Cómo evitar las peleas a la hora de la comida

Cómo evitar las peleas a la hora de la comida

Una situación común en las familias, pero nada agradable

La pequeña desparrama medio plato de puré sobre el mantel; el niño juega con el tenedor y no prueba bocado, el adolescente envía mensajes de texto por debajo de la mesa y los padres están irritados y cansados. Las cenas familiares parecen estar cada vez más lejos de ser un momento placentero, aunque lo cierto es que todo podría ser mucho más agradable: está toda la familia reunida y hay algo rico para comer. ¿Por qué no es más relajado?

Para muchos psicólogos, los adultos trasladan gran parte de sus tensiones a la mesa y eso se transmite a los niños. Están allí sentados pero no pueden quitarse el trabajo de la cabeza: piensan en todos los e-mails que aún tienen que leer y repasan mentalmente la lista de compras para el día siguiente.

La diferencia es que los adultos aprendieron a dominar sus tensiones, pero los niños no. Por eso, son ellos los que terminan reflejando el nivel de estrés de los padres. Lo más fácil, en vez de retar a los niños, es no llevar el estrés cotidiano a la mesa, apartar los teléfonos móviles y bajar la tensión interna a consciencia. De esa forma, los niños estarán automáticamente más tranquilos.

Otro factor que lleva a que la cena se convierta en un campo de batalla es que los padres establezcan reglas demasiado estrictas. No sirve que los padres estén retando y corrigiendo constantemente a sus hijos. Los niños más pequeños tendrían que poder levantarse de la mesa cuando terminan de comer para seguir jugando.

Los niños algo más grandes pueden respetar algunas reglas en la mesa. Sin embargo, es importante que los padres también las respeten. Una posibilidad es proponer no hablar de temas conflictivos durante las comidas. Así y todo, en días turbulentos, a veces no es posible cumplir con algunos de los preceptos. Lo importante es el equilibrio: tampoco hay que poner la vara demasiado alta. Lo importante es encontrar una solución que sirva a todos.

Por eso, es importante adaptar las reglas a cada tipo de familia: en una familia en la que a todos les cuesta madrugar, no tiene mucho sentido intentar tener un desayuno relajado un día laborable o forzar las cosas. Para una familia así es mejor concentarse en una cena relajada.

Así y todo, a veces es imposible detener el caos aunque esté todo cuidadosa y amorosamente preparado: que no me gusta la espinaca, que el pan está duro, que los vecinos pueden tomar gaseosa en vez de agua con las comidas... Qué se come o al menos debe probarse también suele afectar la atmósfera durante las comidas. Los pediatras afirman que a los chicos no tiene por qué gustarles todo. Sin embargo, habría que enseñarles que al menos lo prueben y luego decidan.

Para muchos psicopedagogos, la pelea por la comida suele ser, en realidad, una pelea por el poder. Los niños se dan cuenta desde pequeños si, por algún motivo, la comida tiene una importancia especial en la familia.

Los especialistas afirman que los padres no deben tomarse de manera personal que a un niño no le guste la comida. Pero tampoco aconsejan lo contrario: servirles a los niños lo que les gusta todos los días para que se porten bien. Los pequeños se dan cuenta de inmediato de este tipo de manipulaciones. Por eso, para que haya un buen clima en la mesa, es mejor otro camino: que los padres demuestren que les apetece la comida y que están a gusto. Ese estado de ánimo se contagiará luego a los niños.

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