Viajar con la reina Isabel II no era un asunto sencillo… o al menos así lo reveló en alguna ocasión una sobrecargo que trabajó dentro del equipo que se encargaba de acompañar a la monarca en sus viajes reales.
La reina, conocida por su lealtad al protocolo, tenía una seria de requisitos que convertían cualquier vuelo en un evento muy interesante de presenciar.
Elizabeth Evans: un testimonio aéreo
En sus 70 años de vida, la reina Isabel viajó por todo el mundo, desde visitas de estado, giras reales, misiones diplomáticas… la monarca fue una ferviente usuaria de los aviones.
Al pasar tanto tiempo en el aire, era algo entendible que Isabel buscara sentirse en casa, volar cómodamente y hasta generar prácticas que sumaran a que su tiempo en las alturas fuera agradable.
O al menos eso es lo que narró en sus memorias, Elizabeth Evans, una sobrecargo de la British Airways. Durante treinta años de su vida, Elizabeth formó parte de del equipo de la aerolínea y en su tiempo ahí sirvió a la realeza.
De acuerdo con la nieta de la sobrecargo, quien encontró su diario de memorias con anotaciones precisas sobre cómo atender a la reina, Evans voló junto a Isabel II y el príncipe Felipe en un vuelo mientras la pareja se encontraba de gira por Singapur y Malasia en 1989.
Las reglas de vuelo de la Reina Isabel II
Para este vuelo, los miembros de la tripulación, incluida Elizabeth, habían recibido por parte de sus superiores indicaciones y reglas a seguir que la reina, en persona, había redactado para que todos sin excepción las llevaran al pie de la letra.
Elizabeth recuerda que una de las indicaciones escrita a máquina versaba: “La Reina tiene sus propias almohadas”, con lo que se le pedía al personal que, antes de hacer la cama, tenían que contactar al ayudante de cámara de Isabel para preparar el espacio con sus propias prendas de cama. Estaba altamente prohibido despertar a la monarca durante el vuelo y si esta continuaba dormida al aterrizar no se le podía molestar.
Además, la reina debía estar debidamente atendida: “A su majestad le suele gustar un martini antes de que lleguen sus invitados”, se leía en otra línea. Antes de la hora de la comida, se informaba la hora de servir los cócteles y se le ordenaba a los chefs preguntar siempre el vino con el que le gustaría maridar la comida.
La reina también solicitó la peculiar petición de contar con mentas sin azúcar y que estas debían estar en tazones de vidrio durante todo el vuelo y en su camerino.
Estaba prohibido el paso del personal si permiso real, el ruido en la cocina estaba prohibido y la cena se servía siempre primero a la reina, “siempre por orden de importancia”.
Estas memorias pertenecen a una colección que será subastada en agosto en Hansons Auctioneers por un precio aproximado de 400 o 600 libras. Dentro de la colección también se subastarán fotos o autógrafos de otros pasajeros importantes, como el actor Patrick Swayze, a quien Elizabeth también atendió en un vuelo.
De acuerdo con la nieta de Elizabeth, Jo Smallwood, la decisión de compartir esta colección de memorias es con el objetivo de compartir con el mundo esta parte de la historia de su abuela: conociendo personas increíbles, viviendo viajes fantásticos, la experiencia de trabajar en el Cóndor (donde Elizabeth también fue sobrecargo en la década de los 80), y su experiencia al servicio de la reina Isabel II.