Carlota de México: la emperatriz loca que se enamoró de Yucatán y lo documentó

carlota-de-mexico-en-yucatan_1.jpg

La emperatriz Carlota de México sólo estuvo poco más de dos años en México; sin embargo, es uno de los personajes más enigmáticos por su extraordinaria belleza, su amor por Maximiliano de Habsburgo y el trágico final que la llevó a la locura.

¿Quién fue la emperatriz Carlota de México?

María Carlota Amelia Augusta Victoria Clementina Leopoldina de Sajonia-Coburgo-Gotha, nació en Bruselas el 7 de junio de 1840, una hermosa princesa de Bélgica que se convirtió en la segunda y última emperatriz de México.

La Princesa poseía conocimientos de historia y de costumbres de la humanidad. Hablaba con soltura inglés, español y alemán, y sabía algo de italiano.

La dulzura no era un rasgo predominante en ella, sus mayores atributos eran su inteligencia, su voluntad, y su reconocido talento musical, ya que era una excelente pianista.

El 27 de julio se casó con Maximiliano de Hasburgo en una boda que se celebró en Bruselas; sin embargo, estaban destinados a instalarse en Milán, Italia, donde a pesar de sus esfuerzos por gobernar con justicia, fueron rechazados.

La pareja sentía un vacío muy grande; sus vidas no significaban nada... hasta que les ofrecieron irse del país, para convertirse en los emperadores de México.

Carlota y Maximiliano llegan a México

Eran las dos de la tarde del 28 de mayo de 1864 cuando Carlota y Maximiliano llegaron al puerto de Veracruz; sin embargo, la recepción no fue la esperada, pues no había señal de bienvenida alguna.

Maximiliano y Carlota intercambiaron miradas. Ellos no era deseados. Lejos de ser un libertador, Maximiliano era visto como un enemigo. Carlota tuvo miedo.

Sin embargo, en Puebla fueron recibidos con una gran recepción, luego viajaron a Cholula, y el 12 de junio de 1864, la pareja llegó a la Catedral de la Ciudad de México.

Ellos decidieron instalarse en Chapultepec, residencia imperial próxima a la capital.

Te interesa: Trajes típicos mexicanos: historia y tradición

Carlota de México en la Hacienda Hunucmá

La emperatriz pasó la noche en a hacienda de Hunucmá, y de esta velada comentó:

En la noche todo está iluminado, es una verdadera fiesta veneciana como no he visto nada parecido desde Venecia, y las linternas multicolores de papel lucen muchísimo entre las guirnaldas… Salta a la vista que todas las mujeres y las muchachas llevan vestidos de muselina de lo más sencillo, pero siempre están vestidas y peinadas muy cuidadosamente, y que todo está muy limpio. No se ven pobres, tampoco hay limosneros, y no recibí ni una sola petición”.

Carlota de México en la Hacienda Mucuyché en Yucatán,

El 5 de diciembre salió rumbo a Campeche, y durante el camino visitó varias haciendas dedicas a la producción del henequén, una de ellas fue Mucuyché.

La propiedad pertenecía a Manuel José Peón, quien junto a su familia, se convirtieron en sus anfitriones.

Me rindieron los honores doña Loreto y el recién nombrado gentilhombre de cámara Arturo, su hijo. Acompañada por el sonido del ‘luntulo’ y nuevamente con antorchas, la familia Peón me enseñó el cenote, una pequeña laguna natural en medio de una bóveda de rocas, una rareza en este país donde escasea el agua”: Escribió Carlota.

Carlota de México en Yucatán
Retrato de Carlota de México y Maximiliano de Hasburgo en la Hacienda Mucuyché.

Nuestra fuente nos aseguró que la emperatriz tomó un baño en las aguas cristalinas del cenote, escandalizando a sus damas de compañía por el “atrevido traje de baño” que usó.

Sobre el henequén, Carlota también describió cómo iba creciendo la industria en la región:

Allí estaba el henequén en todas sus formas: en estado natural la hoja del áloe, aquí castaña, allá rubia, y finalmente firme y graciosamente hilada en sogas y hamacas”.

Carlota de México en Mérida, Yucatán

La emperatriz también visitó la capital del estado, y dejó plasmada en las páginas de su diario, cómo era la vida en aquella Mérida del pasado:

En la tarde hubo un paseo por la calle principal y un panorama encantador. Todos los hombres y las mujeres estaban sentados frente a sus casas o detrás de las ventanas enrejadas, con trajes y vestidos claros, algunos en silla de ruedas. Otros se desplazaban, por parejas, en ligeras carretelas como en La Habana.

Estos carruajes tienen sólo dos asientos, están muy inclinados hacia atrás y carecen de ventanas de vidrio. Los tira un caballo con la cola firmemente enrollada, como los de los majos, y monta al caballo un jockey.

Las damas llevan vestidos con grandes escotes, no llevan nada alrededor del cuello, pero sí en cambio flores frescas en los cabellos. No sé de qué se morirá aquí la gente, pero difícilmente será de pena o dolor; la vida pasa como una eterna primavera y se comprende por qué se ama a un país como éste”.

Entre sus notas también se encontró la conmovida despedida que dedicó a su viaje cuando partió de nuevo a la Ciudad de México:

Despidiéndome con el corazón conmovido (...) esa hermosa y a mí tan cara península (...) Todas mis simpatías han sido y quedan para siempre en Yucatán”.

Te interesa: Cuando los Windsor visitaron México

¿Por qué enfermó de locura Carlota de México?

Las biógrafas Suzanne Desternes y Henriette Chandet, autoras del libro Maximiliano y Carlota, cuentan que a su regreso la pareja fue a Cuernavaca, donde Carlota cayó enferma.

Padecía de jaquecas, malestares, vértigos, sueño intranquilo. Se creyó envenenada y lo repetía con insistencia. Se murmuraba que debió haber bebido toloache, una planta medicinal, cuyo uso excesivo puede provocar alucinaciones.

Ellos recibieron una carta anónima de que la Emperatriz había tomado un veneno sin saberlo.

En 1866, Benito Juárez dirigía la lucha contra la invasión francesa y contra el imperio de Maximiliano, quien no había logrado vigorizar su régimen y Napoleón III comenzó a retirar sus tropas.

El peligro era inminente y el Emperador pidió a Carlota que se fuese a Europa. Ella aceptó, pero lo hizo con el fin de pedir ayuda sin éxito.

Carlota estaba trastornada, frenética. Comenzó a decir que querían envenenarla. De ahí en lo adelante la locura se apoderó de ella. Carlota no recobró la razón y murió en 1927 a los 87 años de edad, pronunciando el nombre de su amado Maximiliano.

Relacionado