Quién era el polémico rey que se hizo popular por su curioso ritual para curar enfermedades

Hace muchísimos años, algunos royals británicos tenían una sorprendente y peligrosa creencia

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Este rey aseguraba que tenía poderes divinos

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Eduardo el Confesor fue rey de Inglaterra entre 1042 y 1066. Durante su reinado, se extendió por el campesinado la escrófula, una forma de tuberculosis que afecta los ganglios linfáticos del cuello y provocó la aparición de grandes crecimientos azules y morados en el cuello. Los enfermos (personas pobres con pocas vitaminas que consumían leche sin pasteurizar) también presentaron otros síntomas comunes de la tuberculosis, como fiebre, malestar general y pérdida repentina de peso.

Por qué es conocido Eduardo el Confesor

Ante la desesperación y el miedo, los afectados acudieron a su rey, que aseguraba poder sanarlos con sus manos.
En un episodio del podcast ‘Queens, Kings, and Dastardly Things’, el biógrafo real Robert Hardman y la historiadora Kate Williams, profundizaron en esta práctica y en sus orígenes franceses, hasta su declive bajo la dinastía Estuardo.

Durante el reinado de Eduardo el Confesor, los enfermos comenzaron a visitar la corte real para ser curados de la escrófula por las manos del monarca, las cuales se creían que eran santas.

De acuerdo con Kate Williams: “Se creía que la enfermedad se transmitía a través del tacto, pero también se creía que se curaba a través del tacto”

“Se dice que Eduardo ungió la garganta de una mujer enferma con agua e hizo la señal de la cruz sobre ella”, añadió.

Aunque personas con otras enfermedades también querían ser “bendecidos” y “sanados” con el toque real, éste se convirtió en sinónimo de escrófula, ya que la enfermedad podía parecer curada milagrosamente, sin embargo, solo se trataba de la capacidad del cuerpo para combatirla por sí solo.

Hasta cuándo siguieron los rituales de Eduardo el Confesor

La dinastía Tudor y Estuardo continuaron con esta tradición, pues hay registros de Enrique VIII realizando este ritual tan peligroso.

Afortunadamente, después del reinado de la reina Ana se eliminó esta práctica antihigiénica y riesgosa.

Ana murió sin herederos y los hannoverianos asumieron el trono. Gobernantes alemanes que, como señala la historiadora Kate Williams: “No tenían tiempo para esta extraña costumbre inglesa”.

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