Lo que comenzó como un simple aprecio ha evolucionado en una inesperada fascinación de Donald Trump por el príncipe William. Y esa simpatía, parece ser, que también ha generado que el heredero al trono británico sea comparado con su legendaria abuela, la reina Isabel II.
¿Por qué comparan al príncipe William con Isabel II?
Una fuente cercana al entorno real reveló al Sunday Times, con un tono casi de broma, que “Trump parece obsesionado con William, lo cual es fantástico para el Reino Unido”. “Solo tiene que sonreírle, y nos ganamos una rebaja en los aranceles”, indicó a la citada publicación.
Sin embargo, la comparación llegó enseguida: “¿A quién te recuerda eso? A la difunta reina, que tenía un olfato único para lo estratégico”, según sugirió la misma fuente. Y es que, aunque pudiera ser una frase muy simple, reflejaría una verdad potente: William está heredando no solo el trono, sino el carisma diplomático silencioso que hizo de Isabel II una figura indispensable en la escena global.
¿Cómo es la relación del príncipe William con Donald Trump?
Por otro lado, aunque la relación entre el presidente estadounidense y el príncipe no es de amistad íntima, sí hay una creciente cercanía diplomática entre ambos. Incluso, Donald Trump ha halagado públicamente al heredero a la corona británica.
Recordemos que la última interacción entre el príncipe y Trump se dio en diciembre pasado, durante la ceremonia oficial de reapertura de la catedral de Notre Dame en París. Tras el encuentro, el mandatorio no escatimó en elogios para William: lo calificó como “muy guapo”, aseguró que “se ve aún mejor en persona” y que tuvieron una “gran, gran conversación”. Incluso, lo describió como “un buen hombre” y que está haciendo “un trabajo fantástico”.
Y si bien Trump ya fue recibido por Isabel II en su primer mandato, ahora ha sido invitado a una segunda visita de Estado al Reino Unido, en donde William podría jugar un rol más visible. La carta de invitación, firmada por el rey Carlos III y entregada por el entonces líder de la oposición Keir Starmer, fue descrita como un gesto “sin precedentes”.
De ahí que la comparación con Isabel II esté bien justificada. Así como la reina supo usar su figura como puente silencioso entre culturas, presidentes y generaciones, William parece estar demostrando que tiene el mismo instinto natural para la diplomacia sin palabras. Si una sonrisa puede cambiar el rumbo de una negociación, el príncipe podría ejercer parte del poder que tanto definió a su fallecida abuela: el de representar sin hablar, influir sin imponer y, sobre todo, unir sin dividir.