Cuando se anunció el robo de varias joyas imperiales del Louvre el 19 de octubre de este año, entre los objetos más impactantes figuran piezas que pertenecieron a Eugenia de Montijo, consorte del emperador Napoleón III de Francia. La tiara, los broches y la corona vinculada a su nombre ya forman parte de la investigación policial y del patrimonio europeo que pende de un hilo. Pero, ¿quién fue esa mujer que transitó entre España, la monarquía francesa y el exilio?
De Granada al trono francés
Eugenia de Montijo nació el 5 de mayo de 1826 en Granada, España, como María Eugenia Ignacia Agustina de Palafox-Portocarrero de Guzmán y Kirkpatrick. Hija de una familia aristocrática española, su educación, porte y belleza le abrieron paso a la sociedad de París, ciudad a la que llegó a estudiar en 1835.
Cuando tenía 12 años, una gitana le leyó las líneas de las manos, adivinando que la joven se convertiría en reina.
Luego de una desilusión amorosa que a los 18 años le provocó el marqués de Alcañices, consideró dedicarse a la vida religiosa. Una noche en el Palacio del Elíseo, Eugenia fue presentada ante Napoleón III, quien rápidamente quedó enamorado de ella y en 1853 contrajo matrimonio con él, convirtiéndose en emperatriz de los franceses y desempeñando un rol activo tanto en la vida política como en la cultura del Segundo Imperio.
Las joyas de Eugenia, un legado histórico
Las piezas robadas del Louvre que guardaban relación directa con Eugenia incluyeron una majestuosa tiara de perlas y diamantes (con más de 2 000 piedras preciosas), un broche en forma de lazo adornado con diamantes que originalmente formaban parte de una faja imperial y la corona de esmeraldas y diamantes. Estas piezas no solo eran objetos de lujo, sino que eran parte de la historia de la Francia Imperial del siglo XIX.
¿Qué significa la pérdida de las piezas de Louvre?
La famosa Galería Apolo del Louvre albergaba estas piezas de Eugenia desde que el Estado francés y donantes privados las incorporaron al museo para su exposición. El robo del pasado 19 de octubre, en el que sustrajeron al menos ocho objetos, puso en evidencia no solo la vulnerabilidad física del museo, sino también la fragilidad simbólica de un legado real. En opiniones de expertos, las piezas no pueden aparecer de forma intacta en el mercado legal (pensando que quienes las sustrajeron quisieran venderlas), por lo que es muy probable que las piezas sean desmontadas para venderse en piezas y no hacer “obvio” su origen. Esto, por supuesto, supondrá una pérdida enorme de la historia.
Eugenia de Montijo no solo fue una de las emperatrices más importantes de la historia mundial, sino también poseedora de una de las joyas reales con mayor importancia histórica. Desafortunadamente, es muy probable que sus joyas no vuelvan a ser exhibidas o recuperadas, completas e intactas.