

La neoyorquina Jennie Jerome, editora de revistas, fue de las pocas que se casó por amor y lo hizo en 1874 con lord Randolph Churchill, segundo hijo del séptimo duque de Marlborough; con el tiempo llegó a ser madre de Winston Churchill, exprimer ministro de Reino Unido. Y Jennie fue pionera en el arte de arreglar bodas y presentar a sus amigas a nobles ingleses. Prueba de ello fue la cubano-estadounidense Consuelo Yznaga, quien se unió al vizconde Mandeville en 1876, y los rumores dicen que hasta fue amante del rey Eduardo VII.

¿Otra estadounidense con un gran título? La millonaria Consuelo Vanderbilt, duquesa de Marlborough y señora del palacio de Blenheim, una de las propiedades más bellas de Europa. Sin embargo, es muy triste visitar su tumba, situada en un pequeño cementerio cerca de ahí (donde también yace Churchill) y leer en sus memorias lo infeliz que fue. Su madre, la ambiciosa Alva Vanderbilt, se empecinó en casarla con un aristócrata europeo. Pero como Consuelo se rehusó, su madre fingió estar muy enferma para que su hija la complaciera y fuera al altar con el duque de Marlborough, aun cuando su corazón le perteneciera a otro hombre. Tras procrear dos varones, Consuelo se divorció en 1906, lo que provocó un escándalo épico. ¿Interesante? En aquella época la infidelidad era más o menos aceptada, pero el divorcio “no se veía nada bien”. Otra historia fascinante es la de Mary Leiter, casada con el mísero lord George Nathaniel Curzon, poseedor de uno de los títulos más importantes de Inglaterra. Cuando Mary (tatarabuela de Cressida Bonas, ¡exnovia del príncipe Harry!) se unió a él en 1895, se convirtió en virreina de India, y aunque no lo amaba, se llevaba bien con él. Hoy es recordada alrededor del mundo por sus modernas ideas.
Y pocos saben, incluso en la Inglaterra de hoy, que la vizcondesa y política lady Nancy Astor, dueña del palacio de Cliveden, donde me hospedé hace unos años, fue la primera mujer electa al parlamento inglés, habiendo comenzado su vida como la heredera estadounidense Nancy Shaw Witcher Langhorne. Por cierto, su biografía autorizada Nancy, The Story of Lady Astor, de Adrian Fort, la recomendamos.
Nancy Astor
En 1919, cuando la estadounidense Nancy Astor se convirtió en la primera mujer en sentarse en la Cámara de los Comunes del Reino Unido, evocó admiración, diversión y exasperación. Su relevancia política y social le mereció una figura de cera en el Museo Madame Tussauds en Londres.

Su incursión en Mónaco

Por las venas del príncipe Alberto de Mónaco y de sus hermanas Carolina y Estefanía corre sangre proveniente de América del Norte, pues son hijos de la icónica actriz de Hollywood Grace Kelly, pero también descienden (aunque no por lazos de sangre, sino por conexión familiar) de la famosa heredera Alice Heine, quien contrajo matrimonio en 1880 con el arruinado príncipe Alberto I de Mónaco. Hija de un banquero judío de Nueva Orleans y viuda del duque francés de Richelieu, Alice fue la segunda esposa de Alberto I, tatarabuelo del actual príncipe Alberto II, y llegó a ser una figura influyente en el ya empobrecido principado. ¿Curioso? La próspera Alice, toda una entrepreneur, introdujo a Mónaco la ópera y el juego, gastando una fortuna para arreglar y modernizar el espacio. Y cuando en 1902, cansado de sus constantes infidelidades, el príncipe Alberto I la maltrató en público, ella se marchó a París encantada de la vida y siguió su alegre vida sin problema alguno.

A la conquista del mundo

1. Mary Esther Lee llegó a ser princesa alemana Schleswig-Holstein-Sonderburg-Augustenburg, aunque nunca aprendió el idioma y apenas podía pronunciar su apellido. 2. Anna Gould, descendiente del potentado Jay Gould, fue marquesa de Castellane y más tarde duquesa de Sagan, conquistando así Francia. 3. La poderosa inglesa lady Maud Cunard en realidad nació en Estados Unidos y su nombre de soltera era Maud Alice Burke.

lady Maud Cunard

4. Al casarse en 1920 con el príncipe Cristóbal de Grecia y Dinamarca, Nonie “Nancy” May Stewart Worthington Leeds, hija de un comerciante de Ohio, se convirtió en la princesa Anastasia. ¡Era su tercer matrimonio! ¿Se imaginan? Y por las venas de la familia real griega actual también hay restos de su ADN. 5. Margaret Rockefeller Strong de Larraín, nieta de John D. Rockefeller, fue marquesa de Cuevas y ya muy mayor terminó casada con mi buen amigo el chileno, Raymundo de Larraín. 6. Barbara Hutton, heredera de F. W. Woolworth, protagonista de escándalos amorosos, se casó varias veces usando la fortuna de su familia y compró títulos: el de condesa von Haugwitz-Reventlow, en 1935; el de princesa por su enlace con Igor Troubetzkoy, en 1947, y el de baronesa von Cramm, en 1955.

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Por: Mari Rodríguez Ichaso/ Foto: Getty Images
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